Neurosis Miami: en busca de la serie perdida
Hernán Vera Álvarez
La colorida Friends y su versión más pretenciosa que es Seinfeld hicieron de New York un seductor malentendido. Millones de espectadores alrededor del mundo fantasean con la idea de tener amigos iguales a Rachel y Ross (o el malogrado Chandler), como pasar el día sin hacer absolutamente nada en una ciudad carísima, como es el caso de Jerry y su pandilla. Desde ya, son trabajos de ficción: si un norteamericano cae de sorpresa en cualquier hogar, es probable que se gane el odio para siempre (no hablemos de abrir la heladera sin permiso), como si pasa las horas hablando de cosas vacías en New York donde el tiempo, más que en otro sitio, siempre es dinero, y nunca alcanza.
Algo parecido ocurre con Miami Vice y la ciudad autodenominada “la capital de América Latina”. Con mansiones y autos de alta gama, hombres encajados en Versace y de fondo el mar caribe, la serie era un lugar que siempre invitaba, tenía un espíritu a promesa, como bien se encarga de publicitar el sueño americano. Miami Vice era algo aspiracional: una afirmación del lugar imaginario que tienen muchos sudamericanos sobre una ciudad de postal paradisíaca donde se gana en dólares, hay centros comerciales de marcas internacionales a menor precio, se habla español y, a veces, inglés.
En Neurosis Miami (SEd ediciones) el escritor Gastón Virkel recoge el guante sobre estos malentendidos para crear una novela que une la experiencia migratoria con la serie Miami Vice. Los dos polos narrativos son atravesados por el humor, el psicoanálisis (como buen argentino que es el autor) y la acción cinematográfica. Virkel sabe que Miami Vice puede verse como un consumo irónico.
A grandes rasgos, la trama es la siguiente: el argentino Boris Finkelstein, aspirante a escritor, es contratado para trabajar en MTV. Un día conoce a un pintoresco actor mexicano llamado Sammy quien participó en el programa piloto de Miami Vice. Sin embargo, su colaboración se borró de la edición final. Pasaron los años, pero el actor siente el incidente como la pérdida de una consagración definitiva.
Para recobrarla, Sammy tiene un plan: reescribir el piloto. Y necesitará la ayuda del argentino. Hasta aquí la superficie de los hechos. Con las nuevas imágenes el actor tratará de apresar la juventud, lo que pudo ser. Algo que también le toca a Boris. De eso habla Neurosis Miami: de un trabajo con la memoria:
“Nos reuníamos los viernes a la noche, momento psicomágico, porque se trataba del horario del estreno de los nuevos episodios de la serie durante los ochenta. Teníamos escenas sueltas, tratamientos, estructuras, perfiles de personajes pero el guion no avanzaba mucho que digamos. La pasábamos realmente bien en esa cueva, no nos quemaba la urgencia. Qué pasaría si completábamos la tarea, ¿seguiría acudiendo los viernes?”.
La estructura de la novela se apoya en dos mundos bien delimitados. El primero enmarca la cotidianidad del que arriba a una ciudad. En un paralelismo, Boris es como el Sonny Crockett de la serie: a su paso se despliega cada una de las arterias de la metrópoli, que combina enormes malls con barrios de inmigrantes pobres, palmeras y lagos que cobijan cocodrilos junto a edificaciones altas que amenazan con hundirse, ya que la naturaleza salvaje de Miami acecha en cada esquina. La otra es la del guion que le sirve a Virkel para trabajar una lengua barrosa, contaminada de inglés y spanglish, y la adrenalina de escenas que incluyen carrera de autos, choques, policías en acción y astutos criminales:
RICO TUBBS
Coladita para el amigo Crockett. Nothing better
after a rough night.
LT. CASTILLO
Guys, it’s ok. No todos los crímenes tienen que
estar relacionados con tráfico de drogas. El
protocolo nos obliga a derivar el caso a
Homicidios.
De ambas batallas emerge una amistad. Por fin, parecería decirnos el autor, Boris/Sonny Crockett encuentra en Sammy a Rico Tubbs. Es un juego de espejos, sin la dupla formada por los detectives Crockett y Tubbs la serie sería otra cosa (para ser claros: no sería Miami Vice) como la novela sin la presencia de Boris y Sammy.
Pero el trabajo de Virkel no es solo un mundo masculino. A medida que avanza la trama la figura de Wilma, la pareja de Sammy, se hará más fuerte, controlando los hilos de la ficción de manera intempestiva y sagas. Ella sirve para modificar la linealidad de la historia, y le agrega sustancia:
“Apareció Wilma con un Smirnoff Green Apple, apagó los detalles con sensualidad y nos arrastró de la mano. La mirada de Sammy y la mía nunca se cruzaron. En la habitación sonaba Tanto Tempo de Bebel Gilberto. Me quitó la remera y me alcanzó con su transpiración dulzona de noche tropical”.
Gastón Virkel ha escrito una novela donde el pasado quiere proyectarse luminoso hacia un futuro incierto. Lo hace en una original clave pop en función de dar autoficción e imágenes desprejuiciadas, irónicas, veloces. También, es un libro imprescindible para entender la ciudad de Miami en el siglo XXI y la literatura escrita en español en Estados Unidos.
Hernán Vera Álvarez, a veces simplemente Vera (Buenos Aires, 1977). Es escritor, dibujante y editor. Realizó estudios de literatura en Florida International University donde actualmente trabaja como profesor. Imparte talleres de escritura creativa en distintas instituciones, entre ellas, el Koubek Center del Miami Dade College. Dentro de su obra se destacan La librería del mal salvaje —Florida Book Awards— y Los hermosos. Es editor de varias antologías, entre ellas, Vacaciones sin hotel —Florida Book Awards—, Don´t cry for me, América—Latino International Book Awards— y Escritorxs Salvajes. Muchos de sus textos han aparecido en The New York Times, The Hong Kong Review, Latin American Literature Today, El Nuevo Herald, Nueva York Poetry Review, La Nación y Clarín. Desde el 2000 reside en Estados Unidos, de los cuales ocho años vivió como un ilegal y trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas, en la construcción. X: @HVeraAlvarez
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Posted: March 21, 2024 at 5:59 am