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Mariana Enríquez y las devociones paganas
COLUMN/COLUMNA

Mariana Enríquez y las devociones paganas

Ricardo López Si

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Hace algunos años, un editor de cuyo nombre prefiero no acordarme respondió a una propuesta de crónica sobre la tumba de Jorge Luis Borges en Ginebra con un indiferente: «¿Ha pasado algo nuevo con Borges?» Por supuesto que ha pasado algo, pensé. Me pasó a mí. Como Cleopatra le pasó a Marco Antonio en la película de Joseph L. Mankiewicz.

Bajo esos estándares tiránicos, Mariana Enríquez, laureada cuentista, venerada novelista y subestimada periodista, no habría podido publicar en ningún medio sus perfiles sobre el desaparecido actor River Phoenix —el rebelde de la «hermosa desdicha»; la visita de los Manic Street Preachers, su banda favorita, a la utopía socialista de Fidel Castro; los cabos sueltos en el suicidio de Kurt Cobain, quien se enganchó a la heroína para aliviar un dolor estomacal; o la transición de Nick Cave de contador de historias clásico a poeta simbolista tras la muerte de su hijo. Todos esos perfiles surgieron de algo mucho más poderoso que las agendas y las coyunturas de los diarios y revistas: las obsesiones de una periodista con cosas que decir.

En El otro lado, un libro publicado por la colección de Anagrama Crónicas y editado y bocetado por Leila Guerriero, Enríquez propone una ruta delineada por algunos retratos de sus héroes, fetichismos y confesiones. A lo largo del libro emerge la periodista vocacional que ha eclipsado parcialmente la escritora, puesto que, como ya ha contado en otros foros, su arribo al periodismo cultural, musical y social se dio con una novela ya publicada, una circunstancia poco común.

Quizá lo más fascinante de la escritura periodística de Enríquez es que no tiene ningún interés en redimir a sus héroes, sino en reparar sin rubor en sus excesos, complejidades y contradicciones. Eso es lo que consigue que textos escritos desde la filiación y la afinidad terminen siendo radiografías globales y universales que permitan tomarle el pulso —que no es lo mismo que juzgar— a los personajes en cuestión. Como ejemplo ilustrativo: el perfil de la actriz Asia Argento, la hija del mítico cineasta italiano Dario Argento, de quien dice: «Insolente, vulnerable, glamorosamente aburrida, insaciable, oscura, masoquista, rabiosamente sensual, son todas definiciones que pueden aplicarse a Asia Argento. Pero ninguna alcanza a definir por qué su presencia es tan hipnótica y tan creíble su intensidad».

Después de abandonarme a la obra de no-ficción de Enríquez hay una lección evidente: el periodista no está para endilgarle a sus personajes las taras de un tiempo que no les corresponden. Las turbulencias se abordan como turbulencias de su tiempo. Los arrebatos se abordan como arrebatos de su tiempo. Las derivas racistas y machistas se abordan como derivas racistas y machistas de su tiempo. Esto cobra especial relevancia considerando la gran devoción que profesa la narradora argentina por muchas estrellas de rock —ella en realidad quería ser una gropuie-reportera a la usanza de Casi Famosos—, cuyo legado invariablemente palidece por esa extrañísima obsesión contemporánea de integrarlos en un discurso moralista de un tiempo ajeno a su leyenda.

Si Humphrey Bogart no confiaba en la gente que no bebía, a Mariana Enríquez, como lo establece en su ensayo «Las devociones» —el texto que mejor condensa el espíritu del libro—, le pasa lo mismo con la gente que no siento ningún fervor pagano por algo o alguien, como el que ella le profesó y le sigue profesando a los Manic Street Preachers y sus letras «que parecían escritas a seis manos entre Joe Strummer, Dylan Thomas y Silvia Plath». O, en su defecto, como el de aquel periodista alemán al que le envío los dos primeros discos de Almendra, Artaud, de Pescado Rabioso, y uno de Invisible, todos proyectos liderados por Luis Alberto Spinetta, «esa certeza» o «ese prejuicio», según sea el caso, y que luego se convertiría en uno de sus amigos más queridos gracias al músico que no llegó a viejo, aunque se mereciera «ser un viejo hermoso».

No sé si la siguiente sentencia sea consecuencia de la conmoción que supuso no haberme podido recuperar del todo del perfil consagrado a River Phoenix que abre la sección «Peregrinación y devoción», pero me siento en posición de establecer que mi Mariana Enríquez favorita es, con diferencia, la de las obsesiones de la no-ficción.

*Foto de Àlex Garcia para La Vanguardia.

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

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Posted: March 24, 2025 at 5:42 am

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