Un blanco móvil llamado Melania Trump
Miguel Cane
Este texto lo escribe alguien que –me gustaría dejar claro desde ahora– es fervientemente anti-Trump.
Desde 2015, cuando empezaban a darse visos de la posible campaña del millonario empresario en distintos medios y redes sociales (algo que hoy es una realidad), me mostré crítico y escéptico – por no decir eventualmente alarmado– ante las poses adoptadas por Donald J. Trump en sus peroratas de camino a la carrera presidencial. Siempre he señalado su discurso como una variante del fascismo surgido en Europa en los años 30 y que tan nefastas consecuencias alcanzó a tener unos años más tarde. Siempre he sido muy vocal al señalar que Trump es una persona manipuladora que apela al enojo del mínimo común denominador estadounidense y que este discurso pleno de odio, xenofobia e ignorancia, ha funcionado para pavimentar una campaña que, peligrosamente, podría llevarlo al 1600 de la avenida Pennsylvania en Washington DC y resultar en una desastrosa administración en noviembre.
No obstante lo anterior, creo que es correcto señalar también que el hecho de que su cónyuge, la exmodelo Melania Knauss, esta semana se haya convertido en objeto de una campaña de descrédito y slut-shaming por parte de algunos medios y redes sociales, encabezados por el New York Post, dista mucho de ser una “estrategia política” tolerable. El que la actual Mrs. Trump –de origen esloveno, y nacida en 1970– haya posado desnuda y en poses sexualmente sugestivas hace dos décadas como parte de su carrera como modelo, no debería tener nada qué ver con su imagen pública actual, ni debería ser motivo para que sea públicamente denostada.
Si bien la consorte del candidato republicano a la presidencia estadounidense ya había sido objeto de escarnio hace apenas unas semanas, al comprobarse casi de inmediato –y de modo inexplicablemente imprudente si se considera la estatura política que en estos momentos ostenta– que su discurso durante la conferencia nacional del partido republicano celebrada en Cleveland, Ohio, ostentaba similitudes más que casuales con el mismo tipo de discurso que ocho años antes Michelle Obama, la esposa del actual presidente en funciones, Barack Obama, había expresado durante la primera carrera de su marido en pos de la presidencia de su país.
El discurso de la Primera Dama estadounidense hacía clara alusión a su infancia en un hogar de clase trabajadora, a los sacrificios de su juventud y a cómo la unión con su marido no sólo había devenido en concebir dos hijas, sino un futuro positivo y factible para toda una generación en la nación. El que leyó Melania Trump, mismo que ella señaló “había escrito casi sin pedir ayuda”, contenía más de ocho pasajes tomados verbatim del discurso de Michelle Obama, y la controversia no pasó a mayores ante la oportuna aparición de una mujer llamada Meredith McIver, ostensiblemente una colaboradora cercana del empresario, que asumió total responsabilidad por haber redactado el texto de marras –si bien dejó claro en una entrevista al Ledger de Florida que Mrs. Trump estaba al tanto de que una de las fuentes había sido el discurso original de 2008– y de este modo “apagó” un posible incendio, aunque no sin que en los días de la convención Melania fuera objeto de un escarnio a nivel masivo en medios y redes sociales.
El que el Post esta semana publique fotos que datan de mediados de los años 90, en los que la entonces modelo aparece sin ropa es, no obstante, algo muy distinto: las imágenes, tomadas durante shoots profesionales, no pertenecen al momento actual y son presentadas sin contexto alguno, más que el del salaz morbo del público, en un intento de ridiculizarla en contraposición a su rol en la campaña por la presidencia de su marido.
Melania Trump es un ente distinto a su cónyuge. Este es el punto de partida: ¿qué tendrían entonces que ver con el momento actual las fotografías que pertenecen a otro episodio de su vida profesional –ni siquiera personal? Si las imágenes en cuestión hubiesen pertenecido a un momento íntimo de su vida privada, el Post estaría incurriendo en una invasión a su privacidad. Este no es, en definitiva, el caso. Arguyendo que así expone la doble moral del Partido Republicano y más particularmente, de su candidato (¿por qué?: no es él quien aparece desnudo en la publicación), el tabloide se ha amparado en la libertad de prensa para justificar lo que ha exhibido.
Libertad de prensa, sí, pero no exenta de un tinte moralino de prejuicio y sexismo. El que la entonces modelo hubiera sido contratada para realizar estas fotos nada tiene qué ver con su actual lugar en la vida ni con la carrera política del hombre con quien se casó en 2005. Lo mismo aplicaría en el caso demócrata. Es verdad que el camino a la Casa Blanca no está exento de mugre y que en esta particular elección –la primera mujer candidata a la presidencia versus el bombástico y agresivo rival– resulta terreno fértil para la injuria, la calumnia y la maledicencia.
Melania Trump es, pues, un blanco móvil (y como se ha demostrado, fácil) para los ataques que deberían, en todo caso, ir dirigidos a su marido, quien es el que finalmente accedió, y de un modo muy público, a generar este ambiente polarizado de tensiones sociales. Aunque asegura que asume su parte con orgullo y es uno de los principales apoyos del candidato, Melania también recibe la parte más injusta del trato: la descalificación sexista, misógina y explotativa. Y esto es algo que en ningún caso debería tolerarse, más aún cuando en el otro lado del espectro electoral se encuentra una mujer, que es tan vulnerable como ella a este tipo de ataques.
Obviamente, pedir un juego limpio en la guerra mediática que acompaña esta elección es de una candidez que podría ser rayana en lo ingenuo, pero mi postura al respecto es firme: soy anti-Trump. Pero el que la desnudez de su esposa, por el simple hecho de ser mujer, sea arrastrada por medios de toda la red, me parece una estratagema de pésimo gusto, que muestra claramente lo bajo que se puede caer. Aunque me temo que de aquí a noviembre no será lo más bajo a lo que se vaya a llegar, en cualquiera de los dos cuarteles.
Miguel Cane es autor de la compilación Íntimos ensayos y de la novela Todas las fiestas de mañana. Es colaborador de Literal. Su Twitter es @aliascane
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Posted: August 7, 2016 at 8:59 pm