Flashback
De cómo Langston Hughes regresó a México
COLUMN/COLUMNA

De cómo Langston Hughes regresó a México

Adolfo Castañón

 

De cómo Langston Hughes regresó a México en la voz de Leyla McCalla muchos años después de muerto

 

I. El mundo es pequeño. Aquello que parecía remoto y perdido en el tiempo, se muestra de pronto como algo y disponible a la vuelta de la esquina.

Las coincidencias producen por eso una sensación de vértigo. Íbamos a escribir a alguien y de pronto se nos adelanta y nos habla por teléfono. Algo parecido me sucedió con Langston Hughes y con las canciones que incluyó Leyla McCalla en su disco Vari-colored songs. A tribute to Langston Hughes (2013). Yo sabía que uno de sus poemas emblemáticos “I Too Sing America”, había sido traducido, “admirablemente” según Octavio Paz, por Xavier Villaurrutia en Contemporáneos:

Yo también

Yo también canto a América.
Soy el hermano oscuro.
Me mandan a comer en la cocina
cuando llegan visitas,
mas yo me río
y como bien
y crezco fuerte.

Mañana,
me sentaré a la mesa
cuando lleguen visitas.
Entonces,
nadie se atreverá
a decirme
—“Ve y come en la cocina”.

Además,
verán que soy hermoso
Yo también soy América. [1]

Villaurrutia tradujo el poema de Langston Hughes en el número 40-41 de Contemporáneos de 1931. Recordaba haber leído anécdotas de él o sobre él, como la que cuenta Luis Cardoza y Aragón que habla más del racismo y el machismo mexicano que de Lanston Hughes, quien era amigo del Dr. Atl y de Siqueiros:

El Dr. Atl pintaba volcanes. Siqueiros los llevaba dentro. […] Entra a Sanborn’s, en la Casa de los Azulejos con Langston Hughes, lugar preferido por los turistas norteamericanos. El poeta era negro. Se niegan a servirlos. Siqueiros saca la pistola y desbarata a tiros las vidrieras desplomadas del techo del salón. [2]

Recordaba que Andrés Henestrosa publicó el 5 de octubre de 1952: “Mi amigo Langston Hughes”, donde refiere algunos pormenores biográficos del escritor que coinciden con los que había dado Borges en la “Biografía sintética”, que publicó en la revista El Hogar el 19 de febrero de 1937. Es curioso cómo Henestrosa, Borges y Xavier Villaurrutia citan el mismo poema de Langston Hughes: “El negro habla de los ríos”, como lo presenta el primero. Cito aquí varias versiones, ésta es la de Henestrosa.

Yo he conocido ríos
Yo he conocido ríos antiguos como el mundo, y más viejos
que el fluir de la sangre por las venas del hombre.
Y mi alma se ha hecho profunda como los ríos.
Me bañé en el Eufrates cuando los amaneceres eran aún jóvenes,
construí mi choza cerca del Congo, que arrulló mis sueños.
Contemplé el Nilo, y sobre el Nilo elevé las pirámides
Escuché la canción del Mississipi cuando Abe Lincoln,
bajó a Nueva Orléans
Y he visto su turbio seno dorarse a la puesta del sol
He conocido ríos
Viejos oscuros ríos
Y mi alma se ha hecho profunda como los ríos. [3]

 

Se impone recordar la versión de Borges:

He conocido ríos…
He conocido ríos antiguos como el mundo y más antiguos que la fluencia de sangre humana

          por las venas humanas.

Mi espíritu se ha ahondado como los ríos.
Me he bañado en el Eufrates cuando las albas eran jóvenes.
He armado mi cabaña cerca del Congo y me ha arrullado el sueño,
he tendido la vista sobre el Nilo y he levantado las pirámides en lo alto.
He escuchado el cantar del Mississippi cuando Abe Lincoln bajó a New Orleans,
y he visto su barroso pecho dorarse todo con la puesta del sol.

He conocido ríos:
ríos inmemoriales, oscuros.
Mi espíritu se ha ahondado como los ríos.

No se puede olvidar que Xavier Villaurrutia tradujo también este poema:

He conocido ríos antiguos como el mundo y más viejos que las
corrientes de sangre por las venas humanas.

Mi alma se ha abismado como los ríos.

