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Marie Arana y su Latinoland
COLUMN/COLUMNA

Marie Arana y su Latinoland

Adriana Pacheco

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Abrir los ojos ante el peso de los latinos en un tiempo político

El 13 de julio Donald Trump sufrió un atentado contra su vida y con ello se cambió la historia de las próximas elecciones en los Estados Unidos. Su actitud heroica y su puño en alto con la bandera del país atrás, borró en un instante meses de procesos judiciales, más de 30 acusaciones por fraude, corrupción y abuso de poder. Cinco días después, Joe Biden presidente de los Estados Unidos, enferma de COVID, mostrando, vulnerabilidad en su salud y afectando con ello ante la opinión pública, su capacidad para ser el candidato por los Demócratas y permanecer por cuatro años más en la presidencia.

Ante esta polarización y división extrema en el país, hoy más que nunca los ojos de los dos partidos políticos están sobre sus votantes, reconociendo quiénes pueden ser aliados y apoyar la agenda política de uno o de otro. La selección de Trump de JD Vance como vicepresidente hace eco entre los habitantes de lo que se conoce como el “Rust Belt”, principalmente americanos blancos de la clase trabajadora. Con una actitud de conservadurismo extremo Vance ha declarado estar en contra de mucho de lo que Biden, o quien quede en su lugar como candidato, tiene que dar a una masa liberal que le está exigiendo, además de estabilidad económica, continuar con el apoyo a Ucrania, una definición con el problema entre Israel y Palestina, la restitución de Roe vs. Wade o una ley similar que permita el derecho al aborto, protección para los migrantes y los hijos de estos que ya están establecidos en Estados Unidos, los DACA, control de las armas de fuego y más derechos para la agenda trans y LGBTQ.

Y acá, si hay una pregunta que intriga a muchos sobre los próximos comicios en Estados Unidos es ¿cuál será el papel que jugarán los votantes de origen latino y cómo responderán a todo lo que ha sucedido en los últimos meses en relación con los juicios y sentencias de Donald Trump, las manifestaciones en las universidades americanas sobre Gaza, Israel y Palestina, las políticas de Biden sobre Ukrania, y los últimos avances en temas como aborto y migración? ¿Cuál será el giro que dará con la denominación de JD Vance como vicepresidente y quién será el candidato que reemplace a Biden si éste decide no continuar. Muchas de las últimas noticias y entrevistas a varios representantes de la cámara, como Mónica de la Cruz (Texas) y María Elvira Salazar (Florida) dicen que todo esto ha impulsado a los votantes latinos para votar por el partido Republicano, ya que el atentado lo han visto como “political persecution” y muchos de los latinos han dejado sus países por persecución política. Además la combinación Trump-Vance significaría para muchos de ellos el nuevo “American dream” más conservador, religioso y con oportunidades para los jóvenes.

Lo que es un hecho es que a las urnas llegará un porcentaje importante de los 36 millones de hispanos que están en edad de votar y que forman parte de la comunidad más polifacética y, de acuerdo con Marie Arana, la menos entendida de ese país: los más de 62 millones de habitantes que se han reunido bajo los términos latino, hispano, ahora Latinx, xicanos, chicanos y todos los títulos que han buscado unificar lo unificable.

Y es que para entender a este enorme e importante grupo de la población americana se necesitaba un libro como Latinoland. A Portrait of America’s Largest and Least Understood Minority. Su autora, la académica Marie Arana, directora literaria de la Library of Congress, nacida en Lima Perú, hace un estudio que da prueba tanto del poder, la fuerza, como los cambios que toda una historia de racismo en contra de los migrantes a los Estados Unidos procedentes de países latinoamericanos, el Caribe y España, han sufrido a lo largo de siglos.

