Sobre Arquitectura libre
Annuska Angulo
Arquitectura libre es un trabajo a largo plazo, todavía en proceso, del fotógrafo Adam Wiseman, sobre la arquitectura de remesas y la autoconstrucción en México. Su compañera, la escritora española Annuska Angulo, ha formado sus propias ideas sobre el proyecto, que es ya parte de su vida cotidiana. Estas son algunas de sus reflexiones.
Shelter y el urbanismo unitario
He aquí la razón por la cual me fijo en las casas y en la organización de las ciudades y del “campo”: cuando tenía entre 17 y 21 años, algunos de mis mejores amigos eran estudiantes de Bellas Artes en la Universidad del País Vasco y entre nosotros rolaban (entre otras muchas cosas) un par de libros que me impactaron como meteoritos: la antología de textos situacionistas sobre arte y urbanismo de Ediciones La Piqueta,1 y Shelter,2 una especie de fanzine de tamaño tabloide, publicada en 1973, en la que se recogen testimonios, artículos e instrucciones de autoconstrucción de viviendas por todo el mundo. Después de estudiar estos dos libros (siguen conmigo), empecé a desconfiar de la arquitectura y el urbanismo y a sentir admiración por las personas que construyen su casa con sus propias manos y la ayuda de su comunidad cercana.
Shelter es un gran catálogo de la genialidad humana para construir: desde los techos de pasto de campesinos ingleses hasta las cúpulas geodésicas de hippies californianos, pasando por carretas gitanas, casas en los árboles, casas de junco, de adobe, de turba, de piedra, de tela, talladas en las laderas las montañas, excavadas en el suelo, flotantes. Entre el instructivo y el documental, compila muestras de lo que el situacionista Raoul Vaneigem define como el “instinto constructor” que, según él, estaba a punto de desaparecer en las ciudades europeas, menos entre los niños y los “primitivos” (así dice la traducción de La Piqueta, de Julio González del Río Rams). Dejo aquí la cita completa de Vaneigem:
Por todos los sitios en los que se ha extendido la civilización burocrática, la anarquía de la construcción individual ha sido consagrada oficialmente, y acogida por los organismos competentes del poder, de tal manera que el instinto de construcción ha sido extirpado como un vicio y ya no sobrevive apenas más que en los niños y los primitivos (los irresponsables en la terminología administrativa).3
Según Vaneigem, allá donde hay un estado competente, la libertad de construir la casa propia es controlada por los poderes oficiales, el instinto constructor universal es erradicado, y éste se gestiona por especialistas (arquitectos y urbanistas).
Pero en México el Estado no es del todo competente. En la vastedad de su territorio hay vacíos, tanto metafóricos como reales, que propician la expresión individual de las personas, y donde todavía florecen formas no occidentales de concebir el espacio y la arquitectura. Son espacios en los que la vida se recrea sin mediación del estado (porque no existe). (La otra cara de la moneda de este vacío es obviamente la indefensión contra el crimen organizado.)
Por eso se nos ocurrió llamarlo Arquitectura libre: 1. f. Arte de construir edificios públicos y particulares, religiosos o no religiosos, sin la supervisión de arquitectos ni urbanistas.
Las casas en la carretera
Cuando llegas a un nuevo país, primero asimilas el paisaje en su totalidad y las lomas de Ecatepec a la salida de la ciudad parecen un mar de concreto. Progresivamente –muy lentamente– el ojo se acostumbra a ese paisaje, y entonces empiezas realmente a ver, a reconocer. Los árboles ya no son “árboles”: son mezquites, pirules, ceibas, jacarandas, colorines, galeanas.
Hay que tener en cuenta que este ojo es el de una mujer que nunca antes ha vivido en un país latinoamericano. Es un ojo acostumbrado al paisaje organizado y manicurado de Europa y Estados Unidos, de la agricultura industrial, la planificación urbana y los arquitectos. Es un ojo ávido y nuevo en México.
Las casas me llamaban mucho la atención. No las de Roma o la Condesa o Coyoacán, con un trazo urbano y estilos arquitectónicos parecidos a los de mi propio país. En Xochimilco, en los barrios aledaños a Santa Fe, detrás de Observatorio, ahí donde viven los trabajadores: ahí es donde a mí me gusta mirar casas. Y si salíamos de la ciudad, mejor aún.
Porque no es tanto en las ciudades, donde se simula la presencia de instituciones y ley, sino en las afueras, en las zonas rurales, en ese campo abandonado, sin recursos, sin subvenciones, sin apoyo, ahí donde la migración al norte es parte de la vida cotidiana desde hace generaciones, es donde se da la arquitectura libre en su máximo esplendor disfuncional. Donde no alcanza el gobierno a gobernar, llegan los dólares de los familiares en el norte. De donde sea que lleguen los dólares o los pesos, la cosa es que los mexicanos insisten en construir sus propias casas, iglesias, mausoleos, escuelas y comercios, y repartir el terrero a su manera.