Yo me bañé en Eúfrates cuando se iniciaron los albores
Cerca del Congo fabriqué mi choza y él arrulló mi sueño.
Contemplé el Nilo y sobre él construí las pirámides

Escuché el canto del Mississipi cuando Abel Lincoln fue a Nueva
Orléans, y he visto su seno lodoso aureolarse en el crepúsculo

He conocido ríos:
Antiguos ríos taciturnos.

Mi alma se ha abismado como los ríos. [4]

Recordemos ahora la versión original en inglés de “The Negro Speaks of Rivers”:

I’ve known rivers:
I’ve known rivers ancient as the world and older than the

   flow of human blood in human veins.

My soul has grown deep like the rivers.

I bathed in the Euphrates when dawns were young.
I built my hut near the Congo and it lulled me to sleep.
I looked upon the Nile and raised the pyramids above it.
I heard the singing of the Mississippi when Abe Lincoln

     went down to New Orleans, and I’ve seen its muddy

     bosom turn all golden in the sunset.

I’ve known rivers:
Ancient, dusky rivers.

My soul has grown deep like the rivers.

James Mercer Langston Hughes nació en Joplin, en Missouri, el 1 de febrero de 1902 y murió el 22 de mayo de 1967. Gracias a las leyendas que le contaba su abuela, inspiradas en la tradición oral africana, se sintió desde niño orgulloso de su raza. Empezó a publicar poemas en un modesto periódico escolar. Esto le valió que sus compañeros y maestros lo llamaran “el poeta de la clase”.

Borges nos recuerda que Langston Hughes era hijo de un esclavo negro de Kansas que había sido liberado y era abogado, que su padre Langston le enseñó a montar a caballo y a usar el lazo desde niño. Hacia 1908, su padre vino a México a instalarse en Toluca, procedente de Cuba, a donde había ido huyendo del maltrato. Un día, en la ciudad de México, fue testigo de un fuerte temblor de tierra, la familia buscó refugio en La Alameda y al niño le quedaron grabadas las imágenes de las tarántulas saliendo de las grietas. Langston Hughes no olvidará la imagen de las miles de personas arrodilladas en silencio mientras la tierra se mecía bajo el cielo azul. En 1919 aparecen sus primeros poemas compuestos no sin cierta torpeza bajo la influencia de Walt Whitman, Carl Sandburg y Claude McKay. En 1920 regresa a México y luego de un año de indecisión en Columbia se embarca hacia África. “En Dakar –cuenta él, citado por Borges, quien probablemente parafraseaba su autobiografía El inmenso mar–, vi el desierto, me robé un simio en el Congo, probé el vino de palma en Río de Oro, y me sacaron del Niger medio ahogado”. Fue ese el primero de muchos viajes, a París, a Ginebra, donde sobrevivió como mesero, portero de cabaret, pasó días felices sin un centavo, comiendo higos y regresó a Nueva York lavando los puentes del barco que lo devolvería a América. En noviembre de 1924, al regresar de su primer viaje por África y Europa, se ganó la vida de muchas formas. La de mesero fue una de ellas. Un día se le ocurrió poner tres poemas junto al plato del poeta Vachel Lindsay. Consciente de que había encontrado a un poeta prometedor, Lindsay le consiguió una beca en Pensilvania en la Lincoln University.

Langston Hughes The weavy blues. Imagen debida al pintor mexicano Miguel Covarrubias, quien ilustró la portada de este libro de poesía experimental publicado en 1926.

 

En 1925 gana un premio de ciento cincuenta dólares por su poema “Una casa en Taos”. En 1926 publica The weary blues, su primera colección de poemas y un año después Fine Clothes to the Jew; en 1930 una novela: Notwithout Laughter. Langston Hughes no era desconocido en México. No es extraño que fuese leído por Salvador Novo y que Xavier Villaurrutia haya traducido el poema arriba citado en 1931. Más tarde participa en la Guerra Civil española y se hace amigo de Manuel Altolaguirre. También se hizo amigo de Eliseo Diego y Nicolás Guillén. Dice el primero, en la “Elegía en prosa”, que pone antes de la traducción de los poemas de Hughes que publicó en su libro Conversación con los difuntos (1991):

 

Langston Hughes (1902-1967)

La circunstancia más importante en la vida de Langston Hughes es su condición de mulato. El hecho de que pesara tanto en él nos dice más que volúmenes enteros sobre las abominaciones de la sociedad donde le tocó nacer y formarse. En su fascinante autobiografía, El inmenso mar, único libro suyo que poseemos en español, publicado en Cuba en 1978, figura el siguiente diálogo: “–Pero yo no soy blanco–, le dije. –Ni tampoco negro–, respondió simplemente el hombre de Kru”. El tema, en toda su absurda dimensión trágica está desgarradoramente expresado en su poema “Cruz”.

