Flashback
Rembrandt y las contra-dicciones

Rembrandt y las contra-dicciones

Ricardo López Si

La penumbra que envuelve a la pintura no fue premeditada. Resulta que en 1947, luego de que el lienzo pasara por un proceso de restauración, se descubrió que la escena de la expedición transcurría a plena luz del día, pero con el paso del tiempo el lienzo sufrió un deterioro irreversible…

Era más o menos previsible que para buena parte de los críticos de arte la obra cumbre de Rembrandt van Rijn, uno de los hitos fundacionales de Ámsterdam como capital cultural, fuese El buey desollado (óleo sobre tabla) y no La ronda de noche (óleo sobre lienzo).

De la primera existen dos versiones, con ligeras variaciones de luz y color. La más famosa se exhibe en el Louvre de París tras haber sido donada por el coleccionista de arte Louis Viardot. Mientras que la otra, con bastantes menos reflectores, se conserva en el Hunterian Museum and Art Gallery de Glasgow, el museo público más antiguo de toda Escocia.

Además de haber dedicado buena parte de su obra retratos y autorretratos, episodios bíblicos y mitológicos y, en menor medida, al socorrido paisajismo, Rembrandt exploró en los estertores de su carrera con el llamado bodegón, o también referida como pintura de naturaleza muerta, un género que propone representar objetos sin vida, como animales de caza, frutas, flores, utensilios de cocina o antigüedades.

La mayoría de autores se sirvieron de este tipo de atmósferas para proyectar serenidad, bienestar y armonía mediante una fina iluminación y un hechizo de color. Rembrandt, como buen alma barroca, abordó el género para manifestar todo lo contrario: un mundo de contrastes y dramatismos. Por eso, El buey desollado es, más que una obra de arte, una inquietante metáfora de la muerte. También es cierto que la composición del cuadro remite casi a una crucifixión en toda la regla. La luz que ilumina la pieza del animal sacrificado dentro del sótano oscuro es una herencia indiscutible del tenebrismo que patentó Caravaggio.

Habiendo dicho todo esto, confieso, no exento de vergüenza, que me conmocionó más La Ronda de noche —un nombre algo más seductor que el original La compañía militar del capitán Frans Banninck Cocq y el teniente Willem van Ruytenburgh— : ese mastodóntico óleo que desde 1885 se exhibe en el Rijksmuseum de Amsterdam. Debieron ser sus desmesuradas dimensiones, la enigmática figura del capitán Frans Banninck Cocq, personaje principal de la puesta en escena, o la obsesión que despertó el cuadro en el apetito imperialista de Napoleón Bonaparte tras imponer a su hermano Luis en el trono del reino de Holanda.

La penumbra que envuelve a la pintura no fue premeditada. Resulta que en 1947, luego de que el lienzo pasara por un proceso de restauración, se descubrió que la escena de la expedición transcurría a plena luz del día, pero con el paso del tiempo el lienzo sufrió un deterioro irreversible, el cual provocó que el barniz se oxidara y la suciedad se acumulara. Como podría esperarse, los miembros del retrato militar colectivo —que en realidad es una composición de retratos individuales— pagaron una buena suma de dinero por figurar como protagonistas y actores secundarios. Este no es un gesto que para nada envilezca a Rembrandt. De hecho, los primeros en comercializar sus loas fueron, seguramente, los poetas de las cortes.

Hablo de todo esto porque recién descubrí que la relación de Rembrandt con Ámsterdam fue menos idílica de lo que suponía. De hecho, él, en realidad, nació en Leiden, una ciudad bañada por uno de los brazos del Rhin, al suroeste de Amsterdam, que para entonces era la capital de un imperio que expandía su influencia hasta América del Norte. Cuando el pintor renunció a los oropeles de las hazañas coloniales, la burguesía holandesa le dio la espalda durante su etapa más experimental. Endeudado, sumido en la más absoluta miseria tras haber dilapido toda su fortuna en obras de dudosa procedencia, su muerte pasó inadvertida. Ámsterdam lo engulló y lo abandonó a su suerte.

Sobre lo anterior reflexionó con mucha mayor lucidez el húngaro Arnold Hauser, uno de los historiadores del arte más respetados de Occidente, quien explicó que «Rembrandt no fue en modo alguno víctima de su naturaleza poco práctica, sino más bien de la progresiva orientación del público hacia el clasicismo. La Holanda liberal y burguesa, que le permitió desarrollarse libremente, lo aplastó cuando no quiso inclinarse».

Por ello, que la capital neerlandesa lo enaltezca como símbolo cultural y se apropie de su legado deviene en una contradicción muy similar al fenómeno Franz Kafka en Praga, un escritor de origen judío que fue mirado con suspicacia hasta el último de sus días por elegir el idioma alemán como lengua literaria. Y que, sin embargo, es explotado sin tregua por los operadores turísticos como brazo identitario de la capital checa.

Esta diatriba no pretende estropear sus vacaciones de verano en Ámsterdam o Praga, sino emprender una tímida campaña que promueva el cuestionamiento de los discursos hegemónicos. Como medida revolucionaria, propongo lo siguiente: la próxima vez que estén a bordo de alguno de los cientos de barcos turísticos que prometen descubrir los mejores secretos de la capital neerlandesa a través de sus canales, agiten la cabeza horizontalmente cuando escuchen por el altavoz el nombre de Rembrandt seguido del de Johan Cruyff y Ana Frank.

 

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

 

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Posted: July 11, 2022 at 7:45 pm

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