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No, it’s not just the economy!
COLUMN/COLUMNA

No, it’s not just the economy!

Adriana Pacheco

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Con una campaña que recaudó más de un billón de dólares, que duró un poco más de 100 días y que se había pronosticado como una de las más exitosas para el partido demócrata, Kamala Harris perdió el 5 de noviembre la presidencia de los Estados Unidos. Esta historia ya la habían escuchado los miembros y los seguidores del partido, cuando en 2016 Hillary Clinton, otra mujer con una sólida trayectoria y experiencia política contendió por ese mismo puesto para perderlo después de una gran campaña. El adversario en ambos casos es el mismo: Donald Trump. En la primera, Clinton se enfrentó a un magnate del mercado inmobiliario de Nueva York y figura de la televisión que se obstinó en ser presidente de su país. En la segunda, Harris fue contra un expresidente que se postulaba por tercera vez y, una de esas tres veces, después de haber sido acusado y procesado por cargos como instigar una insurrección, fraude, abuso de autoridad, acoso y más.

La primera vez, los que vivimos y votamos en este país fuimos testigos el día de las elecciones de una montaña rusa de emociones, en donde a momentos se veía esperanza de que Clinton llegaría a los 270 votos mínimos. La segunda, con Harris, no fue así. Desde un inicio vimos cómo el país se pintó de rojo republicano sin ninguna sorpresa significativa a su favor en los llamados swing states y haciendo con esto casi imposible que los números se revirtieran. Fue un triunfo para los Republicanos, grande, rápido, y doloroso para los Demócratas.

La voz de los ciudadanos fue sonora y contundente, dándole su voto, no solo al hombre que les prometió “Make America Great Again”, sino, además, dándole la mayoría en el Senado al partido Republicano, ahora ya con 53 escaños contra 46 para los Demócratas y en la Cámara de Diputados con 213 para GOP y 202 para el partido liberal. Esto definitivamente ha sido una vuelta de tuerca que nadie se esperó, tanto por el triunfo que Trump obtuvo con el voto electoral y porque además ganó el popular, convirtiéndose en el primer candidato republicano a la presidencia en ganarlo desde hace 20 años.

Y es que toda esta elección fue extraña. Primero, Biden es el candidato de los demócratas, lo que para muchos era un riesgo debido a su edad y a la posibilidad de que muriera estando en el poder, lo que haría que Harris quedara como presidenta. Después Biden se retira y queda abierta la puerta para Harris, quien de la noche a la mañana se convierte de una figura no deseada a la candidata ideal con el apoyo de todo su partido. Su perfil, su campaña y su propuesta le permiten hacer una recaudación de fondos histórica, así como una movilización a nivel nacional de millones de americanos que llevó a las encuestas y pronósticos a asegurar que triunfaría en una elección apretada, pero a su favor. Incluso el pronóstico de Allan Lichtman y sus “13 llaves (keys)” le daban el triunfo. También se dijo que esta sería una de las elecciones más concurridas en la historia política de los Estados Unidos. Nada de esto sucedió. Harris perdió y la elección tuvo un alto índice de abstencionismo que queda claro tomando como referencia las elecciones del 2020, donde votaron 155,507,476 de personas, en 2024 lo hicieron 145,651,243. Es decir casi 10 millones de votantes, 9,856,233 para ser precisos que, a pesar de haber escuchado continuamente lo que estaba en juego en estas elecciones, decidieron no darle su voto a ninguno de los candidatos, ni partidos.

Sobre los resultados para los candidatos, Clinton ganó en 2016 el voto popular con 65,853,625 contra 62,985,106 para Trump, pero perdió por el voto electoral con 306 votos sobre 232. Biden quedó en 2020 con 306 votos electorales y con 81,283,501 de populares y Trump con 232 electorales y 74,223,975 de populares. Hoy, en 2024, Trump ganó con 312 votos electorales y 74,686,551 de populares, mientras que Harris perdió con 226 electorales y 70,964,692 de populares; es decir con una diferencia de 3,721,859 votos en su contra. En otras palabras, Trump ganó en esta elección con 462,576 votos más que los que tuvo contra Biden. Harris, en cambio recibió 10,318,809 votos menos que Biden en 2020.