 

Langston Hughes visitó dos veces Cuba, ahí encontró a Diego y a Nicolás Guillén, a quien volvería a ver en Madrid en la Alianza de Intelectuales en Defensa de la República Española en 1937. Dice Eliseo Diego que

tanto Guillén como Hughes han escrito algunos de los poemas líricos más bellos de sus respectivos idiomas, apoyándose ambos en ritmos populares –Guillén en el son, Hughes en el blues […] No debo a Nicolás el conocimiento de Langston Hughes porque ya lo consideraba un amigo antes de que Nicolás me pidiera que vertiese al español “Yo también soy América”, con motivo de un homenaje que se le rindió en la Unión de escritores y artistas de Cuba. Luego de terminar el texto que se me pedía, tuve la suerte de poder reunir los otros poemas que incluyo en este cuaderno.

Quisiera terminar citando de nuevo a Guillén: “A la verdad que todo lo podía uno pensar de Langston Hughes menos que se muriera. Lo imaginaba siempre tan fresco, tan puro, tan deportivo, como cuando lo conocí en La Habana. No pensé en la lima que deshace ligaduras, el hielo que enfría la sangre, la nube que apaga los ojos, la copa socrática que deja un largo sabor de ceniza en el paladar.” […] Baste con esta breve elegía en prosa. [5]

La huella de Hughes en la poesía norteamericana es innegable y natural que sus poemas se hayan convertido en canciones. En ese contexto, se sitúa el disco de Leyla McCalla Vari-colored Songs. A tribute to Langston Hughes (Canciones de colores. Un homenaje a Langston Hughes).

 

II. A Leyla McCalla la conocí con motivo de una nota que se publicó en el periódico francés Libération, en diciembre de 2013. [6] Estaba yo allá y encontré por coincidencia ese disco suyo en homenaje a Langston Hughes (1902-1967). Escuché el disco con un nudo en la garganta y lo oí una y otra vez. Su mezcla de inglés, creole, música y ritmos antiguos me cautivó como pocas veces me sucede… Me encantó que cantase los poemas de Langston Hughes, el amigo de Andrés Henestrosa quien lo saludó en 1952 con un texto, el poeta admirado por los poetas de su tiempo, el fundador por así decir, del renacimiento de la cultura negra en el Harlem, una de las crestas de la poesía negra, el jardinero de las uvas y doloridas que sabía preparar con ese caldo el vino bravo de un nuevo evangelio americano.

Y es que Hughes, por razones familiares, venía a México, primero en los años 1919 y 1920 a visitar a su padre que tenía una casa en Toluca y un departamento en la Ciudad de México y luego cuando éste muere, en 1935 vino varias veces, pero ya era conocido entre nosotros, como lo prueban las traducciones de Villaurrutia. Decir Langston Hughes es pronunciar el nombre del que supo dar voz a los humillados y colgados, a los trabajadores anónimos que mueren en los caminos de los reinos de Caín y de la usura.

