Music
Queremos tanto a Wayne

Queremos tanto a Wayne

David Dorantes

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Without a Net

En aquel entonces era difícil saberlo. Uno va al teatro y vive su noche sin pensar. Nos reunimos cientos el cálido viernes 4 de abril del 2014 en el Wortham Theatre de Houston, Texas. Vamos a sentir el jazz. No es sólo otra noche de música. En el escenario ya están Danilo Pérez (piano), John Patitucci (bajo) y Brian Blade (batería) calando sus instrumentos. Se podrían escribir enciclopedias de esos señores. De repente un hombre de pelo cano, a paso muy lento, sale de entre las cortinas por el lado derecho. Su presencia hace suyo todo el teatro. No ha tocado una sola nota, pero ya nos hemos puesto de pie para aplaudirlo. Se podrían escribir hagiografías de ese señor. Contenemos la respiración cuando el hombre toma su saxofón. Nos dejamos caer sin red en un abismo ajeno a la gravedad y por toda la historia del jazz.  La verdad es más valiosa si uno se tarda años en encontrarla. En este teatro está una de las grandes verdades del arte. Muchos hemos esperado años para encontrarla. No soy digno de que vengas a mí, pero una melodía tuya bastará para sanar mi alma. Por encima de la publicidad, de las filas interminables, de los carteles y las críticas, éramos tantos los que queríamos ver y escuchar a Wayne Shorter.

Getting To Know You

Newark, New Jersey, es un punto capital en la historia del jazz. Ahí nació Wayne Shorter el 25 de agosto de 1933 hijo del soldador Joseph y la costurera Louise. El pequeño Wayne todavía no lo sabía, pero en su ciudad la música andaba desatada. En la intersección de Williams Stret y Halsey Street los bares Key Club y Sparky J’s recibían cada noche a los grandes nombres del jazz que tocaban ahí en los días que les quedaban libres en los clubs de Nueva York. El swing de las grandes bandas y el naciente be-bop eran la onda. El viernes 26 de junio de 1942 la compañía Savoy Records se fundó y sentó su base en Newark. Charlie Parker (saxofón), Errol Garner (piano), Dexter Gordon (saxofón), Fats Navarro (trompeta), Miles Davis (trompeta) y J.J. Johnson (trombón) acudieron a grabar en esa compañía. Las estaciones de radio locales fuero las primeras naves a las que se subió el niño Wayne para ir tras esa música. El chavito escuchaba la radio mientras devoraba comics de ciencia ficción que alimentaron en su imaginación la idea de un universo en donde se puede ir de galaxia en galaxia como quien cruza la calle. “No tiren sus sueños de infancia… sean muy fuertes para protegerlos” dijo Wayne Shorter años después.

Blues à la carte

Los sueños de infancia de Wayne Shorter comenzaron con el dibujo. A. los nueve años dibujó y escribió el guion de un cómic fantástico que llamó Other Worlds. Un título premonitorio para un artista que muchos años después abrió otros mundos musicales. El cuaderno en el que trazó aquella historia lo conservó siempre. En 1945 sucedió algo que cambió el rumbo de la vida del niño. Charlie Parker grabó para Savoy Records el disco The Genius of Charlie Paker con Dizzy Gillespie (trompeta), Miles Davis (trompeta), Max Roach (batería) y Curly Russell (bajo). Las estaciones de radio en Newark dieron a conocer los temas Koko, Cherokee, Donna Lee, Barbados. El propio Wayne Shorter le contó a Ethan Iverson (piano) que cuando escuchó la música que el locutor anunció como be-bop pensó: “¡Oh, eso suena como algo en las películas de ciencia ficción!”. Bajo el embeleso de ese sonido Wayne Shorter comenzó a tomar clases particulares de clarinete. En las noches de adolescencia se colaba sin pagar a los teatros para ver en concierto a Dizzy Gillespie y Stan Kenton (piano). Al poco de empezar con el clarinete se cambió al saxofón por la influencia de su nuevo súper héroe, Charlie Parker.

