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Manchester by the Sea, de Kenneth Lonergan

Manchester by the Sea, de Kenneth Lonergan

Naief Yehya

Lee Chandler (Casey Affleck) es un hombre solitario y aparentemente depresivo que trabaja como conserje de un edificio en Boston, donde se encarga de hacer todo tipo de reparaciones, tirar basura, limpiar y palear nieve, mientras refunfuña y ocasionalmente responde de manera grosera (aunque no injustificada) a uno que otro inquilino. El resto de su tiempo lo pasa bebiendo cerveza y metiéndose en absurdos pleitos de bares. Manchester by the Sea, el tercer largometraje del estudioso compulsivo de las respuestas conscientes e inconscientes al dolor, Kenneth Lonergan, es un apabullante retrato de un individuo reprimido, que ante las desgracias es incapaz de expresar dolor, desahogarse o tener una catarsis. Por medio de flashbacks que muestran a los personajes antes y después de los eventos traumáticos, poco a poco se van revelando los pesares y la tragedia que llevaron a Lee a ser un ermitaño silencioso y malhumorado. Lonergan, quien comenzó como novelista precoz y encontró su vocación en escribir teatro se vio empujado hacia el cine por motivos económicos. Muy pronto demostró ser un diestro guionista (Analyze This, 1999) y corrector de guiones. Pero eventualmente se aventuró a escribir y dirigir sus películas.

Aquí Lonergan construye un relato con flashbacks que van mostrando la desintegración de una familia, comenzando por el infarto que pone a Joe (Kyle Chandler), el hermano de Lee, en una situación precaria, con una esposa alcohólica y un hijo adolescente, Patrick (Lucas Hedges), que dependen de él. Cuando finalmente Joe fallece, lo deja a cargo de su hijo de 16 años, una responsabilidad inimaginable para un hombre cargado de culpas, que más que sobrevivir a su inmensa tragedia personal, se mantiene como un zombie, viviendo día a día sin aspiración o ilusión alguna. El mérito de Affleck, por el cual recibió el Oscar, no es poco ya que logra mostrar el desconsuelo contenido detrás de una apariencia de insensibilidad y una coraza de cinismo crudo.

Lonergan, quien también obtuvo el Oscar por el guión, es un cineasta meticuloso, un constructor de personajes con un gran oído para el diálogo y los acentos, así como un ojo notable para las revelaciones silenciosas, para hacer que sus actores digan con gestos y movimientos mucho más de lo que expresan las palabras. Este talento era evidente desde su debut, You Can Count On Me (2000), que ganó el Gran Premio del jurado en Sundance, pero adquiere una dimensión formidable en su obra maestra, la muy problemática Margaret (2011). Este es un filme expansivo, monumental, complejo, fascinante y enfurecedor, que cuenta la obsesión de una adolescente de 17 años, interpretada brillantemente por Anna Paquin, parcialmente culpable de un accidente en el que pierde la vida una mujer. El filme es un rico mosaico del Nueva York post 9-11, repleto de detalles y reflexiones que se disparan en todas direcciones. Lonergan albergaba algunas exigencias creativas respecto de esta ambiciosa cinta (con una duración original de tres horas y cuarto) que lo llevaron a chocar con los productores, ser demandado y terminar distanciándose de la versión que se estrenó en cines. La experiencia fue terrible, el proceso duró casi 10 años y la cinta tuvo pésima distribución, por lo que pasó casi inadvertida al público y la taquilla aunque se convirtió en obra de culto. Su pelea contra el financiero Gary Gilbert y el estudio Fox en cierta forma refleja la inutilidad frustrante de la lucha de la protagonista del filme. Sin duda esta experiencia lo condujo a realizar una cinta más contenida conservando siempre el control creativo.

Lee arrastra un secreto que todo mundo en su ciudad natal, el Manchester del título, parece conocer y que ha afectado a toda la comunidad. Por donde quiera que va la gente lo señala y murmura. Esto va creando expectativas y dando pistas falsas. La relación con su sobrino es distante, el muchacho en cierta forma es un espejo de su disfuncionalidad que lo obliga a volver a todo lo que abandonó cuando su vida se destruyó. La muerte es un tema fundamental en el cine de Lonergan, todos sus filmes parten de ella y en todos las emociones que provoca son mostradas en contraste con el hecho de que para el resto del mundo la vida continua y los pequeños rituales cotidianos siguen imperturbables. Aquí la muerte de Joe es recibida con triste frialdad. La misma noche en que sucede, su hijo organiza una reunión en su casa y se acuesta con una de sus novias, como si fuera un día cualquiera. Nadie parece particularmente afectado. Esta actitud, que podría imaginarse inmoral o cruel, es en cierta forma un elemento fundamental de un melodrama proletario masculino que evade los clichés y no intenta presentar una cara de diversidad hollywoodiana a la realidad anglosajona de Nueva Inglaterra.

Manchester by the Sea es un filme claustrofóbico y doloroso, pero a la vez con cierto humor sórdido que eleva el relato al humanizarlo. Esta película no requiere de manipulación alguna del público, es por eso que sorprende el uso que da el cineasta a la música (en particular el muy explotado Adagio de Albinoni), la cual a veces interrumpe ominosamente en lo que parece una imposición de estados de ánimo y pausas solemnes en el desarrollo de la historia. Sin embargo, y esto es sin duda cuestionable, a Lonergan le gusta construir sus filmes de una manera casi operática, en movimientos con tonos e intensidades claramente diferenciados, para ello emplea los pasajes musicales, como interludios que imprimen un ritmo y cadencia a la obra. La fotografía de Jody Lee Lipes juega también un papel importante al enfatizar un ambiente de decadencia y deterioro pero a la vez de cierta belleza austera.

Lee es un hombre sin alternativas e incapaz de aceptar ser perdonado. Una de las mejores escenas del filme es el encuentro accidental que tiene con su ex esposa, Randi (Michelle WIlliams). Ella está tratando de rehacer su vida con su nuevo marido y bebé. El diálogo es atropellado y el lenguaje corporal pone en evidencia la imposibilidad de reconectarse; él no es capaz de aceptar las palabras de consuelo y comprensión y ella tampoco ha podido encontrar la paz ni, mucho menos, el olvido del pasado. No parece haber nada memorable, ninguna revelación, ninguna ruptura y, sin embargo, es uno de los momentos fílmicos más poderosos y mejor actuados del cine estadounidense reciente. La vida de servidumbre y soledad que lleva Lee representa un castigo autoimpuesto, el sometimiento a una cadena perpetua de humillación; no obstante, en un giro irónico del destino, hasta esa especie de paz le es negada. Esta es la manera con la que Lonergan nos impone la contundente certeza de que en la vida hay cosas irreparables, algo que Hollywood, por principio, se niega a aceptar.

Naief-Yehya-150x150Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Es autor, entre otros títulos, de Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Jornada Semanal. Twitter: @nyehya

 

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Posted: March 6, 2017 at 9:34 pm

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