El anillo de Brodgar
Jeannette L. Clariond
¿Has visto el anillo de Brodgar cuando el ocaso atraviesa su centro? Desolado archipiélago en la vasta tierra, su brillo parece nuevo y triste a la vez como el sueño triste que sueñas fuera de ti, y es noche y prefieres caminar por los largos pasillos internándote en el bosque.
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La tierra es roja como un cadáver abierto donde puedes leer el verso de Blas de Otero: suena la soledad de Dios. Y dentro sientes el miedo de enloquecer y callas como hizo Jodasevich.
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El dolor es un silencio deshabitado, una muerte nacida mucho antes. Se llega al mundo en un agua de silencio, sin lengua, sin fuego, con solo el cuchillo en la garganta. Y a fuerza de intentar sacar las manos, se nace con los pies, con los ojos abiertos a un agua haciéndose más sangre. Jinetes, caballos, trompetas celestiales en las puertas. Otras manos cargando nuestro cuerpo, dándonos un nombre, un destino, la marca de un lugar.
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¿Qué fue lo que hiciste, cuerpo mío, de mi sangre?
El dolor se incrustó como una piedra. En el borde del abismo
el brillo del cuchillo, antes del sacrificio.
Muy cerca de mi garganta. Era mi voz, mi llaga
abierta, honda en la grieta.
La herida habla en la sangre, la luz que se niega a firmar la escisión.
Dos almas dicen el balance del mundo,
dos hondas heridas en la tierra.
Ella habla del habla, la rúbrica estremecida hacia lo abierto.
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Hay un dolor que sabe estar solo, el otro, vive en el destierro.
Puede más el hambre que el grito. Ese dolor ya sangre sin cuerpo, río colmado de interiores afectos que la mar escupió.
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Vine al mundo desprovista de mi lengua.
La leche que no amamanté corría por debajo de la puerta.
Chupas hambre y comes aire. La palabra sale de tu boca, de tus labios escurre un
hilo de leche rancia, endurecida, no del color de la nieve, sino el amarillento
calostro del seno que a nadie sirvió.
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Quieres que deje de decirte madre, que abra mi boca y pongas bajo mi lengua el
jade. Más seca la lengua que la sed de 39 días en el desierto.
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Di lo que quieres que oiga sobre mi sed.
Di lo que quieres que oiga de la niña entre las vías,
di que no quieres herirme,
di el día en que su sangre bañó mi cuerpo
sin que cuerpo aún hubiera en su seno.
(La muerte del cuerpo no deseado en el puño de la sábana.
En un lienzo sales en otro lienzo entras a un mismo mundo mudo,
la alta cumbre donde el día dura solo la flor.)
Ven, iniciemos el ascenso, un aire puro en el rostro,
una amapola en la piedra, sopla sin ver.
De ser posible, que beba mi cuerpo la sal
sanándome de cuanto haya visto mi lengua,
de cuanto haya callado la espuma.
Toda orilla es azar.
Del libro El anillo de Brodgar
Julio / 2015
Jeannette L. Clariond (1949) es poeta y traductora. Ha colaborado en diversas revistas y periódicos nacionales y extranjeros como ABC, El País, La Jornada Semanal, La Vanguardia, Literal y Letras Libres, entre otros. Obtuvo la beca Rockefeller/Conaculta 2000 y la Banff Conaculta para traductores 2004. Premio Nacional de Poesía Efraín Huerta 1996 por Desierta memoria. Premio de Poesía Gonzalo Rojas 2001 por Todo antes de la noche.
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Posted: July 13, 2015 at 10:19 pm