Leyla no es una de esas cantantes cocinadas por los estudios de producción. Llegó a París en 2010, desde Nueva Orleans y Nueva York “Mis padres —dijo al ser entrevistada en diciembre de 2013 por François Xavier Gomez del periódico Libération en vísperas del concierto que dio para lanzar su disco Varie-colored songs, editado por Dixie-Frog—, llegaron de niños a los Estados Unidos, su madre es de Cap. Haitien, su padre de la capital, de Puerto Príncipe, de orígenes jamaiquinos. De ahí el nombre escocés. Hace poco estuve en Escocia. La gente me decía: ‘eres de los nuestros’. Casi: les recordé que los dueños de las plantaciones daban su apellido a los esclavos que habían sido puestos en libertad”. Leyla estudió desde niña el violoncelo, que eligió prácticamente por accidente: “Me dijeron que eligiera un instrumento, dije ‘cello’, sin saber lo que eso era”. Tuvo la suerte de tomar cursos privados “Y muy pronto supe que sería música”. Tenía 15 años y estaba a punto de seguir una carrera de música profesional en el conservatorio cuando a su madre, funcionaria de organismos internacionales, le propusieron ir a cumplir una misión en Ghana, en África. “En Accra, no había maestro de música, así que me quedé estancada durante dos años, y a mi regreso ya no tenía para nada el nivel necesario para seguir”. Sin embargo, la estancia en África no fue inútil: “Me zambullí en mi identidad africana y me entregué a mi otra pasión, la fotografía”. Al regresar a Nueva York, se inscribe en la Universidad, pero la enseñanza musical no era, a sus ojos y oídos, satisfactoria. En aquellos momentos de grandes dudas en relación con su vocación y su futuro, tuvo un encuentro que la marcó para siempre: “En una fiesta, escuché al violoncelista Rufus Capadocia, que acompañaba al percusionista haitiano Bonga Jean-Baptiste. Me quedé pasmada: en sus manos, violoncelo se transformaba en un instrumento totalmente diferente. Le pedí que me diera clases”. Poco después, en dúo, al igual que Rufus con Bethany, Leyla se lanza a la calle en compañía del intérprete emblemático del banjo, Morgan O’Kane quien tocaba en Washington Square. Se aventuraba también por el metro, trabajaba como mesera, daba clases. El regreso a Nueva Orleáns le cambia la vida, se la gana con holgura, pues el medio es ahí más abierto y es ahí donde la caza el ojo del productor y manager de un grupo instrumental de folk neo tradicional “Carolina Chocolate Drops”. Se une al grupo en 2012 y la animan a armar su primer disco, que estará compuesto por los poemas de Langston Hughes que leía desde niña y canciones del fondo popular haitiano. Una de ellas es la “Canción para una muchacha negra”, que fue traducida por Julio Gómez de la Serna en el libro Constelación negra. Antología de la literatura negroamericana. [7]

Canción para una muchacha negra

Marcho hacia el Sur por Dixie
(siento partido el corazón).
Mi pobre amante negro ahí colgaron
de un árbol en el cruce del camino.

Ando hacia el Sur por Dixie
(el magullado cuerpo se mecía en el aire).
Y al blanco Dios le pregunté
de qué servía la oración.

Marcho hacia el Sur por Dixie
(siento partido el corazón),
sombra desnuda, de aquel árbol
mi amor colgado se quedó.

El éxito no se hace esperar. Leyla estudió música clásica, es decir Bach, toca el cello y conoce y se ha apoderado de su pasado haitiano y afro-antillano con el que sabe sazonar y dar cuerpo a esa música suya hospitalaria y a la vez misteriosa donde parecen revivir las Atlántidas eclipsadas de la francofonía en las Américas, ésas que perviven soterradas en el subsuelo de Nueva Orleáns y alrededores, ésas que no terminan de ahogarse en los pantanos del sur desde hace siglos y rezan y cantan en créole y en francés… El aliento de Leyla sabe a casabe y a canela, azúcar morena y a clavo, a trópico y a tabaco, a café y a especias, sabe a tradición, al Esteban Salas de Carpentier y de Lezama Lima y a música para guitarra del barroco, esa indómita expresión americana, y recuerda en sus ecos esas escuelas perdidas de la música francesa y americana a orillas del Mississipi. Leyla McCalla anda por las partituras de la música americana con descalza y risueña dignidad. Su raigambre es su fronda. Es dueña de una voz tanto más elegante y profunda cuanto más sabe guardarla para que otros canten. No la conozco pero intuyo que es una animadora magnética de fiestas y conciertos desde la modestia callada de su cello, del terciopelo de su voz y del banjo con el que guía a los otros… Puede pensarse que hay un paralelo entre el viaje de Langston Hughes a África en 1923 y el que hizo la joven Leyla sesenta años después para acompañar a su madre. De ese viaje al continente de los orígenes, regresan a la Polis con la vocación afirmada y afinada a la música profunda de las raíces para polinizar el centro desde la periferia y, por así decir, inscribirse en una nueva geometría cultural. Si el primer disco de Leyla era un tributo a Langston Hughes, el tercero sigue inscrito bajo su fronda y aliento pues está compuesto a partir de los apuntes que hizo cuando era adolescente y lo leía.