Las teorías para explicar lo que seguramente pasará a la historia como el más sorpresivo resultado electoral en la historia política de los Estados Unidos, se basan ahora en información que puede ser muy subjetiva como la que proviene de “encuestas de salida”. En estos días diversos medios que las han realizado recogen algunos de los siguientes comentarios: la inconformidad ante la situación económica actual, un castigo para la administración de Biden, una respuesta ultra conservadora a las ideas progresistas de los liberales, la influencia de las iglesias y los grupos religiosos, los efectos de la publicidad masiva en contra del aborto y de las políticas a favor de las personas transgénero, el problema de la frontera y los migrantes, el papel de Harris como Vicepresidente de una administración no muy popular, así como el papel de los Estados Unidos en Ucrania y Gaza.

Pero lo que más ha sorprendido, además de esta derrota contundente de los demócratas, han sido los cambios en ciertos grupos de votantes y que se vuelven más reveladores al comparar las tres elecciones: 2016, 2020, y 2024. Uno de ellos es un incremento de votos de African-Americans a favor de los republicanos; los votos de los jóvenes, especialmente varones de los que Harris tuvo muchos menos que Biden y Clinton; la pérdida del voto latino, the latino vote, que puso a Harris como la candidata a la presidencia con menos apoyo de los latinos en la historia de las elecciones democráticas de este país.

Otro resultado totalmente inesperado fue el voto de las mujeres que se esperaba incluso que votarían abierta o secretamente por Harris, no por su género sino por sus propuestas a favor de los derechos de las mujeres sobre su cuerpo. Ejemplo de esto fue lo que Jesse Watters de Fox News dijo que, si su esposa votaba por Harris a espaldas suya, sería para él como si “estuviera teniendo un amante”. Tal vez lo que nunca se consideró es que iba a suceder lo contrario: que muchas mujeres que se esperaba votarían por ella, secretamente lo hicieron en su contra.

Hoy, habiendo pasado las horas de incredulidad, decepción, sorpresa, enojo para unos o dicha para otros, todos nos hemos volcado a tratar de entender qué es lo que sucedió. Para muchos, la razón de peso para los votantes se centró en la famosa frase: “It’s the economy, stupid!”, es decir que la elección se decidió por una razón económica y una respuesta reprobatoria a las políticas de la administración de Biden. Se habla también de un reacomodo de los grupos demográficos, borrándose las marcas por raza y uniéndose por su visión y principalmente su sentir sobre la economía, la política internacional, y sobre temas sociales sobre género, así como por su nivel educativo. Se culpa hoy a los demócratas de haber obviado el sentir de los votantes, por no haberles hablado y dado propuestas que fueran de acuerdo con lo que estaban viviendo; que la retórica democrática se basó en que temas como los derechos de las mujeres y el aborto les ayudaría a llegar a muchos votantes.

Sin embargo, ahora que el sueño demócrata es fallido, sale a la luz que dos terceras partes de los votantes consideran que la economía de los Estados Unidos está muy mal (Reuters), aunque es un hecho que a nivel internacional se ha celebrado lo que los economistas han llamado como los “Bidenomics” y que han ayudado a que el país se haya salvado del colapso económico que está sucediendo en el mundo en general. Sin embargo, esto no es lo que siente una persona que va al supermercado y compra menos que antes por el mismo dinero o la gran cantidad de áreas que están viviendo en pobreza y sobreviviendo día a día. Es lo que siempre sucede que el partido en el poder la tiene más difícil que el que va en contra y que no tiene nada que perder y sí mucho que ganar.

Se podría decir que Harris —a diferencia de Trump quien decía que tenía “concepts of a plan”— planteó desde un inicio un plan económico loable, con promesas de campaña precisas. Su página web muestra una propuesta en beneficio de la clase media con planes como reducción en precios, impuestos, costos de salud y medicinas, ayuda a los que compraran una casa por primera vez, cambios en medicare para las familias que cuidan a un anciano, estímulo para los que abrieran un negocio por primera vez, y muchas más. Para los que argumentan que solamente se centró en los temas de aborto y frontera, olvidan que Trump utilizó durante tres campañas el tema de los migrantes como una retórica del miedo, mientras que Harris se enfocó en una solución de raíz al problema migratorio.

