Essay
DE IMÁGENES LUNARES

DE IMÁGENES LUNARES

Ernesto Hernández Busto

1. “La luna —reza una de las famosas greguerías de Ramón Gómez de la Serna— es un banco de metáforas arruinado”. Y uno siente la inmediata tentación de coincidir, de dejarse llevar por ese tipo de simpatía instantánea, superficial, que suscita el ingenio. Aunque al releer la frase sea evidente que se trata también de una metáfora, otro eslabón en la misma cadena que se pretende dar por agotada. El propio Gómez de la Serna se desmintió muchas veces al escribir aquello de “El poeta se alimenta de galletas de luna”, o “Después del eclipse, la luna se lava la cara para quitarse el tizne.” Trampas de lo ingenioso, eterna paradoja de la imagen inagotable.

2. Aunque tiene su origen en la poesía clásica china (sobre todo del periodo Tang), es en la tradición poética japonesa del periodo Heian donde la luna y sus metáforas despliegan la variedad que abona el topos. Por supuesto, algo tiene esto que ver el hecho de que tanto en China como en Japón regía —y tiene aún mucho peso— el calendario lunar: esos ciclos naturales están en el origen de la ritualización social. Pero también ocurre el proceso inverso: la “lectura” de la naturaleza está gobernada por una compleja retórica dominada por la luna llena de mediados otoño, la llamada “luna de la cosecha”. Se la contempla (el llamado tsukimi o la fiesta en la que varios amigos se juntan para mirar la luna) según la han descrito los poetas. Es punto de referencia que propicia sombras, dudas o iluminaciones.

De muestra, estos tres ejemplos en los que Basho vuelve sobre algo que ya en su época era un tópico:

Hasta la noche
se ha quedado hoy despierta
viendo la luna.

Kyō no koyoi
neru toki mo naki
tsuki mi kana

けふの今宵寝る時もなき月見哉

Mira esa luna:
como anillo de un tronco
recién talado.

Ki wo kirite
motokuchi miru ya
kyō no tsuki

木を切りて本口見るや今日の月

Olas azules,
olorosas a sake
bajo la luna.

Sōkai no
nami sake kusashi
kyō no tsuki

蒼海の 浪酒臭し今日の月

Makoto Ueda explica que hay aquí un juego de palabras: tsuki, luna, también significa, escrito con otro ideograma, copa. No se trata de una copa de cristal, sino de uno de esos recipientes, a veces recubiertos de laca, donde se toma el sake, cuyo borde redondo entra (como la luna) en el agua para ser enjuagado —y es el origen de la imagen que domina el poema. A veces esa luna es también el fondo sucio de un cenicero. O tiene la natural blancura de la “nieve sobre nieve”, el blanco sobre blanco que era considerado un signo de refinamiento:

Nieve nevada:
esta noche, en diciembre,
la luna llena.

Yuki to yuki
koyoi shiwasu no
meigetsu ka

雪と雪今宵師走の名月か

Este poema es también un ejemplo de esa técnica del haiku que Reichhold define como “as above, so below”. El lector tiene que ser capaz de cerrar un pensamiento completo entre la primera y la tercera línea. Cuando las imágenes de la primera y la tercera línea están equilibradas, el poema se siente rotundo, completo, balanceado. Así, también en mi versión, donde podemos jugar a intercambiar el primer y el tercer verso, o a leerlo sin el segundo. Aurelio Asiain y Orlando González Esteva han revisitado antes la profusión de imágenes lunares en el firmamento del haiku. Y el poeta cubano tiene, en su libro Casa de todos, un poema que me parece de las más logradas variaciones en español sobre tema tan explotado:

Lo que apetezco
es un plato de luna
contigo dentro.

Aquí, en un giro de imaginación cotidiana, la luna/copa del haiku se vuelve luna/plato.