De los tres discos que ha hecho, solo tengo dos, pero gracias a la red y a YouTube la he podido ver en Nueva Orleáns y en París, en Viet-Nam y en Nueva York… Tengo la fantasía de encontrármela alguna vez a bordo de un barco o en una sala de espera, y de tener con ella conversaciones frente al mar o en el rio, la fantasía de escucharla tocar y cantar bajo el firmamento de aquellas estrellas nuevas que el poeta cubano contempló en altamar mientras evocaba a Colón y a Vasco da Gamma. Leyla McCalla sabe a leyenda, sabe a ese país llamado Caribe que es el único que en realidad existe en América, pero que no tiene ni bandera ni moneda, sólo música, color y poesía. Tarareo una de las canciones que Leyla McCalla puso en su disco adaptando poemas de Langston Hughes y me digo que esto se puede leer como el regreso del poeta a México varios años después de que hubiese sido traducido a la otra orilla, translated to death…

 

• Breve bibliografía directa de Langston Hughes

• El inmenso mar: una autobiografía, traducción de Luisa Rivaud, Buenos Aires, Lautaro, 1944.

• El inmenso mar, traducción de The big sea, La Habana, Editorial Arte y Literatura, 1978.

• Yo también soy América: poemas, selección y traducción de Herminio Ahumada, presentación de Andrés Henestrosa, México, Novaro, 1968.

• Selected poems of Langston Hughes, New York, Vintage Books, 1990.

• Discografía de Leyla McCalla

Vari-colored Songs. A tribute to Langston Hughes. Incluye: “Heart of gold”, letra de Langston Hughes, música de Leyla McCalla; “Where I can see the valley”, por L. McCalla; “Mesi Bondye”, letra tradicional, arreglo de L. McCalla; “Girl”, letra de Langston Hughes, música de L. McCalla; “Kamèn sa w fè?”, Puerto Principe, 1937, arreglo de L. McCalla; “Too blue”, letra de L. Hughes, música de L. McCalla; “Manman Mwen”, letra tradicional, arreglo de L. McCalla; “Song for a dark girl”, letra L. Hughes, música de L. McCalla; “Love again blues”, letra de L. Hughes, música de L. McCalla; “Rose Mary”, letra tradicional, música L. McCalla; “Latibonit”, letra tradicional, música de L. McCalla; “Search”, letra de L. Hughes, música de L. McCalla; “Lonely house”, letra de L. Hughes, música de L. McCalla, “Changing tide”, letra tradicional, música de L. McCalla. Dixie Frog, Hecho en Austria. El disco fue grabado en enero de 2013, presentación de Jean Pierre Bruneau.

A Day For The Hunter, A Day For The Prey. Incluye: “A Day for the Hunter, a Day for the Prey”, “Les Plats Sont Tous Mis Sur la Table”, “Far from Your Web”, “Little Sparrow”, “Manman”, “Peze Café”, “Bluerunner”, “Vietnam”, “Salangadou”, “Let It Fall”, “Fey-O”, “Minis Azaka”. Jazz Village, 2016.

Capitalist blues. Incluye: “The capitalist blues”, letra y música de L. McCalla; “Money is King”, letra y música de Neville Marcano; “Heavy as lead”, letra y música de L. McCalla; “Me and my baby”, letra y música de L. McCalla; “Aleppa”, letra y música de L. McCalla; “Mize pa Dous”, letra y música de L. McCalla; “Oh, my love”, letra de L. McCalla, música de L. McCalla y Daniel Tremblay; “Ain’t no use”, letra y música de L. McCalla; “Settle Down”, letra de Leyla McCalla y música de L. McCalla y Lakou Mizik. Nueva Orléans, 2018.

 

Notas

[1] Revista Contemporáneos, 40-41, septiembre-octubre 1931, México, pp. 157-158.

[2] L. Cardoza y Aragón, El Río. Novelas de caballerías, FCE, 2a ed., 1996, p. 450.

[3] Andrés Henestrosa, Alacena de Minucias. 1951-1961, Ed. Adán Cruz Bencomo, Miguel Ángel Porrúa Editor, México, 2007, p. 113.

[4] En: Marco Antonio Montes de Oca, El surco y la brasa, Traductores mexicanos, FCE, México, 1974, p. 76.

[5] Conversación con los difuntos, Ediciones del Equilibrista, 1991, pp. 110-111.

[7] « Leyla McCalla, le folk bat le pavé », Libération, París, miércoles 18 de diciembre de 2013, pp. 22-23. Articulo-entrevista por Francois Xavier Gomez. Foto de Marion Gambin.

[8] Ediciones Aymá, Barcelona, 1942, p. 49.

 

Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Xavier Villaurrutia 2008, Premio Alfonso Reyes 2018 y Premio Nacional de Artes y Literatura 2020. Twitter: @avecesprosa

 

 

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: January 24, 2021 at 1:09 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *