El cadáver exquisito de Agustina Bazterrica
Alba Lara Granero
Getting your Trinity Audio player ready...
|
¿Qué pasaría si todos los animales del mundo se infectaran de un virus letal para los seres humanos? Las vacunas fallarían. El pánico cundiría entre una población aterrorizada por el arañazo mortal de un gato. Los científicos que negaran la existencia del virus desaparecerían misteriosamente. Bajo el auspicio de prestigiosas universidades, algunos nutricionistas advertirían de los riesgos de no consumir proteínas de origen animal. Escuadrones de vecinos escafandrados saldrían a cazar y quemar toda amenaza animal en la ciudad hasta que solo quedaran, irreducibles, los pájaros cuyas mortales cagadas obligarían a la gente a salir siempre de casa con paraguas. Así al menos es como se lo imagina Agustina Bazterrica en Cadáver exquisito (Alfaguara, 2017), una novela que retrata una Argentina distópica y posanimal donde el vegetarianismo no es una opción.
La primera carne humana se consiguió de manera ilegal. Los inmigrantes, los pobres y los marginales empezaron a ser perseguidos y descuartizados. Al principio, la población puso el grito en el cierro. Pero poco a poco, a fuerza de hábito, las cazas de seres humanos se fueron normalizando y la sociedad aceptó que “después de todo, la carne es carne, no importa de dónde venga”. Presionados por una industria cárnica multimillonaria e incapaces de parar el horror de los ataques, los gobiernos del mundo acabaron por legalizar la cría de la nueva carne. A este periodo se le conoce como la Transición.
Marcos Tejo, el protagonista de Cadáver Exquisito, trabajaba en un matadero antes del virus y sigue trabajando en él después de la pandemia. No cree que el virus exista. Piensa que todo es una invención para reducir la superpoblación mundial. Le asquea la nueva carne. Pero, aún así, va cada día al trabajo porque “es el mejor y le pagan como tal, porque no sabe hacer otra cosa y porque la salud de su padre lo requiere así”. En todo caso, Marcos, que está atravesando una crisis familiar cuyo alcance se va desvelando y complejizando a lo largo de la narración, hace su trabajo aunque su trabajo le asquee; tiene en la punta de la lengua palabras como ‘atrocidad’ o ‘canibalismo’, “pero se queda mudo y sonríe”; quisiera anestesiarse, pero los recuerdos lo acechan.
El libro está narrado en una tercera persona que sigue muy de cerca a Marcos. Con él visitamos el matadero, la curtiembre, a proveedores y compradores, nos enteramos de qué pasa fuera del matadero más allá de una cerca electrificada que protege a los trabajadores y al producto de los ataques de una multitud hambrienta a la que contienen con despojos de carne enferma.
El lenguaje es sencillo, sin excesos retóricos. Bascula entre la descripción objetiva y técnica, aséptica, y otra que le habla a los sentidos. Con el uso de la primera, Bazterrica consigue presentar una situación sórdida con normalidad. Mediante el uso de la segunda, olemos la carnicería de Spanel, sentimos el lametón de un cachorro clandestino oculto en el antiguo zoológico, escuchamos cómo Marcos le canta Summertime al oído a Jazmín, la humana para su propio consumo que le regaló un proveedor. El resultado de esa combinación de lenguajes es una narración de poderosa oscuridad.
Lo más interesante de los retratos distópicos es, para mí, su capacidad amplificadora de una realidad existente. Así como Farenheit 451 nos permite meditar sobre los peligros de la censura o Un mundo feliz nos advierte de los riesgos de controlar la biología humana, Cadáver exquisito surge de explorar la ironía de “la carne que come carne”. Bazterrica ha contado cómo la idea del libro se le ocurrió un día al pasar por una carnicería y pensar que estaba llena de cadáveres. El resto, la novela, es trasladar lo que nuestras sociedades hacen a los animales y sustituir su carne por la humana.
De las discusiones más interesantes que el libro plantea es la de qué significa nombrar. En la Argentina de Cadáver exquisito, a la carne humana no se le llama así, sino ‘producto’, ‘carne’ o ‘alimento especial’. No se habla de canibalismo. Los seres humanos que se empiezan a criar para el consumo de otros seres humanos son ‘reses’. Los diminutivos ‘patitas’ y ‘manitos’ neutralizan el espanto. Lo que hacen en el frigorífico no es ‘faenar humanos’ y, de hecho, si Marcos se atreviera a decir algo así acabaría él mismo en el Matadero Municipal asesinado, que “sería la palabra exacta, pero no la permitida”. Marcos sabe que “hay palabras que encubren el mundo”, que son “convenientes, higiénicas, legales”. Por ejemplo, la palabra ‘mercancía’. Los humanos criados en granjas, por su parte, no hablan porque les han extraído las cuerdas vocales.
Una de las peleas terminológicas más luchadas por los activistas comehierbas en la actualidad es precisamente el uso de la palabra ‘animal’. Pertenecemos al mismo reino de la naturaleza, pero raramente nos llamamos a nosotros ‘animales’. Yo misma lo he evitado en este artículo por comodidad lingüística. ¿Cambiaría algo nuestra perspectiva si empezáramos a llamarnos a nosotros mismos ‘animales humanos’ y nos refiriéramos a las demás especies como ‘animales no humanos’? ¿Afectaría a nuestra empatía hacia otras especies? ¿Modificaría nuestros hábitos? ¿Y si empezáramos a llamar a las ‘hamburguesas’ algo así como ‘cadáver de vaca’? Sospecho que no podría haber estrategia de márketing peor: ponerle a las cosas un nombre transparente.
Además de la pregunta central sobre la ética del consumo de carne, Bazterrica introduce en el libro otras muchas realidades de explotación real y las adapta al nuevo contexto antropofágico. Las pieles más apreciadas son las blancas. La xenofobia y la aporofobia se translucen en las primeras cazas humanas. Como en la mayoría de nuestras sociedades, está prohibida la esclavitud y, por lo tanto, no pueden comprarse reses para trabajar en talleres clandestinos, pero aún así, sucede. Todo para indicar que, de una manera menos evidente, menos fisiológica, fuera de la novela ya vivimos en una realidad en la que unos comen y otros son comidos.
El libro ganó el Premio Clarín de Novela en 2017. Desde entonces, se ha leído en algunas escuelas argentinas, se ha traducido a varios idiomas, Bazterrica ha dado multitud de charlas y, aunque la autora, vegetariana con pareja carnívora, ha confesado que en ningún momento se propuso convencer a las personas que comen carne de que dejaran de hacerlo, reconoce que algunos lectores han cambiado su dieta después de leer el libro. Cadáver exquisito es un libro violento y sobre la violencia, un tema que Bazterrica ha reconocido como “su tema”. Es imposible que tan afilado como es, su lectura no nos rasguñe al menos un poquito.
- Agustina Bazterrica, Cadáver exquisito. Alfaguara, 2017.
*Este texto forma parte de la serie “Comehierbas”, dedicada a explorar historias de vegetarianismo. Sigue leyendo aquí.
Alba Lara Granero (El Pedernoso, 1988) es escritora y filóloga. Graduada del MFA en escritura creativa de la Universidad de Iowa, sus ensayos han sido publicados en Iowa Literaria, El País, El Estado Mental y Literal entre otras revistas. Actualmente es candidata a doctora por Brown University. Twitter: @a_laragranero
©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.
Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.
Posted: March 26, 2024 at 9:35 am