Entremezclando su propia biografía e historia familiar con la de los innumerables personajes que entrevista, reconstruye cómo se les ha presionado para dejar de hablar su idioma, para cambiar su color de piel, para “blanquearse”. En 2016, toda esta historia de racismo se hace más visible con las declaraciones del entonces candidato a la presidencia, Donald Trump, llamándolos “criminals, drug dealers and rapists”, burlándose de su idioma con expresiones como “bad hombres”, y cuestionando a sus votantes si preferían a su país o a ellos ‘Who do you like more — the country or the Hispanics? (Sep, 16, 2019). Después en 2018, ya como presidente separó a familias de sus connacionales y encerró en jaulas a sus niños. Y sin embargo, a pesar todo esto, en la elección de 2016 el 30 % de sus votos fueron de ellos y, de acuerdo con Arana, casi 2 millones de Latinos hicieron campaña y se sumaron a los “rallies” (247) apoyando su política fiscal y migratoria, al compartir además con el partido un discurso conservador, religioso y tradicionalista. Hoy, otra vez estamos frente a un momento histórico en el que se espera que la elección la decidirá el “Latino Vote”.

Pero ¿quiénes son en realidad estos Latinos que irán a las urnas? ¿por qué es tan difícil entenderlos y clasificarlos? ¿Cuáles son las generaciones de las que estamos hablando? ¿Los que tienen décadas viviendo acá? ¿A los que los cruzó la frontera y no éstos a ella? ¿O los que la cruzaron arriesgando su vida? ¿O los que vinieron ya de jóvenes o adultos cómodamente en un avión a hacer estudios superiores? De toda esta variedad es de la que Latinoland habla, de cómo este lienzo tan multicolor ha sido quien ha hecho a esta nación y cuál ha sido el precio que han tenido que pagar por ese derecho al voto y a elegir un presidente que a pesar de tener una política basada en reforzar la discriminación y el racismo representa sus intereses.

En un estudio único en su género de más de 404 páginas de una narrativa fundamentada en entrevistas, recuerdos de su infancia, referencias a sus lecturas y más de 150 páginas de notas y entradas, Arana parte de su propia persona como hija de migrantes para recordarnos que para ser Americano hay que cruzar una línea de color que divide no solo a grupos de la población sino a las mismas familias. Son escritores, artistas, deportistas, trabajadores que comparten sus historias con Arana para sorprendernos y descubrir tras nombres famosos como Mariah Carey, Antonio Banderas, escritores como Esmeralda Santiado, Julia Alvarez, Sandra Cisneros, Jeanine Capo Crucet y Junot Díaz y muchos más, es la vida de generaciones de migrantes de distintos países y cómo participaron de la historia de los Estados Unidos.

Es también una radiografía de cómo se han mezclado racialmente, diluyendo su origen —el 40% de los Latinos se casan con no latinos (144)—, su idioma —en la tercera generación pierden su español—, su color de piel —se pierden a sí mismos en una población blanca—, su apellido —cambian con el matrimonio su nombre. Esto que para muchos fue un medio de supervivencia, ocultando un origen hispano para mimetizarse, para no ser vistos, para sobrevivir, como lo cuenta en el libro la novelista Cecile Pineda, para otros fue el inevitable desarrollo de lo que pasa con los migrantes en los Estados Unidos.

Para otros más, el color de la piel nunca fue importante, hasta que llegaron a este país para darse cuenta que los “white-latinos” tenían una ventaja que otros no tenían. Como el escritor guatemalteco Hector Tobar dice “Our relationship as Latinos to whitness is the tragedy and comedy of us” (149). Ser blanco, aunque no fuera en la piel sino en la manera de vivir la vida era la única posibilidad de, por ejemplo, convertirse en ciudadanos y por lo mismo conseguir el derecho al voto y los derechos de ser parte del país.

Un tema que el libro toca constantemente es cómo el intervencionismo americano en distintos países de Latinoamérica y el Caribe, como Puerto Rico, fue responsable del empobrecimiento y la migración procedente de regiones completas del continente y las islas. Otro es el tema de la complejidad racial de los latinos en los Estados Unidos, “The color line”. Los colores tan ricos de esta población migrante, se hacen evidentes ahí, desde los cubanos que llegaron a las playas de Florida, los “marielitos” (que llegaron en el Mariel en los años 1980s) o los que llegaron en cómodos aviones; los seis millones que se identifican como Afro-Puerto Ricans; los asiaticos-latinos que llegaron desde Vietnam, los que vienen de orígenes Nahua o Azteca, los de Brasil o Perú, las mezclas entre chinos con cubanos y peruanos o panameños que trajo el comercio o la necesidad de mano de obra barata, la gran ola de migrantes de El Salvador, Guatemala y Nicaragua, los irlandeses que fueron a pelear a México, se quedaron ahí y cuyos descendientes después regresaron a los Estados Unidos, los chinos que primero se mezclaron con mexicanos de Mexicali para después cruzar la frontera del norte. Y, en esta década sin lugar a duda, el mapa multicolor cambiará aún más.

