Oppenheimer: El moderno Frankenstein.
Jaime Perales Contreras
Oppenheimer(2023), de Christopher Nolan, y Frankenstein (1888) de Mary W. Shelley, coinciden ambos en proyectar en sus respectivas obras el mito del dios griego Prometeo, quien roba el fuego y se lo entrega a los hombres. Zeus lo castiga y lo encadena al monte Cáucaso en donde un águila devora su hígado, el cual vuelve a crecer durante la noche. Duro castigo. Esta historia, contada por Apolodoro el Gramático, aparece como epígrafe al inicio de la película, la cual es tomada del libro de Kai Bird y Martin J. Sherwin: Oppenheimer: Prometeo Americano (2006), obra ganadora del Premio Pulitzer y biografía en la que está parcialmente basado el filme.
En el libro de Shelley, Frankenstein, profundamente abatido por las consecuencias de haber violado las leyes de la naturaleza, trata de destruir su célebre creatura fabricada con partes de cadáveres. El innombrado personaje, brillante, vengativo, y carente de cualquier moralidad, le ordena continuar con sus experimentos al Dr. Frankenstein, para que construya una compañera, una nueva Eva, como es calificada en la novela. Frankenstein horrorizado por su letal creación se resiste terminantemente y concluye la novela de manera trágica para ambos personajes. En el filme de Nolan, la macabra analogía se sostiene, ya que hay diversas escenas de Oppenheimer, (Cillian Murphy), padre de la bomba atómica, quien, atormentado por la devastación que causó su invención en Hiroshima y Nagasaki, se opone con firmeza a la construcción de la bomba de Hidrógeno, 1000 veces más potente que su antecesora. No había razón de producirla en tiempos de paz. Esto se ilustra en una escena con el Presidente Harry J. Truman (Gary Oldman) en la Casa Blanca, en donde Oppenheimer le confiesa su gran preocupación sobre cómo el mundo lo juzgará en el futuro. Truman, como una forma de aligerar esa pesadumbre, menciona que la culpa histórica recaerá sobre él, por haber tomado la decisión de utilizarla. “No vuelva a recibir a ese niño llorón”, le dijo molesto el entonces presidente de los Estados Unidos a su subalterno en la Casa Blanca, cuando concluye la visita de Oppenheimer.
La parte en que se concentra Nolan de la extensa biografía de Bird y Sherwin, es la historia del llamado Proyecto Manhattan, que fue la construcción de la bomba atómica en el laboratorio de Los Álamos, Nuevo México, entre 1943 a 1945. A su vez, a través de una serie de interpolación de tiempos, nos muestra la audiencia que tiene Oppenheimer en 1954 ante la Comisión de Energía Nuclear de los Estados Unidos, en donde se le acusa de ser desleal a su país por su simpatías hacia el comunismo antes de la Guerra.
Asimismo, también se nos muestra la audiencia que se tuvo en 1959, en el senado, orquestada por el Secretario de Comercio Lewis Strauss (Robert Downey Jr.), anterior colega de Oppenheimer y en ese momento su inquisidor. La película nos da la impresión que el verdadero motivo de Strauss es una clásica situación Mozart-Salieri, como la presentaría el director checo Milos Forman en su filme Amadeus (1984), ya que la acusación, al parecer, según el filme, era de naturaleza personal, fundaba, más que todo, en envidia. Fue también el momento del período del Macartismo y de su cacería de brujas anticomunista, en donde el senador Joseph MacCarthy recriminó a aquellos malos norteamericanos que mal aconsejaban al gobierno de no continuar con la construcción de la bomba H, mientras que los servicios de inteligencia mostraban que Rusia trabajaba febrilmente para desarrollarla.
Además de la biografía de Bird y Sherwin, también hay escenarios en la película que nos recuerdan El caso Oppenheimer (1964) de Heinar Kipphardt. Esta pieza teatral tuvo éxito en su momento–cuya adaptación al cine la escribió el propio Kipphardt–. En el libro de Bird y Sherwin, se relata que Oppenheimer le causó gran desagrado la obra de teatro tanto que intentó demandar al autor. Sin embargo, a pesar de que esta interpretación dramática se basó en el informe de 3000 páginas publicado por la Comisión de Energía Nuclear de los Estados Unidos, fue una ficción y por ello no se podía proceder jurídicamente. Más tarde, Oppenheimer tendría una actitud más consecuente al verla representada en París.