Sin embargo, ante todos estos hechos, que ya están siendo ampliamente analizados y que es importante tenerlos en cuenta, yo quiero regresar la mirada a la competencia entre Harris y Trump, independientemente de lo que sucedió en el Senado y en la Cámara. Quiero recordar que esta es la segunda vez que una mujer compite por la presidencia de los Estados Unidos y que pierde. A diferencia de Clinton, esta vez se trató de una mujer de color, venida de la clase trabajadora, con estudios superiores, con una carrera política enfocada en la procuración de justicia, después senadora y hoy vicepresidente. Compitió en una campaña muy corta y se enfrentó a un abstencionismo muy alto, casi 10 millones de votantes, al rechazo de miles de latinos, de mujeres y hombres blancos y de color y de los jóvenes y primeros votantes. Los argumentos de un borramiento de las diferencias raciales no quitan el hecho de que esta elección pudo haber definido una nueva era en la política americana y tener al fin a una mujer como presidenta, dejando de ser el único país grande en el continente que no ha tenido una. El argumento de que la situación económica fue la que decidió la elección no puede opacar que los votantes hubieran podido votar contra los demócratas, pero pudieron haber dado un voto de confianza en una candidata que continuamente habló de conciliación, escucha y gobernar para todos. Harris fue, y lo digo yo que voté por Clinton en 2016, mucho mejor candidata que ella al no cargar con la marca de la “realeza política” y diversos escándalos que hicieron que muchos no votaran por ella.

El perfil de Harris y sus propuestas de campaña en favor de las mujeres, y ahora sí por una cuestión de género, hizo creer a muchos que ganaría a muchas más. Al contrario, la historia se repitió como en los últimos 70 años donde las mujeres, principalmente blancas, han votado siempre republicano y solamente dos veces por candidatos demócratas a la presidencia: en 1964, cuando ganó Lyndon B. Johnson y en 1996, cuando quedó Bill Clinton. Los votos de mujeres blancas que Harris logró captar vinieron principalmente de aquellas con cierta preparación y educación escolar y un porcentaje mínimo de mujeres jóvenes entre 18 y 29 años.

Insisto, decir que esta elección no se definió también por un tema de género, es perder de vista datos como los de las encuestas de salida de organismos como Reuters que dicen que el 15% de votantes dijeron expresamente que no votaría por una mujer. Es decir, que considerando el total de votantes 145,651,243 este 15% representan 21,847,687 de votantes. Considerando que el 100% que votaron por Harris, sí votaron por una mujer, pensando o no en su género, no queda otra más que suponer que estos casi 22 millones de personas votaron todos por Trump, lo que significa que un 30% de los republicanos dijo que jamás votaría por una mujer. Evidentemente muchos de estos votaron por Trump, independientemente de quien haya sido su adversario, pero bastaba con que un 5% de quienes votaron por él no hubieran tenido el bias del sexismo, para que ella hubiera recibido suficientes votos para haber ganado.

Muchos son los factores por los que Kamala Harris perdió las elecciones, pero los que votaron en su contra por su género demuestran un sexismo que afecta a todas las mujeres, incluso las que votaron por un candidato que consistentemente ha demostrado una masculinidad exacerbada, una retórica de “we would protect women, whether they like it or not”, representa un atraso en el lugar de las mujeres en el campo social, económico o político y en sus derechos sobre su cuerpo y su vida. El voto contra Harris fue también un voto de desconfianza y la negación a conocer una manera y una sensibilidad diferente de manejar los destinos de un país.

Por segunda vez, los demócratas confiaron en que una mujer podía manejar los destinos de una de las naciones más poderosas del mundo. Por segunda vez los votantes decidieron no tener las agallas y permitirle a una mujer dirigir a su nación. Así que “No, it’s not just the economy” fue algo mucho más complejo que nos atañe a todos.

 

*Foto de Colin Lloyd en Unsplash

 

Adriana Pacheco, PhD. es investigadora y es escritora. Fundadora del Proyecto Escritoras Mexicanas Contemporáneas y la fundadora y conductora de la página web y podcast Hablemos, Escritoras. Es coordinadora de los libros Romper con la palabra, violencia y género en la obra de escritoras mexicanas contemporáneas y Rompiendo de otras maneras, cineastas, periodistas, dramaturgas y performers. Es investigadora afiliada de LLILAS, University of Texas, Austin, miembro de Advisory Board del Texas Book Festival y fue miembro y chair del International Board of Advisors en la Universidad de Texas, Austin. Su Twiter es @adrianaXIX_XXI

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Posted: November 11, 2024 at 9:31 am

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