3. Xue Tao (768-831) fue una de las grandes poetisas chinas de la era Tang. Nació en Zhangan, por entonces la capital del imperio, o tal vez en Chengdu, donde su padre, un funcionario de bajo rango, estaba asignado antes de morir. Su hija fue una niña precoz: se dice que a los siete u ocho años ya escribía poemas complejos y tenía una sorprendente habilidad caligráfica. Tras quedar huérfana, acabó siendo una exitosa prostituta de la corte (una manera en que las mujeres de la época podían tener una carrera artística) bajo el nombre de Hongdu. Después de que el gobernador militar de Sichuan, Wei Gao, se convirtiera en su patrocinador literario, su reputación se extendió. Tuvo trato con los poetas más importantes de su época, montó un negocio de papel y objetos de escritura, y se dice que sostuvo una relación amorosa con otro famoso literato Tang: Yuan Zhen (779-831). Ya de mayor, se hizo monja taoísta y se retiró a un templo. A su muerte, fue llorada por sus muchos lectores, que sembraron en su honor un extenso parque de bambúes (¡120 mil metros cuadrados!): el Parque de Wangjianglou (Mirador sobre el río), donde hay más de 200 variedades de esa planta, que le era muy querida. Hoy, uno de los cráteres de Venus lleva su nombre. Aunque escribió mucho, apenas han sobrevivido ochentitantos poemas suyos. La versión que sigue ha sido hechas del inglés, tras consultar diversas transcripciones y con la ayuda de la sinóloga Anne-Helène Suárez, a quien agradezco sus correcciones y comentarios. La asociación de la luna con el espíritu femenino es uno de los tópicos de la poesía clásica china.


Su resplandor se curva como un anzuelo fino,
o se despliega como un abanico;
esbelta sombra o blanca plenitud:
¿podrá ser vista en todos los rincones del mundo?

魄依钩样小
扇逐汉机团
细影将圆质
人间几处看

El original chino, un yongwu (o poema sobre cosas) especifica el tipo de abanico: un modelo Han loon, parecido a uno de esos abanicos redondos y plegables que sobreviven hasta hoy, y que en la época en la que se escribió el poema eran, según se dice, toda una novedad.

4. La conjunción casual en mis lecturas de un par de “poemas de pesca” me hizo escribir hace algunos años este otro:

Sobre un poema de Tanaka Fuyuji

They shifted a little, but not
to return my stare.

Elizabeth Bishop, The Fish

Pescábamos de noche,
enredados, miedosos, recordando
un poema sobre el pez imposible.
Tres largas horas líquidas
estuvimos callados:
apenas nos veíamos las caras,
a veces se escuchaba un chapoteo,

    ruido sordo del remo,
    coletazo,

unas olas rindiéndose a otras olas.
Al fin algo picó:

                              sacaron al besugo

y ese tiempo de vuelta hacia la costa,
un reflejo de luna
permaneció en sus ojos.
Nadie pensó en soltarlo:

 era el único pez,
la última noche,
 la luna nueva.

El poema aludido en el título se llama Shingetsu (Luna apenas creciente o Luna nueva) y aparece recogido en el libro Budō no Onna (Woman of Grapes, 1966):

夜の海に釣りあげた黒鯛

その眼に新月がいつまでものこっている

Yoru no umi ni tsuriageta kurodai
Sono me ni shingetsu ga itsu made mo nokotte iru

 Su traducción literal sería algo como:

Del mar nocturno sacan a ese besugo negro:
una luna creciente se ha quedado en sus ojos.

Tiene algo de oscuridad deslumbrante esa imagen de un pequeño filo de luz revelado en los ojos de un pez. La brecha luminosa de una luna apenas creciente que, si recordamos el poema de Xue Tao, tiene forma de anzuelo.

5. Aunque se insiste a menudo en el influjo de la literatura oriental y japonesa sobre el Imagism, se olvida que mucho de ese influjo parte de una “mala traducción”. El caso de Amy Lowell, por ejemplo, es paradigmático. Su poesía, por cierto, está llena de lunas y jardines a la luz de la luna, que pueden ponerse bajo la advocación de uno de sus Japanese Poems:

Because the moonlight deceives
Therefore I love it.

Porque la luz de luna engaña
es que me encanta.

Está también el caso de T. E. Hulme. Hay lunas protagónicas en dos de sus poemas más conocidos, “Autumn”, donde una “luna colorada” se recuesta a una valla “como un campesino rubicundo”, y otro titulado “Above the Dock”:

Above the quiet dock in midnight,
Tangled in the tall mast’s corded height,
Hangs the moon. What seemed so far away
Is but a child’s balloon, forgotten after play.

Según la traducción de Salvador Elizondo:

Sobre el muelle
Sobre el dormido muelle a medianoche,
enredada al cordaje en la punta del mástil,
cuelga la luna. Parecía tan distante
lo que sólo es un globo olvidado
después del juego.

En el segundo poema, el efecto está más logrado: algo que consideramos eterno se compara con otra cosa que es casi el paradigma de lo efímero.