Wayning Moments

Wayne Shorter cursó la preparatoria en la mítica Newark Arts High School que, hasta ahora, es uno de los grandes centros de educación para jóvenes artistas al oeste del Río Hudson. En aquella institución el joven conoció la obra de compositores como Igor Stravinsky, Sergei Rachmaninoff, Wolfgang Amadeus Mozart. Luego de las clases el chavalo se quedaba en la biblioteca de la escuela para leer sobre la relación amorosa de Frédéric Chopin con George Sand y un libro con cartas de Ludwig van Beethoven. En las horas de práctica al saxofón intentaba imitar el sonido de Charlie Parker. En el decenio de 1950 el be-bop era mucho más que un movimiento musical. Era la banda sonora de una rebelión. La bandera de los que buscaban zafarse de las constricciones impuestas por el sistema. No por nada los poetas beatniks usaron los temas del be-bop como himnos de batalla. En aquel huracán social estaba Wayne Shorter absorbiéndolo todo. Al terminar la preparatoria el muchacho tomó rumbo al este. Las aulas de la Universidad de Nueva York (NYU, por sus siglas en inglés) lo recibieron para estudiar música. La misma ciudad que abrigaba a muchos de sus héroes de los cómics y el jazz ahora lo recibía a él.

The Big Push

El joven saxofonista se graduó de NYU en 1956 con el título de Educación Musical. Un pedagogo del sonido, pues. Los ojos de los grandes nombres del jazz comenzaron a ver con atención al flaco recién llegado que soplaba el saxofón tenor casi con timidez en la banda de Maynard Fergurson (trompeta). Durante una gira con Fergurson por Canadá en 1959, Shorter se cruzó con Lee Morgan (trompeta) en la misma ciudad. Morgan ya era integrante del mítico grupo Art Blakey and The Messengers. De Art Blakey (batería) les platico otro día. Por esas cosas que son muy comunes en el mundo de la música Hank Mobley (saxofón) se había perdido de repente. Los mensajeros del jazz estaban incompletos a media gira. A Morgan se le iluminaron los ojos cuando vio a Shorter. “¿Quieres tocar con los mensajeros?” imploró Morgan a Shorter. En donde las dan hay que tomarlas. Art Blakey como cortesía llamó por teléfono a Maynard Fergurson y le dijo que necesitaba prestado al chico del sax tenor. “Mira, Wayne es un piloto de guerra atrapado en una big-band” explicó Blakey a Fergurson. Éste sólo pidió que le consiguieran al remplazo. Joe Farrell (saxofón) fue el sustituto permanente de Shorter porque ya nunca volvió con Fergurson.

One By One

Con The Messengers el líder Art Blakey desarrolló un sonido enraizado en el blues, revestido de swing duro, pero escapándose hacia el be-bop y prefigurando el hard-bop. Por las filas de esa banda pasaron algunos de los solistas más capaces en la historia del jazz. Art Blakey fue a la batería de jazz lo que Fernando de Magallanes a la navegación. Con semejante capitán encabezando la embarcación el joven Wayne Shorter surcó nuevas corrientes sonoras. Poco a poco el viejo maestro de la percusión le cedió al joven saxofonista la dirección y composición musical.  Para The Big Beat (1960) Shorter compuso The Chess Players, Sakeena’s Vision y Lester Left Town. El disco es puro hard-bop con retazos de gospel, swing, blues y experimentaciones en los solos que han resistido el paso del tiempo por su técnica y preciosa emoción. Además de Blakley y Shorter al disco lo completan Lee Morgan, Bobby Timmons (piano) y Jymmie Merritt (bajo). La vibrante pieza Lester Left Town es un homenaje al gigante Lester Young (sax) a quien Shorter conoció años antes en un bar de Toronto, Canadá, durante un concierto y esa misma noche acabaron los dos tomando coñac en el sótano de una bodega de vinos.

Contemplaiton

Con Art Blakey and The Jazz Messengers el joven Wayne Shorter sólo estuvo cuatro años intensos en giras, conciertos, grabaciones, ensayos. Aprendiendo y enseñando. En ese tiempo grabó y compuso en los discos Paris Jam Sessions (1958), A Night in Tunisia (1961), Art Blakey and The Jazz Messengers (1961), Mosaic (1962), Three Blind Mice (1962), Buhaina’s Delight (1963), Caravan (1963), Ugetsu (1963), Golden Boy (1964) Free for All (1965), Kyoto (1966) e Indestructible (1966). Todos tienen un denominador común. La visión de Shorter como compositor, solista o arreglista abrió nuevos caminos en el futuro del jazz ya que cada uno de esos discos es un rico venero del cual abrevaron miles de artistas que llegaron después. De principio a fin ninguno de esos trabajos tiene desperdicio. En muchas aulas de las universidades de Estados Unidos los chicos que estudian Jazz tienen que escuchar varios de esos discos, analizarlos, interpretarlos y, de ser posible, explicarlos. El paso de Shorter en la banda de Blakey causó una gran impresión entre otros jazzeros de la Costa Este de Estados Unidos quienes ya lo apodaban ‘The Newark Flash’. Por eso Miles Davis le llamó para invitarlo a su quinteto.

Sanctuary

Miles Davis (trompeta) tuvo dos grandes quintetos. El primero de 1955 a 1958 y que a veces se transmutaba en sexteto. El segundo de 1964 a 1968 con un personal que, de sólo nombrarlo, da vértigo. Shorter (sax tenor), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (bajo) y Tony Williams (batería). El carácter violento, arrebatado y súbito de Miles Davis le causaba muchas enemistades entre los músicos. Sin embargo, el tono colérico del trompetista encontraba freno con Shorter. El trompetista nunca le corrigió una nota, un arreglo, un solo o una composición a su saxofonista. En ese tiempo Hancock y Shorter se hicieron amigos íntimos más allá de su oficio como artistas. Hancock dijo alguna vez que Shorter era “irremplazable”. Ese quinteto entró en armonía con los cambios radicales que la segunda parte de la década de 1960 ya se sentían por el mundo. Su música fue un santuario de experimentación y apertura. Aquellos cinco músicos comenzaron a dibujar olas de sonidos que eran jazz, pero también eran fusión. Todo cabe en un quinteto sabiéndolo acomodar. Ahí están los discos E.S.P. (1965), Miles Smiles (1967), Sorcerer (1967), Nefertiti (1968), Miles in the Sky (1968) y Filles of Kilimanjaro (1968) como evidencia.

More Than Human

Por esos años estaban pasando demasiadas cosas en la vida de Wayne Shorter. Su matrimonio con Teruko Nagakami, con quien se casó en 1961, terminó luego de cinco años de altibajos. Joseph Shorter, su padre, murió en un accidente de auto en 1966 cuando volvía a casa tras ver a su hijo en concierto. Poco después se casó con su segunda esposa, Ana María Patricio, con quien tuvo una hija, Iska, que nació con algún tipo de daño cerebral. La niña sufría convulsiones casi a diario y sus angustiados padres se tiraron a la bebida. “La tragedia es temporal” dijo Wayne Shorter muchos años después. Quién sabe cómo le hizo el músico para sacar arte y fortaleza en medio de la adversidad. Además de sus discos con Miles Davis se dio tiempo para firmar como solista grandes trabajos como Night Dreamer (1964), JuJu (1965), Speak No Evil (1966), The All Seeing Eye (1967), Adam’s Apple (1967), Schizophrenia (1969) y Super Nova (1969). Esos discos cabalgan entre el post-bop al free-jazz, experimentan con escalas modales en una pátina de blues y rozan el desconcierto. El dolor en verdad es un motor extraño para la creatividad. Algunos de los temas de esas obras se convirtieron en standars obligados en el repertorio del jazz actual.

Bitches Brew

En 1969 el siempre visionario Miles Davis preparó a fuego lento el brebaje de suripantas que definió para siempre la ruta para el jazz de fusión. Por supuesto que en la primera línea de invitados al sarao estaba Wayne Shorter. El jazz dejaba la tradición acústica y se sumergía en el ímpetu electrónico. Bitches Brew (1970) es el paradigma del jazz moderno. El disco abre con los veinte minutos y monedas de Pharaoh’s Dance de Joe Zawinul (teclados). Por órdenes del obsesivo Miles Davis las decenas de músicos que tocaron en el disco sólo ensayaron juntos una vez antes de grabar cada pieza. Joe Zawinul era muy conocido en Nueva York como pianista y tecladista de Julian ‘Cannonball’ Adderley (sax) para quien había compuesto Mercy, Mercy, Mercy un tema que es piedra fundacional del soul-jazz. Ese sonido capturó el oído de Davis quien lo llamó para la caótica y demandante sesión de grabación de tres días del brebaje de meretrices. La historia de esa grabación merece que se los cuente un día de estos. En caso es que en ese disco coincidieron tocando Joe Zawinul y Wayne Shorter quienes decidieron unir sus caminos tras beber el brebaje de fusión que Miles preparó.