Mujeriego y egocéntrico, así lo calificó el General Leslie R. Groves (Matt Damon) a Oppenheimer cuando decide contratarlo para coordinar la creación del letal instrumento de guerra. La película de Nolan salpica en su filme estas características en su momento, cuando exhibe dos escenas de desnudos con Jean Tatlock (Florence Pough), amante del científico, las cuales hicieron que la película se restringiera en su clasificación para un público adulto, algo inusual para Nolan, ya que, todas sus obras anteriores, con excepción de Memento(2001), fueron orientadas para una audiencia más joven.–Según Nolan explicó en una entrevista, los desnudos se presentaron como una manera de realizar una película más libre y personal–.
Asimismo, se dice que Christopher Nolan al realizar Oppenheimer también se liberó de las películas de superhéroes, sobre todo de la trilogía de Batman (2005-2012). No tanto, Según Blake Snyder en ¡Salva al gato!, un filme de este tipo de género no necesariamente tiene que estar orientado a personajes ficticios, sino que los superhéroes en los filmes pueden ser personas de carne y hueso que realizaron actos extraordinarios en su vida y que sobrepasan el común de la gente. Oppenheimer se encuentra obviamente dentro de la categoría de Snyder, aunque, más bien, podría ser calificado en el cine como un antihéroe. El antihéroe, a diferencia de un villano, efectúa acciones éticamente reprobables, pero que son presentadas de tal manera que puedan ser justificadas en el filme. En Oppenheimer se establece la clásica excusa histórica que la bomba atómica fue necesaria para concluir la Guerra. Como se sabe, a los seis días se haberse detonado estos artefactos, Japón se rindió. Este tema, sin embargo, ha sido un punto de debate entre historiadores, como Tony Judt, quienes han argumentado que la detonación de las bombas no era necesaria, debido a que el pueblo japonés estaba derrotado moralmente y que simplemente esta arma tan terrible fue una manera de probarle al mundo y, sobre todo a la Unión Soviética, que los Estados Unidos no dudarían en usarla. Incluso, Barack Obama, el primer presidente estadounidense que pisó Hiroshima, en su visita oficial a Japón en el 2016, negó disculparse ante el país, reafirmando la versión oficial que la bomba atómica fue un mal necesario.
El gran éxito de la película de Nolan, también, es haber realizado un docudrama comercial. Es decir, el generar ganancias substanciales. Como se sabe, este tipo de filmes de carácter biográfico e histórico de naturaleza documental son difíciles de obtener financiamiento por los grandes estudios de Hollywood: ¿quién demonios va a ver una película que todo el mundo sabe cómo va a acabar?, le argumentaba la Warner a Robert Redford cuando estaba tratando de vender la idea para que se produjera Todos los hombres del presidente (1973), filme basado en el libro de Bernstein y Woodward, sobre el caso Watergate y que fue el primer docudrama de éxito comercial y de crítica. Por esa razón, para atraer al público, Nolan vendió la idea un tanto pueril y macabra de filmarla con cámaras de alta resolución para que se “disfrutara” plenamente del espectáculo de su película.
Algo poco comentado, es que la película nos da un guiño biográfico al mostrarnos que Oppenheimer era gran admirador del poeta T.S. Eliot y, sobre todo, de “La tierra baldía”, el cual, como se sabe, el poema es un grito desesperado ante la desolación provocada por los efectos de la Primera Guerra Mundial. El célebre texto de Eliot es un retrato literario que le queda como anillo al dedo a la devastación provocada por la bomba atómica. El paisaje después de la bomba se convirtió en una tierra baldía, desértica, yerma. La conclusión que nos da el filme es que el Dr. Robert Oppenheimer, devorado por el remordimiento de haber causado numerosas muertes, al igual que el Dr. Victor Frankenstein, se convirtió en víctima de su propio genio.
-Foto de Museums Victoria en Unsplash
Jaime Perales Contreras. Doctor en Estudios Culturales y Literatura por la Universidad de Georgetown. Trabajó durante doce años en la Organización de Estados Americanos (OEA), en la sede en Washington, D.C., en las áreas de Democracia y Seguridad humanitaria. Entre sus distinciones, ha obtenido la John William Fulbright Scholarship, la beca del Consejo Británico y la del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Entre sus obras se encuentra su importante ensayo biográfico Octavio Paz y su círculo intelectual (Ediciones Coyoacán/ITAM) (tercera edición, (2017)) y su volumen de relatos titulado El gallo que fingió ser Jorge Luis Borges (Fontamara, 2015). Su último libro se llama Leer cine (Cine y literatura) (Fontamara, 2020). Actualmente es profesor de Cátedra del Tecnológico de Monterrey y profesor de asignatura del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) en la Ciudad de México.
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Posted: August 15, 2023 at 9:26 pm