Fiction
Desde el balcón

Desde el balcón

Diego Gómez Pickering

Él está con su madre, y ella, con su marido.

Día 25

Hace días que no lo veo. Dos días ya, ¿tres, quizá? He perdido el hilo del tiempo, no que me importe qué día sea, pero desde que lo tengo a Él el tiempo ha vuelto a tener sentido. Al menos para mí. Ay, Dios mío, parece una eternidad. Empiezo a comer ansias, siento que me va a dar algo. ¿Y si no vuelve a aparecerse? ¿Y si no le vuelvo a ver? El aire está tan pesado que apenas si puedo respirar. No, por favor, no. Otra vez, no.

Ahora sí que no voy a lograrlo. ¿Cómo puedo hacerle? ¿Cómo voy a hacerle? ¿Cómo…?

—¡Rebeca! ¡Rebeca! ¡Rebeeecaaa!

¿Quién me habla? ¿Quién me está llamando? ¿Es A.? ¡Carajo! ¿Qué quiere? ¿Por qué me grita? ¡Por favor! No aguanto esa voz, no soporto su voz. Me revuelve el estómago, me hastía, me da asco; su llamado, su voz, todo él.

Si no fuera por Él ya me habría largado. ¿Cuándo podré verle de nuevo? A estas alturas ya tendría que haber salido al balcón. Ya es más de medio día, ¿o todavía es de mañana? ¿Qué pasa, Dios mío? ¿Por qué todavía no sale? ¿En dónde se habrá metido? Necesito verlo, necesito que me vea, necesito que vea que le veo. Me urge. No soporto en su lugar a esa pinche vieja con cara de enferma que me clava la mirada mientras sostiene como pistolera ese cigarro que nunca se apaga entre sus dedos artríticos. ¡Bruja!

¿Dónde está? ¿Acaso se lo llevó la lluvia? No ha dejado de llover, parece que el cielo entero se hubiese caído, un diluvio que dura días enteros, semanas incluso. Pero hoy justo ha parado, no hay más nubes y ya ni siquiera chispea, se acabó la tormenta. El sol por fin se atreve a salir.

¿Dónde está que no lo veo?

—¡Rebeeecaaa! ¿Dónde fregados te metiste? ¿Me estás escuchando, Rebeca?

¡Pendejo!

Mientras la muerte, rampante, anda a sus anchas allá afuera, la vida florece en el interior de los ocho metros cuadrados de su balcón.

Día 32

¡Ay, Jesús! Me tengo que apurar, se me va a hacer tarde. No puedo creer que dormí cinco horas seguidas, hace años que no podía dormir de un solo tirón. Ni siquiera escuché sus ronquidos. Es más, estoy segura de que ni siquiera intentó acercarse a mi lado de la cama. Más le vale, lo hubiera sentido inmediatamente, me hubiera despertado el cabrón. Todo sudado, apestando entre las sábanas, con esas manotas y esos piesotes intentando ahogarme. ¡Qué asco! Todas las pinches noches una batalla por sobrevivir.

Pero no hay que aguarse la fiesta, hoy es un día muy importante. Además, es un respiro no tenerlo cerca, debe andar arriba en su despacho o allá abajo en el garaje. Muy probablemente está en el teléfono con esa vieja. No, no, no, no, ya sé, seguro está pegado a la televisión, viendo las noticias, como siempre, a ver cuáles son las cifras de hoy, como si un número hiciese la diferencia. ¡Hazme el favor! A quién le importa, a mí me vale madres. Hoy es mi día y eso es lo único que cuenta.

Me voy a meter a bañar y me voy a lavar el pelo, quiero que quede sedoso para que lo note incluso a la distancia. ¿Qué tan lejos está su balcón? La calle solo tiene tres carriles, no me parece tanto. Me voy a echar todo lo que me queda del acondicionador, a ver si con el aroma lo atrapo. Siempre me ha funcionado. Además, yo sé que no puede dejar de mirarme. Ojalá me quedara un poco del aceite de coco, ese que olía tan fresco como la primavera. Si tan solo pudiese salir a comprarlo…. En fin, el que tengo basta y sobra.

