Essay
Al azar
COLUMN/COLUMNA

Al azar

Angelina Muñiz-Huberman

Pienso que el azar es muy necesario y que lo necesario es al azar. Términos intercambiables según la frase atribuida a Demócrito: “Todo cuanto existe es fruto del azar y la necesidad” y que Jacques Monod desarrolló como su teoría preferida. De la combinación de ambos conceptos puede describirse cualquier actividad humana. Parecen opuestos y no lo son, como blanco y negro, bueno y malo, placer y dolor. Depende de la intensidad, del equilibrio, del punto de vista. Del cubilete agitado y los dados rodando sobre la mesa de juego, recordando a Stéphane Mallarmé.

Azar. ¿Qué es el azar? ¿Acaso se sabe? Si el azar determina ¿no va contra su esencia? Si el azar logra un encuentro inesperado, un hallazgo sorprendente, la palabra exacta para el poeta, ¿es o no es necesario?

¿Se podría vivir sin azar?

No.

Cada día es un azar. Salir a la calle se convierte en lo inesperado. Sé adónde voy, porque siempre lo hago. Pero podría cambiar la ruta e igual llegar al mismo lugar, que era lo necesario. El azar es, entonces, una variación sobre la costumbre. Es romper la costumbre y arriesgar en esa ruptura algo diferente, algo inesperado: el encuentro casual. Pero, y eso es lo determinado, para que ocurra ese encuentro también la otra persona debió romper algo habituado.

Los sueños son parte del azar. Soñar con alguien y recibir sus noticias al día siguiente. ¿Por qué? Encontrarlo, verlo, oír de él. El sueño hecho presencia.

El azar es la coincidencia. Dos o más personas o cosas que se aparecen. Que estaban apartadas en el tiempo para reunirse en el espacio.

Es borrar fronteras, diluir la existencia, recibir la bala perdida. Siempre pienso en Walter Benjamin que ante la desesperación de la frontera cerrada y su escape a la libertad, se suicida y al día siguiente se abre la frontera y sus compañeros de viaje la cruzan y se salvan. Solamente unas horas que quedaron colgadas al azar.

Escoger es un matiz del azar. Es tan comprometedor que escoger es desechar. Es tan difícil no tenerlo todo, sino una parte. Y esa parte es el azar. Podrías haber escogido cualquiera y te quedaste con una. ¿Acaso sabrás si la mejor? Puede ser que lo hayas pensado y repensado. Sopesado. Los pros y los contras. Para que, al final, el azar interviniera.

El azar es una interrupción.

Parecía que todo era contínuo, lo esperado al fin del camino.

Pero no.

Crees que hablar es un orden: sujeto, verbo, complemento. El azar lo trastroca. Lo altera. ¿Qué pasó con el hipérbaton? La liberación absoluta. El azar total.

Haber nacido aquí o allí. Azar y necesidad. Podías haber nacido en cualquier otra parte, pero en la que naciste te ata. No puedes desprenderte: los documentos que te acompañan así lo atestiguan. Ahí naciste. Punto. Después empiezas a caminar por la vida y azar tras azar te dirige. Es decir, otra variante del azar, el exilio, se convierten en uno y lo mismo. El tejido se anuda y no puedes desenmarañarlo. Existe cortar por lo sano. Claro. Pero gracias al azar.

Observo que este escrito está lleno de peros. ¿Será que el azar es un pero? Me parece que sí.

¿Y el azar y las artes? Buena pregunta. Todas las artes dependen del azar y la necesidad. De su combinación surge, como “Venus del mar” de Botticelli, la obra perfecta. Estar en un lugar y un momento que son los precisos para que se logre el nacimiento. La pintura deseada, la melodía desgranada, el relieve ansiado, la danza al aire, el poema inusitado.

El azar y las pinturas con los juegos de barajas de Jean Steen, Jean Metzinger, Caravaggio, Otto Dix,  Botero, Paul Cézanne y tantos más.

Los casinos y la reglamentación del azar, como si necesitara una casa para atrapar lo inatrapable. Echar la suerte sobre un tapete de franela verde y  que los dados decidan.

Luego, otra palabra para azar: lo aleatorio. Julio César ante el Rubicón lo sabía muy bien: “Alea iacta est”, y su destino y el de Roma quedaron trazados.

¿Y las ciencias? Pues también las ciencias. Einstein en el tranvía que tomaba todos los días para ir a su trabajo imaginó la teoría de la relatividad. Tiempo y espacio son relativos, lo único absoluto es la velocidad de la luz. E=mC2. De este modo se rió de teorías anteriores e instauró la relatividad. ¿La duda, el azar? ¿Tuvo que ver el tranvía? ¿El tranvía, tan ordenado, tan puntual, que no puede salirse de su camino?

Y, por último, el azar quiso que nos tocara vivir esta pandemia del virus coronado. Pudo haber sido antes o después, pero no, fue exactamente aquí y ahora. Podemos contarlo o no contarlo. Explicarlo o no. Entenderlo o no. Como si un Ángel Exterminador señalara quien se salva o no. O la Muerte hoy sacara a bailar como en antiguos tiempos a ricos y pobres, jóvenes y viejos, virtuosos y perversos.

En pocas palabras, este ha sido nuestro azar.

 

Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia ,  el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros.

 

 

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Posted: November 29, 2021 at 9:00 pm

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