Fotografiar estas casas se volvió un acto complejo y arriesgado. A mucha gente les parecen “feas”. No hay nada más alejado de la belleza mexicana que se anuncia en los panfletos de turismo, esa imagen de México que se vende en el extranjero o a los propios mexicanos, que una de estas casas inverosímiles, en medio de la nada, o en medio de una calle a la entrada de un pueblo “colonial”. Parecen estar diciendo: “Cada uno tiene su propia versión de qué es elegante, qué es un símbolo de estatus, qué es deseable. Tú tienes la tuya, yo la mía”. Estas construcciones son una contestación y una revuelta. ¿A quién le parecen feas, y por qué? Salpican todo el paisaje del país, de sur a norte. Como un antídoto de las casas Geo y la unidad habitacional, el pueblo de México construye exactamente lo que le da la gana, les guste a ustedes o no.
Los que estudian el caso de la arquitectura de remesas en sus diferentes vertientes suelen estar de acuerdo en esto: “las imágenes de las casas vienen de contextos diferentes al que las rodea”.4 Pero se puede argumentar que el contexto que las rodea es un vacío, o un espacio siniestro y estropeado que se quiere habitar y mejorar. Los migrantes que viven en Estados Unidos, y los que se quedan en México que también viven en los Estados Unidos vicariamente a través de sus familiares y de las imágenes que nos rodean, crean su propia versión de la prosperidad, ni estadounidense ni mexicana, que pone en tela de juicio ambas identidades.
Estados Unidos, más que México, es un país sincrético, construido a partir de la experiencia de muchas minorías (alemanes, irlandeses, italianos, franceses, chinos, africanos, mexicanos, Native Americans, etc.). Es un país de cuya identidad los mexicanos han formado parte desde su inicio. Es también su contexto.
Así que lo que han hecho los mexicanos es crear su propio país, financiado por remesas y negocios que no van nada mal. Una gran parte de este país, por lo general los más prósperos según los estándares occidentales, vive en Estados Unidos (unos 36 millones). La otra parte, los aproximadamente 52 millones de personas que viven en lo que el Banco Mundial define como “pobreza moderada”, están en México.
Pues serán pobres moderadamente, pero sus casas no tienen nada de moderadas.
La gran arquitectura mexicana
Otro especialista (en este caso un artista contemporáneo) dice: “eso no es arquitectura. Si no hay arquitecto, no hay arquitectura”. Yo creo que sí lo es (también pienso que es posible la danza sin coreógrafo y la música sin compositor). En la definición de la palabra “arquitectura”, la RAE no menciona al arquitecto. Arquitectura es el “arte de proyectar y construir edificios”. Sin más.
Parece ser que al arquitecto Frank Lloyd Wright no le impresionó mucho CU. Que algunas cosas sí, pero en general le pareció un conjunto de grandes cajas de zapatos sobre palitos. En un artículo de Arquine leo:
Según Wright, la relación de la arquitectura con la tierra y lo local —o, en otras palabras, que (metafóricamente) `crecía del suelo´— era uno de los elementos clave irresueltos en la arquitectura mexicana contemporánea. […] En una “carta abierta a México”, escrita en 1952 para acompañar la muestra mexicana de su exposición Sesenta años de arquitectura viviente, y en clara respuesta a la arquitectura de CU, Wright establece la necesidad de tener en mente el contexto y su pasado:
Este trabajo puede tener algo que ofrecer a México en la nueva dirección de la arquitectura libre de ser al fin mexicana… una verdadera expresión de la humanidad individual que es México, el gran Primitivo. […] Esta bella tierra, favorecida por una magnífica historia, merece una gran Arquitectura.5
No creo que esta arquitectura libre fuera la gran Arquitectura que Wright tenía en mente, pero quién sabe… Igual le hubiera parecido más interesante que CU.
NOTAS
Julio González del Río Ramos, introducción y traducción, La creación abierta y sus enemigos. Textos situacionistas sobre arte y urbanismo. Madrid: Las Ediciones de La Piqueta, 1977.
2 Lloyd Kahn, editor, Shelter. Bolinas, California: Shelter Publications, Inc., 1973.
3 Raoul Vaneigem en “Comentarios contra el urbanismo”, La creación abierta y sus enemigos. Textos situacionistas sobre arte y urbanismo, p. 225.
4 Andrea Navarro, Estética de la supervivencia, (tesis de maestría). Ciudad de México: UNAM, 2012.
5 Luis E. Carranza, “La arquitectura prehispánica en el imaginario moderno”, Arquine, nº 38, Invierno 2006. https://www.arquine.com/la-arquitectura-prehispanica-en-el-imaginario-moderno/
Annuska Angulo Rivero (Bilbao, 1971) es escritora y traductora. Se licenció en Letras Modernas Inglesas en la UNAM, y actualmente realiza una maestría en traducción en la universidad Goldsmiths, en Londres. Recibió el primer premio de poesía del concurso Punto de Partida 2017 de la UNAM. Es coautora del libro de ensayos El mensaje está en el tejido (2016) y Vidas sin fronteras (2019), y ha publicado cuentos y novelas para niños, como El misterio del lago olvidado (2007), Suena México (2006, 2016) y Blancanieves en el metro (2016).
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Posted: October 9, 2019 at 9:26 pm