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Con alma de pepenador

Con alma de pepenador

Anadeli Bencomo

Heriberto Yépez,
Al otro lado,
Planeta, México, 2009.

 

Heriberto Yépez es un autor al que hay que seguirle la pista pues lleva ya un buen rato destacándose por su escritura prolífica, inteligente y polimórfica. Yépez ha hecho de la frontera, y de Tijuana más precisamente, el objeto de muchas de sus reflexiones y ficciones. En su última novela, Al otro lado, Heriberto nos entrega una historia ambientada en una ciudad fronteriza entre México y los Estados Unidos que se figura como el abismo infernal cuya metáfora contundente y desgarradora es la droga, el phoco, que arrastra a su protagonista a un viaje sin retorno.

El narrador de la novela, esta presencia que como otro personaje de la historia tiene “alma de pepenador”, nos conduce por las páginas a partir del vértigo de una montaña rusa suicida. Sin embargo, el mayor logro del texto es precisamente ser capaz de transitar por espacios limítrofes (de la existencia, de la conciencia, de la realidad fronteriza) a partir de un lenguaje que no se desbarranca en ciertos tonos sensacionalistas o ramplones que caracterizan a buena parte de la narconarrativa del norte de México. La manera en la que el narrador de esta novela conjuga el riesgo implícito de hablar con un lenguaje que remede torpemente el de sus personajes, es la de apostar por más 300 páginas a una prosa precisa, hecha de oraciones breves, puntuales. Lo que se evita entonces es que el texto se sobrecargue con efectos tremendistas. Sin embargo, hay que dejar bien claro que esta novela de Yépez indefectiblemente causa un enorme impacto en el lector, quien avanza por las páginas en medio de una zozobra que sobrevive aún después de haber cerrado el libro. Por ello advierto que Al otro lado es todo menos una lectura complaciente y que no es en absoluto el tipo de libro que usted llevaría consigo cuando se escapa de vacaciones en búsqueda de esparcimiento. Esto no implica, por supuesto, que no sea una lectura recomendable pues yo no dudaría en obsequiarlo a varios de mis amigos que preguntan por los mejores títulos de la temporada.

No me queda duda de que escribir Al otro lado debe haber sido un tour de force para Yépez, pues pocas veces un escritor puede sumergirse en estas pesadillas y salir ileso. Esa aproximación narrativa a ciertos espacios limítrofes, a esa zona de experiencias inefables, es una dote que ya Yépez había manifestado en sus Cuentos para oír y huir al Otro Lado (2002) y, en particular, en “La gran rata” (a mi juicio uno de los relatos imprescindibles sobre la violencia en las ciudades fronterizas contemporáneas).

Yépez, el novelista, escribe a contracorriente del estilo de moda y le toma el pulso a las pesadillas al orden del día en la frontera mexicoamericana a partir de un antihéroe que se advierte como una suerte de versión contemporánea de los atormentados protagonistas dostoievskianos. En este sentido, Al otro lado figura como un excelente ejemplar de la antiépica postmoderna, ésa que no le teme al reto de representar algunas de las más macabras realidades del nuevo mileno. Esta faceta de interlocutor de las realidades que le circundan se expresa en otros trabajos de Yépez como Tijuanologías (2006), título que lamentablemente resulta casi imposible de conseguir. En este libro de factura híbrida, Yépez discute las representaciones más estereotípicas de esta urbe fronteriza para proponer diferentes perspectivas de aproximación a la realidad tijuanense. Del mismo modo, Al otro lado explora una mirada poco complaciente del espacio fronterizo, pero no exclusivamente de la frontera geográfica y cultural, sino de una realidad mucho más compleja y perturbadora que se dirime en los espacios liminales entre el sujeto/objeto, entre el amor/odio entre los sueños/pesadillas, entre la realidad/alucinación, entre la materia y lo etéreo. Al otro lado, es una novela que más que personajes está habitada por espectros y esa sensación se traduce a mi juicio en ciertos momentos del libro realmente impecables y contundentes como la conversión de Yulay (el hermano del protagonista) en polvo del desierto o el episodio del desvanecimiento de Elsa, uno de los clímax de la narración. Tiburón nos conduce en un viaje infernal, a un corazón de las tinieblas poblado de demonios variopintos. Sin embargo, la prosa de Yépez es tan potente que nos impide quedarnos en la actitud del turista o el cronista que viaja a Tijuana para ratificar su imagen de la frontera como el lugar del sincretismo postmoderno o el terreno sin ley. Lo que logra magistralmente Yépez en esta novela es sacudir al lector, enphocándose y enphocándonos sin tregua alguna en las imágenes inolvidables de un infierno contemporáneo. Más todavía, la prosa de Yépez en Al otro lado es un phocazo que nos deja queriendo más.

Lamentablemente, el tratar de seguir la trayectoria de Heriberto Yépez resulta a veces bastante accidentado, dado que la mayoría de sus títulos son bastante elusivos al lector acostumbrado a conseguir ejemplares más o menos comerciales en las librerías de cadena o a través de internet. Esta dificultad de acceder a la obra de Yépez es una muestra del lugar periférico que muchos de los escritores de “provincia” ocupan dentro del llamado “Continente Narrativo Mexicano”. En el caso de Yépez esta marginalidad es particularmente lamentable dada la calidad y contundencia de su propuesta tanto ensayística como novelística. El hecho de que esta novela en particular haya sido publicada por la Editorial Planeta favorecerá su visibilidad y disponibilidad en las mesas de ofertas de las librerías y espero que no termine corriendo la suerte de tantos libros extraviados dentro de la aluvial ofertas de títulos.


Posted: April 19, 2012 at 5:12 pm

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