Adiós conejita, adiós.
Miguel Cane
Ha sido una de las noticias más impactantes del año, que la revista estadounidense Playboy renuncie, voluntariamente, al que ha sido uno de sus principales detalles emblemáticos durante décadas, ya que a partir del próximo año, dejará de publicar imágenes de mujeres totalmente desnudas.
El anuncio lo hizo Scott Flanders, el consejero ejecutivo de la revista al New York Times, al tiempo que justificaba el cambio de rumbo de la publicación en la realidad impuesta por internet donde, según dice, “con solo un click ya se accede libremente a cualquier imagen sobre sexo”.
Según el diario neoyorquino, el pasado mes de septiembre, Cory Jones, uno de los editores de la revista, visitó al fundador de la publicación, el octogenario Hugh Hefner, en la Mansión Playboy, en Hollywood Hills, donde reside y desde donde aún dirige el medio. “Jones, muy nervioso, le sugirió a Hefner algo radical: la revista, líder en la revolución que ayudó a hacer visible el sexo en Estados Unidos, debería dejar de publicar imágenes de mujeres desnudas”, y Hefner, de 89 años y quien fundó la revista en 1953, “estuvo de acuerdo”.
De esta manera, Playboy sufrirá profundos cambios a partir del próximo mes de marzo en el diseño y, aunque seguirá mostrando imágenes de mujeres “en poses provocativas”, no volverá a editar un “desnudo integral”. Los directivos del mítico magazine mensual reconocen que han sido superados por las circunstancias de un mercado donde las imágenes de carácter sexual son muy accesibles por la irrupción de internet: “Para una generación de hombres norteamericanos, leer Playboy era un rito cultural, una emoción ilícita consumida casi a oscuras. Ahora, todos los adolescentes disponen de una conexión rápida a internet (…). Las revistas pornográficas, incluso las que incluyen otros contenidos como Playboy, (léase la polémica Hustler o Penthouse) han perdido su valor de impacto, comercial y su relevancia cultural.”
La tirada de la revista, cifrada en 5,6 millones de ejemplares en 1975, ha caído hasta los 800.000 en la actualidad, según datos de la Alliance for Audited Media estadounidense citados por el diario.
A partir de marzo, Playboy pasará a ser “una publicación más limpia y moderna”. Como si esas modelos de piel difuminada por el airbrush, que eran una pieza clave de la cultura de la segunda mitad del siglo XX, fuesen algo sucio. Esto es lo que más ira ha provocado entre admiradores del estilo innovador (aunque ya bastante manido) de la publicación en su era de oro.
La doble moral del magnate es, según él, una estrategia para no perder cuota del mercado digital. En realidad es por la imposibilidad de competir con la industria gratuita del sexo en Internet, como señalaba antes. Playboy no ha sido capaz de proponer una variante apetecible a la primera fuerza de Internet, el porno de paga y el gratuito, que incluyen ofertas más diversas como el sexo lésbico o incluso, para aquellos a los que tal cosa les gusta, el bestialismo.
Los negocios nocturnos de Hefner han acabado por hundir a su principal tesoro editorial. Sin embargo su marca ha permanecido intacta durante casi 65 año. Los ingresos que percibe la empresa en los últimos años provienen, sobre todo, por el merchandising de joyas, perfumes o incluso, preservativos y juguetes sexuales.
Playboy no es la primera marca que deja atrás su seña de identidad para sobrevivir. El conejito, la manzana de Apple y las letras de Coca-Cola son símbolos inherentes a una cultura popular Warholizada, aunque detrás y en los tres casos exista una historia turbia que contar.
Playboy ha pasado de ser la representación del sexo elegante y glamoroso, divertido, picante y con gusto, el erotismo mainstream de toda una generación a un vestigio de la elegancia erótica de los 60 y 70. Nació como un desafío a la liga de la decencia y el más rancio puritanismo y en defensa de las libertades individuales, pero en la última década y media, se ha convertido en un cementerio de conejitas plastificadas. Y nunca abandonó la objetificación de la mujer como medio para conseguir su verdadero fin: publicitar el auto más caro, la fiesta más glamorosa donde sacar a pasear el ego de su fundador y el látex de sus conejitas. Aún así los hombres que han crecido con una pila de Playboys compradas a escondidas están de luto: la ventana a lo ilícito y desconocido comenzó con la fotos de Marilyn o Bo Derek o Joan Collins. Desde los 90 se empezó a torcer con la exuberancia de Pamela Anderson y Anna Nicole, aunque finalmente naufragó con un pictorial dedicado a nada menos que Marge Simpson. Playboy se convirtió en una broma kitsch, y este es el precio que tiene que pagar. Eso, o la extinción. Ahora sí, habrá que leer la revista, por sus artículos.
Miguel Cane es autor de la compilación Íntimos ensayos y de la novela Todas las fiestas de mañana. Es colaborador de Literal. Su Twitter es @aliascane
Posted: October 21, 2015 at 8:49 pm