Essay
“Los hombres son criaturas simples”

“Los hombres son criaturas simples”

Lorís Simón Salum

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Esta frase la escuché no hace mucho tiempo. Fue difícil descifrar el flujo de reacciones emocionales que sentí después de un comentario tan cliché y popular. Más allá de la intención de transmitir que los hombres tienen tal claridad que les es innata, y que solo puede ser contaminada por el exceso de reflexión femenina, sospeché que había algo más allí que debía descifrar. Me parece que esta afirmación venía cargada de un conjunto de implicaciones inacabadas:

Los hombres son criaturas simples; a diferencia de las mujeres que son complejas. Por lo tanto, la complejidad humana no se aplica a los hombres.
Los hombres son criaturas simples, requieren mínima atención.
Los hombres son simples, no tienen necesidades.
Los hombres no necesitan.
Los hombres no importan.

En este ensayo, hablaré de por qué tengo una respuesta tan fuerte y visceral a esta idea. Pero antes, quisiera señalar cómo este concepto está fundamentado en un marco comparativo (una postura nada actualizada, si pudiera agregar). En el imaginario colectivo prevalece la idea de que los hombres son simples, seres livianos y directos. En este mismo universo mágico, las mujeres nacen con una intensidad inherente a sus emociones que causa conflictos innecesarios. Me abstendré de entrar en narrativas feministas, ya que estoy segura, querido lector, querida lectora, de que las has escuchado todas. Así que hablemos de los hombres. Hablemos de la claridad de los hombres. La “simplicidad” de los hombres sugiere un comportamiento previsible, que luego desemboca en la estructura, la seguridad y el orden. Son conceptos bastante existenciales, ¿no crees? Sería un pensamiento hermoso poder imaginar a las personas encajando en clasificaciones y categorías exactas. Y sin embargo, mi experiencia con los hombres no ha sido nada parecida a eso. Estas “criaturas” tienen la misma capacidad de profundidad y complejidad que cualquier mujer.

Si se me permitiera comenzar desde el principio, la idea de singularidad o simplicidad aplicada a un organismo de la especie Homo (el género y el sexo siendo irrelevantes aquí), me parece un pensamiento iluso, y por lo tanto, diría que infantil, me atrevería a agregar. Sin embargo, bajaré la guardia y observaré con más cuidado, porque también hay cierta esperanza en tal concepto: la esperanza de que pudiera haber menos sufrimiento. Una existencia enredada y enmarañada abre la posibilidad a muchas desventajas. Todos los que sueñan con una vida importante anhelan un poco de poder, porque con el poder eres inamovible, no te lastiman. También soñamos con una vida tan discreta en la que pasamos desapercibidos, sin movernos, sin dañarnos. Suena muy atractivo ser un gran pedazo de carne y hueso que no sucumbe a las veleidades de la traición o el abandono humano. ¿No sería bueno? Ser un árbol. O un koala. Un ser simple.

Ser un árbol en un mundo de personas, no obstante, puede acarrear sus propios problemas. Mejor ni pensar en echar raíces en medio de una construcción vial. Por otro lado, resulta que los koalas tampoco son tan sencillos. Tienen gustos muy específicos en sus preferencias alimenticias. Si los colocáramos en el entorno incorrecto podrían morir de hambre antes de comer la misma hierba una y otra vez. Los hombres, en cambio, no solo tienen preferencias, sino que tienen historias, bagaje interno, sueños y anhelos; tienen relaciones difíciles y padres incomprendidos.

Cuando nuestras mentes se enfrentan a paradojas que no ofrecen una solución inmediata, activan la tendencia biológica a categorizar lo poco que sí reconocen. Nos gusta encontrar cualquier tipo de sentido en el desorden. Otra forma de hacer nuestras vidas más manejables es externalizar el control que nos falta internamente. No quisiera arrojar ningún juicio sobre este instinto, ya que yo también soy culpable de ser humana. Subir en los estratos sociales corporativos o sociales nos da alivio en momentos de incertidumbre. Incluso podría darnos una sensación de propósito. Las escaleras son objetos sencillos, ¿no es así? Tienen un escalón que te lleva al siguiente y luego a una dirección predecible. Aunque llegará el momento en el que debamos mirar hacia abajo, porque cuanto más alto subimos, más mortal es la caída. Es una cuestión simple de física, se puede encajar en una ecuación. Sé un hombre; no caigas. No falles. Pan comido. Sube hasta la cima. ¿Por qué? Porque no sabemos qué pasaría con los hombres que no tienen escaleras.