—¿Rebeca? ¿Dónde estás? ¿Ya te levantaste?

¿En serio, A.? ¿Qué chingados quieres a estas horas? No es momento de estar fregando, todavía tengo que depilarme y ponerme la mascarilla, nomás que dé con el botecito del barro. Y también tengo que hacer algo con mis manos, están más secas que una uva pasa, salpicadas de manchas y llenas de callos. No me puede ver así, no es ésta la que está acostumbrado a ver todos los días.

—¿Rebeca, me escuchas?

¡Hasta crees, hace años que dejé de escucharte! Dejé de escucharme a mí misma, era la única forma de sobrevivir a todo esto, de sobrevivir a ti, de sobrevivir a mí. Todo repicaba en mi cabeza, ahora solo se escucha la voz del silencio. Y hoy, además, solo tengo oídos para Él. Hoy, solo estoy para Él. Es como si de repente despertara después de una larga y dolorosa enfermedad. Por fin me siento viva de nuevo, A. Me voy, ya casi estoy lista y no tengo más tiempo que perder. Estoy segura de que ya está ahí afuera, esperándome. ¿Me escuchas?

Nadie sabe a ciencia cierta cuándo empezó, no lo sabe él ni tampoco ella.

Día 38

¡Híjole! Ahí estás. ¿Cómo amaneciste? La noche se me hizo una eternidad, ¿a ti no?

Espero que no se me note mucho la sonrisa mustia. Soy pésima para aparentar, me pongo toda colorada y me chiveo, intento disimular con la mirada, como si la virgen me hablara, pero siempre, siempre, me cachan.

¡Mírate, nomás! El sol realza tus delicadas facciones y le da más fuerza a esa tremenda cabellera color azabache que casi puedo acariciar con la punta de mis dedos. Tu torso, trabajado, parece esculpido por los rayos solares. Me vuelve loca ver cómo flexionas cada músculo del cuerpo. Los estrechos pantalones cortos que dejan ver tus fornidas piernas, entrecruzadas. La delicadeza de tu bigote negro, delineando tus labios, y tus blancos dientes, escondidos tras tus sonrisas. La sutileza de cada uno de tus movimientos. Tu penetrante mirada de color verde oliva. Tu piel tostada, inmaculada. Tú, toditito tú.

Qué alegría que tu madre no esté por ahí, aunque pensándolo bien nunca lo ha estado realmente.

Ella llevaba muerta mucho tiempo, solo ahora que todo muere a su alrededor es que ella comienza a vivir de nueva cuenta.

Día 43

—Ha muerto, Rebeca. Ya no está con nosotros. ¿Me escuchas? ¡Rebeca!

Qué silencio, hace meses que no sentía tanta paz. Los coches, la gente, los vecinos, el ruido, los perros, él. Él. A esto suena el silencio. Ojalá lo hubiera descubierto antes, ahora es demasiado tarde ¿o no?

—¡Rebeeecaaa!

Sí, te escucho.

 

*Imagen de Mirabelka Szuszu

 

Diego Gómez Pickering (Ciudad de México, 1977). Cronista del periódico Reforma.  Durante los últimos dieciocho años ha colaborado en diferentes diarios y revistas, entre ellos Financial Times, The Washington Post, The Guardian, La Vanguardia, Excélsior y El Universal,  Letras LibresThe Huffington Post, Nexos, Proceso, Foreign Affairs y Gatopardo. Autor de la novela La foto del recuerdo (2006); de los libros de crónicas Los jueves en Nairobi (2010), Diario de Londres (2019) y La primavera de Damasco (2013), calificado por la crítica como uno de los mejores libros del año; y de la colección de cuentos Un mundo de historias (2017). Su libro más reciente es Cartas de Nueva York (2020). Su obra ha sido traducida al inglés, al francés, al catalán, al swahili, al árabe y al ruso.

 

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Posted: October 12, 2020 at 8:59 pm

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