Essay
Qué extraña es una ciudad
COLUMN/COLUMNA

Qué extraña es una ciudad

Angelina Muñiz-Huberman

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Qué extraña es una ciudad. No nacimos para estar en una ciudad. Una ciudad nos agobia, nos ata, nada podemos contra ella, es ella contra nosotros. Lo peor es que no nos damos cuenta. Creemos que es normal. La justificamos.

No vemos el cielo. No vemos el mar. Las montañas huyeron. Pocos árboles quedan. Los parques son un estorbo. La gente se amontona. Todos corren celular en mano. Hay que llegar a tiempo.

Los edificios crecen y crecen. Los jardines dejan de serlo. El ruido aturde. Lo pájaros no cantan, sólo buscan migas en el suelo: ¿se les olvidó volar?

La ciudad todo lo trastorna. Obliga a un ritmo veloz, a trasladarse a pesar del tráfico imparable y de las manifestaciones implacables.

Todos quieren vivir en una ciudad. Nadie anhela vivir en un barco, en lo alto de una montaña, a orillas de un río, en un árbol, en un castillo. (¿Tal vez Franz Kafka?)

Hay que trabajar para vivir haciendo cualquier cosa. En una ciudad hay todo tipo de cosa. Desde sentarse en una esquina con la ropa rota, sucia, el cabello revuelto y una mano extendida, para que caigan, a veces, monedas. O bien, trabajar en una oficina, bien vestido, haciendo grandes negocios y siendo puntual.

¿Alguien tiene como meta el ocio? Imposible, la ciudad pide cuentas. Desde niño hay que aprenderse la canción: “A trabajar, con mucho placer a trabajar” que se cantaba hace años al principio de las clases y que, de niña, yo cambié por: “A descansar, con mucho placer a descansar”.

La ciudad tumba casas y erige edificios que no paran de crecer. El asfalto se hizo dueño de la fértil tierra. Los automóviles trepan por segundo y tercer pisos. El transporte subterráneo avanza. Sobre todo, no hay que parar. Siempre en movimiento. Perpetuum mobile. Movimiento es vida.

Las calles se llenan de restoranes, comida rápida, puestos en las esquinas, bancos, cajeros automáticos. Los semáforos ponen orden. La  disciplina ante todo.

Los perros son sacados a pasear, con sus reglas también. Los gatos no se escapan de las casas. Las ratas se asoman y se esconden rápidamente.

Llega la noche y la ciudad imita a las estrellas. Luces por todas partes. Guerra a la oscuridad. Todo iluminado. No descansar. Oficios de noche.

Los ruidos. Los insoportables ruidos. Todo se anuncia con ruidos. El claxon, la sirena, las alarmas. Los timbres de la puerta, del celular, de la computadora, de los motores. Cada aparato con su sonido especial. Los anuncios a todo volumen del supermercado y de los restoranes. Las motocicletas, los automóviles, los aviones. Los decibeles suben al máximo.

El silencio obliterado. El silencio, ¿qué es eso?

Había una vez un silencio.

Caminar ya no es un gusto. Es un propósito. La materialidad. La descansada vida no existe. Caminar no para observar, admirar, conocer. Caminar para llegar. ¿Llegar pronto a la muerte?

Los anuncios para interrumpir, imponer, distraer. La ciudad es una exposición de carteles, de sugerencias, de logotipos. Es decir, de comprar, comprar, comprar. Quieras o no.

El dinero es un papel reusable.

La ciudad martirizada con cables de todo tipo, sobre nuestras cabezas o subterráneos. Un tejido de alambres nos amenaza o nos trae electricidad a nuestras casas. Mejor no levantar la vista y ver el suelo para no pisar desniveles o materias indescriptibles, colillas, heces, orinas, gargajos. Procurar no caerse. La ciudad es un peligro.

Hay que buscar un remanso, un lugar de sosiego. Si no se encuentra,  Imaginarlo. En algún callejón sin salida debe de haber una jacaranda en flor para quedarse a contemplarla durante un buen rato. Desde una ventana abierta oír a alguien que canta alegremente y a alguien que lo acompaña al piano. Alguien que escribe un poema. Alguien que pinta un cuadro. Sentir el olor de un pan que se está horneando. Escuchar las olas del mar y ansiar encontrarlo.

La imaginación es el mejor de los regalos,

nada pide

sólo otorga.

Un poco de paz.

Extraña ciudad.

*Foto de Matthew Henry en Unsplash

Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia ,  el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros. Recibió el doctorado Honoris Causa por la Universidad Autónoma de México y es miembro de la Academia Mexicana de la Lengua.

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Posted: March 13, 2025 at 12:00 am

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