Mi obsesión por la dama del Punk
Irma Gallo
El 20 de marzo Patti Smith abrió su cuenta en Instagram. Su primera publicación fue una foto de su palma extendida, con una argolla sencilla, y solo un comentario: “Hello Everybody!” Se llama @thisispattismith y a mediados de julio tiene ya 115 mil seguidores. Lo mismo comparte fotos de su gato que del cuadro “Las dos Fridas” –de Frida Kahlo, por supuesto–, o de ella besándole la frente al Dalai Lama y también de un cartel que conmemora el Día Mundial del Refugiado.
Pero de entre todos sus posts sobresalen aquellos que muestran fragmentos de hojas sueltas o de libretas en las que la abuela del punk –como la llaman algunos, aunque yo prefiero la dama– garabatea ideas, fragmentos de su diario y poemas.
Y es que la autora de uno de los discos fundacionales del punk, Horses, también es una poeta a la que el propio Allen Gingsberg reconoció un talento especial, según narra la misma Patti en uno de sus libros más entrañables, el autobiográfico Éramos unos niños.
Este libro, publicado en 2010 en inglés con el título de Just Kids, es uno de los más rabiosamente sinceros y conmovedores de la artista nacida en Chicago el 30 de diciembre de 1946. Narra la relación que mantuvo durante años con el fotógrafo Robert Mapplethorpe, su primer gran amor y a quien prometió, en su lecho de muerte, que contaría su historia.
Éramos unos niños cuenta cómo fue su primer encuentro, la pobreza en la que vivieron en Brooklyn mientras trataban de hacerse camino en el arte, la ambición de Robert por la fama y el dinero, y la disciplina de Patti, quien durante años trabajó en cosas que no la apasionaban con tal de llevar comida a la mesa. Narra cómo le pesó a Robert la repentina fama de Patti cuando ésta se decidió a ponerle música y cantar sus poemas, y describe la escena artística neoyorkina de finales de los sesenta y toda la década de los setenta: Andy Warhol, Sam Shepard, Allen Gingsberg y un sinfín de aspirantes a actrices, modelos y músicos que habrían de morir antes de tiempo, quemados por las drogas, el alcohol, el sida (como el propio Mapplethorpe) o suicidándose.
Me leí Éramos unos niños en versión digital, de un tirón, sin respiro. Mi lector de Kobo me anunciaba una lectura de 5 horas, pero estoy segura de que la hice en menos tiempo.
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El año pasado, en septiembre para ser precisa, Patti Smith estuvo en México. Junto con Lenny Kaye, amigo y guitarrista, ofreció una conferencia de prensa para anunciar la presentación de su poema Hecatomb, dedicado al escritor chileno Roberto Bolaño.
Patti llevaba chaleco negro largo -que tuvo que voltear y volverse a poner en plena conferencia de prensa cuando se dio cuenta de que se lo había puesto al revés- y su eterno termo de café.
En ese encuentro con los medios mexicanos, generosa y de buen humor, habló de su fascinación por el autor de Los detectives salvajes: “Cuando descubrí a Roberto por primera vez, él acababa de morir. Leí 2666, que para mí es una obra maestra. Y diría que cuando inició el siglo XXI, Roberto nos dio la primera obra maestra del siglo XXI, y luego murió. Esto para mí fue tan devastador. Era más joven que yo, y yo soñaba que si hubiera estado vivo, podría haber ido a encontrarlo y decirle: “Gracias, Roberto”. Pero no pude hacer eso, así que quería agradecerle haber escrito 2666 a través de este poema. El poema tiene 100 líneas, cada una con un acento en el sacrificio, como un homenaje a Roberto y su hermoso trabajo en 2666”.
También habló de Donald Trump y su política migratoria. Y dijo sentirse avergonzada: “Todos los días protestamos en contra de lo que ha estado haciendo, ya sea por la radio, por la prensa, por medio de los conciertos. Está dando un ejemplo terrible a seguir para el resto del mundo. Es un bulleador, no es muy inteligente, excepto en su mundo específico. Y el impacto que está causando en nuestro medio ambiente y en la salud y la seguridad de nuestra población inmigrante es deplorable. Es inmoral y lo pelearemos”.
Además de presentar su poema en Casa del Lago, Patti Smith inauguró una pequeña exposición fotográfica en el café La Habana, el mismo Café Quito de Los detectives salvajes.
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En noviembre pasado, solo dos meses después de haber asistido a la conferencia de prensa de Patti Smith y conocerla en persona (y maravillarme por su inteligencia y su simpatía), viajé a la ciudad de Nueva York. En una librería Barnes and Noble que estaba a la vuelta del departamento rentado por Airbnb en el que me hospedaba, encontré un tesoro: una edición pequeña, en pasta dura, del libro más reciente de Patti, Devotion, publicado por Yale University Press y New Haven and London.
El libro incluye fotografías a blanco y negro tomadas por la autora, y forma parte de la colección “Why I Write”, con el que la Universidad de Yale conmemora cada año a los ganadores del Premio Literario Donald Windham-Sandy M.Campbell (aunque Patti no ha ganado el galardón hasta ahora).
Devotion, que Lumen publicó en español este año, es un libro que escapa a cualquier definición: lo mismo cuaderno de notas que diario de viaje -de su recorrido por París, equipada con una libreta y el libro autobiográfico Un pedigrí, de Patrick Modiano, así como una monografía de Simone Weil-, incluye también una pieza de ficción en la que Patti cuenta la historia de Eugenia, una jovencísima patinadora de hielo que se debate entre la pasión por el patinaje y el futuro prometedor que le ofrece un hombre de 40 años de edad que la observa en el parque.
En la tercera parte de Devoción, Patti Smith narra su encuentro con Catherine Camus, hija del autor de El extranjero, que la invita a conocer la casa familiar en Lourmarin. La dama del punk le pide hojear el manuscrito de El primer hombre, lo que se convierte en una experiencia mística para ella.
“¿Por qué escribimos? Irrumpe un coro.
Porque no podemos simplemente vivir”.
Así termina el más reciente libro de Patti Smith, que por cierto, está invitada a participar en el Hay Festival que se realizará en la ciudad de Querétaro del 6 al 9 de septiembre de este año.
Y quien ha escuchado Horses, Gone Again o Banga, o ha leído Éramos unos niños, Tejiendo sueños o Devoción, no va a querer perdérsela.
Yo se que yo no.
*Imagen de portada: Irma Gallo
Irma Gallo es periodista y escritora . Colabora para Canal 22, Gatopardo, El Gráfico, Revista Cambio, y eventualmente para otros medios. Es autora de Profesión: mamá (Vergara, 2014), #yonomásdigo (B de Block, 2015) yCuando el cielo se pinta de anaranjado. Ser mujer en México (UANL, 2016).
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Posted: July 17, 2018 at 10:15 pm