I Sing The Body Electric

Joe Zawinul era de un carácter encendido y huraño. Wayne Shorter buscaba la paz y la conciliación. Antes de Bitches Brew los dos ya habían coincidido diez años en la big-band de Maynard Ferguson. Luego se encontraron en In a Silent Way (1969) otro disco de Miles Davis que arrimó al jazz con el rock.  Si la tecnología cambia a las sociedades pues también cambia la música. La primera alineación de Weather Report, la banda seminal del jazz-fusion, también tenía a Miroslav Vitouš (bajo), Alphonso Mouzon (batería), Don Alias (percusión) y la casi olvidada Bárbara Burton (percusión). El disco epónimo Weather Report (1971) sacudió todo. Zawinul y Shorter se turnaban para ser el corazón o el cerebro de aquella banda que juntó jazz, rock, funk, reggae, samba, proto new age y sepa la bola cuántas cosa más. Por ahí pasaron verdaderos personajes como el mítico Jaco Pastorius (bajo) quien redefinió el sonido del bajo eléctrico en el jazz. Esa banda grabó obras maestras como Mysterious Traveller (1974), Tale Spinnin’ (1975), Black Market (1976) y Heavy Weather (1977). El ciclo se cerró con This Is This! (1986). Wayne Shorter emprendió entonces su camino en solitario.

High Life

Wayne Shorter empezó el camino con el pie izquierdo. Su primer disco en esa nueva etapa fue Phantom Navigator (1987) que, por alguna razón, no está a la altura de su talento del que nadie tenía dudas. Es un disco flojo e insustancial. Luego lanzó Joy Rider (1988) que está peor y raya en lo cursi. Sin embargo, pudo enderezar el camino con A Tribute To Miles (1994) producido por su viejo amigo Herbie Hancock. Ese disco de homenaje fue la chispa que encendió la flama del veterano saxofonista. Ya no hubo vuelta atrás. Wayne Shorter no paró de experimentar, buscar, de buscarse en High Life (1995), 1+1 (1997), Alegría (2003), Beyond the Sound Barrier (2005) y Emanon (2022). Con cada una de esas grabaciones hizo conciertos en que atraparon a quien lo haya visto. Uno cerraba los ojos y el saxofón de Wayne Shorter era la llave para abrir puertas que llenaban de claridad las sombras, su música era la resortera que hacía volar las piedras, el submarino que descubría las profundidades que uno lleva aún sin conocerlas. Nos hacía pensar mientras sacudía nuestros cuerpos revelando otros visiones del sonido. El visionario músico murió el dos de marzo del 2023 en su casa de Los Ángeles, California, a los 89 años.

Edge of the World

El 18 de octubre del 2014 el Stockholm Concert Hall, en Suecia, se llenó de espectadores tan ansiosos como los de Houston, Texas aquel mismo año, pero meses antes. Esa noche Wayne Shorter volvió a subir al escenario acompañado de Danilo Pérez (piano), John Patitucci (bajo) y Brian Blade (batería). ¿Ustedes no han experimentado alguna vez ese misterio que jamás engaña y que se llama corazonada? Tal vez los espectadores de aquel concierto sintieron la corazonada de que estaban a punto de ver algo histórico. La intuición no engaña. La compañía de discos Blue Note Records anunció que el próximo 23 de agosto del 2024 saldrá a la venta el disco Celebration, Volumen 1 que es justo la grabación de aquel concierto en el corazón de Suecia. Wayne Shorter trazó en Estocolmo caminos sobre el aire. Sus intrincadas armonías elípticas lucen vibrantes. Usa secuencias de acordes que luego sus escuderos, sobre todo Pérez, retoman para sus respectivas improvisaciones. El cuarteto que grabó ese concierto es una banda que no tiene miedo de tomar riesgos. En aquel entonces era difícil saberlo. Uno va al teatro y vive su noche sin pensar el por qué queremos tanto a Wayne.

*Foto de Christophe Simon/AFP vía Getty Images

David Dorantes (Guadalajara, México) periodista y escritor. Ha sido reportero de cultura, deportes, crimen e investigaciones especiales para los diarios Siglo 21Público-Milenio y Houston Chronicle, además de columnista de música en los semanarios Primera Plana y Cambio. Tomó el taller de Crónica Periodística con Gabriel García Márquez invitado por la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano 2000 y ganó el Premio Emisario de Periodismo de la Universidad de Guadalajara 2000. Uno de sus cuentos apareció en la antología Dime si no has querido. Antología de cuentos desterrados (Literal Publishing, 2018), la primera de autores Latinoamericanos en Houston. Actualmente es periodista free-lance para varias publicaciones en Estados Unidos, México y España. Su Twitter es @HDaviddorantes

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Posted: August 6, 2024 at 8:44 pm

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