¿Qué sería de un hombre sin una escalera? Como sociedad, no lo sabemos del todo. No tenemos suficientes de estos hombres para concluir algo. Richard Reeves, autor y académico especializado en estudios de género, habló sobre la seguridad ontológica (2022) como una de las cualidades más deseables en la masculinidad moderna. La describe como un ancla metafórica, una certeza sobre cómo ser en el mundo. En una era postfeminista que ha transitado el movimiento #MeToo, ¿quién se supone que deberían ser los hombres ahora? La autora y profesora holandesa Annette Markham afirma: “Solo pensamos en la seguridad ontológica cuando experimentamos su aparente opuesto, la inseguridad ontológica”. Esta simple idea de opuestos me recuerda a la homeostasis biológica. Nuestro cerebro no nos llama la atención sobre las funciones cotidianas hasta que algo se sale su normalidad. No tendemos a ello hasta que tememos su pérdida. Es un sistema eficiente. Simple. O más bien, simple siempre y cuando no se vea perturbado. Simple en la medida en que haya homeostasis.

Un hombre que simplemente es… No un líder. No un proveedor. No un protector. Un hombre que puede ser sin arriesgar perder su lugar en la sociedad… Sé lo que puedes estar pensando, apreciado lector, estimada lectora. Hay una hipoteca que pagar y bocas que alimentar; no vivimos del aire. El ser viene después del sobrevivir. ¿Realmente es así? Yo argumentaría que, como sociedad, nunca hemos permitido sinceramente a los hombres poner a prueba esta hipótesis. Nuestra única comparación inmediata es con las mujeres y su lucha histórica por la equidad. Soy testigo de la realidad de este país en el que las mujeres tienen poder de elección. Esta libertad se está traduciendo ahora en nuestra economía, nuestro sistema educativo, nuestros hogares. Hablo de la elección aquí como un fenómeno intrínsecamente libre de represalias colectivas. En la cultura occidental actual, ¿los hombres tienen poder de elección? Nuestra memoria muscular dice que sí. Lo tienen. Aún así, ¿es una elección libre o es una elección de Hobson? Es decir, bajo la aparente elección acecha una selección correcta e incorrecta. Los hombres que navegan la vida en contra las tradiciones masculinas corren el riesgo, como dice el sociólogo William Goode, de perder “sus tarjetas de membresía en la fraternidad masculina”. Además, las mujeres quieren “hombres de verdad” que no se sientan intimidados por la fuerza femenina. ¿No es eso lo que siempre decimos? Mirando en la dirección opuesta, los hombres que abrazan rasgos masculinos convencionales corren el riesgo de ser etiquetados como tóxicos y de pensar de manera retrograda. Así que pregunto de nuevo, ¿los hombres tienen poder de elección?

Una elección libre implica opciones. Las verdaderas opciones deben nacer de los elementos que lleven a desarrollar el potencial individual. Reconocer lo que llevamos dentro es buscar lo invisible, lo innombrable, a veces, lo olvidado. Es un tipo de trabajo impredecible, a veces caótico. A menudo se siente como ridículo. Es un proceso en soledad con muy pocos puntos de referencia. Y con todo, cuando descubres algo interno, hay una vitalidad que surge como una explosión que llena de color y textura a lo mundano. No es un proceso lineal. Requiere de mucha paciencia. Es como entonarse delicadamente a una longitud de onda interna sin sonido, como un baile en solitario. Ojalá hubiera una palabra simple que pudiera describirlo.

 

LorisLorís Simón Salum es sicóloga, ensayista y cineasta. Es la autora de Ensoulment: Exploring the Feminine Principle in Western Culture(2016), y la directora del multipremiado documental  Ensoulment: A Diverse Analysis of the Feminine in Western Culture (2013). Fue la directora del Festival Internacional de Cortometraje  Literally Short Film Festival y del podcast Literally Everything. Su página web es  www.lorissimon.com.

 

NOTAS

Goode, W.J. (1982). ‘Why men resist’ in B., Thorne, M. Yalom, (eds). Rethinking the Family: Some Feminist Questions. New York: Longman, Inc.
Reeves, R.V. (2022). <em>Of boys and men</em>. Washington, D.C.: Brookings Institution Press.
Markham, A. (2021, January 25). A summary of ontological security. Annette Markham. https://annettemarkham.com/2021/01/a-brief-summary-of-ontological-security/

 

 

LorisLorís Simón Salum es sicóloga, ensayista y cineasta. Es la autora de Ensoulment: Exploring the Feminine Principle in Western Culture (2016), y la directora del multipremiado documental  Ensoulment: A Diverse Analysis of the Feminine in Western Culture (2013). Fue la directora del Festival Internacional de Cortometraje  Literally Short Film Festival y del podcast Literally Everything. Su página web es  www.lorissimon.com.

 

 

 

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