6. Otra luna, rotunda y sorprendente: esa con que Derek Walkott abre su poema autobiográfico Another Life (Otra vida), de 1973:

Verandahs, where the pages of the sea
are a book left open by an absent master
in the middle of another life-–
I begin here again,
begin until this ocean’s
a shut book, and like a bulb
the white moon’s filaments wane.

Verandas, donde las páginas del mar
son un libro que un maestro ausente dejó abierto
en medio de otra vida–
Comienzo aquí de nuevo,
comienzo hasta que este océano
es un libro cerrado, y, como una bombilla
los filamentos de la blanca luna fluctúan.

Así como en el poema de Hulme, la luna (moon) resonaba, metafórica y fónicamente en balloon (globo), aquí el verbo wane con el que se alude a la luna unifica la comparación, aparentemente inusitada, con la bombilla: wane es al mismo tiempo fluctuar, como fluctúa la luz eléctrica que brota del filamento, y  menguar, uno de los procesos que define el ciclo lunar que controla, también, las mareas. En poesía, una buena imagen nunca es sólo la vista, siempre hay algo que pasa por el sonido, por lo que el sonido despierta. El mar, los libros, la luna, la bombilla: difícil encontrar un mejor arranque de poema moderno.

7. De mis imágenes lunares preferidas, la de Joseph Brodsky en la primera de sus Estrofas venecianas, dedicada a Susan Sontag:

II

La plaza está vacía, y los muelles desiertos.
Hay más rostros en las paredes del café que en el café;
una chica con bombachos de seda toca el laúd
para algún Mustafá muy parecido.
¡Oh, siglo XIX! ¡Nostalgia del Oriente!
El desterrado posa sobre roca.
Y entonces la luna, como un leucocito,
entra en las obras de los rimadores
que se mueren de tifus  y dicen que es de amor.

El romanticismo ha sido entendido habitualmente como una infección y el poeta, como un lunático, o alguien infecto. Pero esta imagen de la luna como leucocito abre la pauta de la interpretación contraria: la poesía puede ser también una respuesta del sistema inmunitario.

8.

Entre las más curiosas imágenes lunares, la que aparece al final del famoso poema de Elizabeth Bishop, “The Shampoo”:

–Come, let me wash it in this big tin basin,
battered and shiny like the moon.

Algo así como:

Ven, déjame lavártelo en esta gran tinaja
abollada y brillante como la luna.

Más allá de lo original de esta metáfora (aludir a la luna a partir de algo tan banal como una de esas palanganas de zinc), es muy hermoso el sentido del acto que describe el poema: la poeta lava el pelo de su amada, y se imagina toda una cadena de correspondencias cósmica a través de ese simple acto cotidiano.
Se trata de un poema muy difícil de traducir, como todos los de Bishop, ya desde su título: no es el objeto “shampoo” lo que se describe, sino “El lavado de cabeza”, aunque nadie que no sea Sam Abrams, puede atreverse a titularlo “El lavado”. Pero los versos que me llamaron la atención son los primeros, los del arranque del poema:

The still explosions on the rocks,
the lichens, grow
by spreadind, gray, concentric shocks.

Es decir:

Las tranquilas [o calmas o sosegadas] explosiones en las rocas,
los líquenes crecen,
extendiéndose en grises choques [sacudidas, conmociones, temblores, impactos] concéntricos.

Así, al menos, aparece en todas las versiones disponibles en español. Dos cosas me llamaron la atención: la oposición entre las “tranquilas” (still) del primer verso y las “conmociones” (shocks) del tercero. Obviamente, podía ser una paradoja buscada. Pero hay otra imagen, la de la conexión entre los líquenes y las aureolas de la luna, que me hizo pensar si no se trataría de un error continuado de interpretación. Resulta que “shock” también quiere decir “mechas”, “greñas”, y basta mirar una imagen de los líquenes que crecen sobre las rocas para darse cuenta de inmediato de la semejanza con la luna, por una parte, y con las “greñas”, por otra. Tal vez lo que quiso decir la poeta fue:

Esas tranquilas explosiones sobre las rocas,
los líquenes, crecen
extendiendo sus grises y concéntricas greñas

Ernesto Hernández Busto (La Habana, Cuba, 1968). Poeta, ensayista, editor y traductor cubano residente en Barcelona. Entre sus títulos más recientes se encuentran La ruta natural (Vaso Roto, 2015) y Diario de Kioto (Cuadrivio, 2015). Colabora en El País.

 

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Posted: August 23, 2017 at 9:45 pm

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