Medir esa población latina en los Estados Unidos, esa intrincada y caleidoscópica mezcla racial, es un esfuerzo titánico que se complica aún más si las políticas de los países se empañan al alterar estadísticas y mediciones. Sucede lo que Arana llama “statistical genocide”, “Afro-Puerto Ricans will statistically disappear at the end of the current century. This has happened in Argentina and Mexico, where leadership in both countries publicly stated that they have no black population despite the presence of very active black organizations fighting for political inclusion. We are witnessing the beggining of statistical genocide” (158)

Entrevistando a la joven escritora Mellisa Mogollón quién recientemente publicó su primera novela Oye en la editorial Vintage, quien llegó desde Colombia a los 6 años de edad y quien es totalmente fluida en inglés y español, nos damos cuenta de que esos otros latinos que llegaron de niña como ella, se relacionan entre sí para dejar lejos al país de origen. Ella dice, por ejemplo, que lee a escritores de origen hispano, muchos de ellos colombianos, todos ellos migrantes a los Estados Unidos, ninguno radicado en el país de origen de sus padres, mismo que atesora en su corazón, pero al que no ha regresado en años. Ella, si se quiere usar una etiqueta, comparte esa historia de latinidad, es una escritora latina, en el estricto y amplio sentido de la palabra.

A diferencia de muchos otros, Mellisa tiene la fortuna de venir de una familia que no le permitió perder su identidad hispana y su idioma, de haber conservado ese origen. Otros no fueron igual de afortunados como lo que en entrevista con Liliana Valenzuela en Hablemos, le dice la escritora Julia Álvarez, donde confiesa el dolor de la pérdida del idioma y la emoción que la llena al leer en español a escritoras como Gabriela Mistral. Es lo que hemos escuchado de íconos como Sandra Cisneros, que ha buscado continuamente regresar a sus raíces, pero sin perder su americanidad. Es lo que Junot Díaz dice en el libro que “We need to decolonize ourselves from their binary. I’m not here to play into anyone’s categorical anxieties” (157)

O es como cuando alguien me decía que al pagar en una tienda en una ciudad en los Estados Unidos, la persona de la caja, una chica con un gafete con nombre hispano que, en sus propias palabras “se veía claramente como latina” no quiso contestarle en español. “Estoy segura” me dijeron, “que hablaba español y que me estaba entendiendo”. La pregunta es acá ¿no quiso o no pudo contestarle en español? ¿No es este un racismo invertido en donde se espera que por “verse latina” y tener un nombre en español, tiene que hablar español? ¿No estamos perdiendo la sensibilidad de una historia de un “latinoland“? La anécdota revela además que este no es solo un problema de raza sino de clase. Es complicado asumir que los nuevos inmigrantes de clase media y alta que llegan a los Estados Unidos a estudiar, aprender inglés, estudiar una maestría o doctorado, también han sufrido racismo y discriminación, pero en otras condiciones y en otro momento histórico en el que los racismos han cambiado.

Yo tengo una nieta hija del matrimonio interacial de mi hijo con una joven americana, como muchas de las niñas que menciona Arana. Fue inevitable para mí pensar en ella cuando acabé de leer este libro y preguntarme ¿en dónde quedarán ella y sus descendientes en ese “Latinoland“? ¿En dónde se perderá o no mi herencia como mexicana?

Las elecciones para presidente están próximas, dos visiones completamente opuestas se enfrentan en las urnas. Nosotros los latinos, hispanos, latinx, blancos, blanqueados, de color, primera, segunda o tercera generación, estaremos en las urnas como una mayoría que tendrá un peso político importante. Gracias a Marie Arana, esto me queda más claro que nunca.

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es coordinadora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performers. Es investigadora afiliada de LLILAS, University of Texas, Austin, miembro de Advisory Board del Texas Book Festival y fue miembro y chair del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

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Posted: July 25, 2024 at 11:13 pm

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