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En el pajar del alma
COLUMN/COLUMNA

En el pajar del alma

Socorro Venegas

Gabriela Polit es sobre todo una observadora, una pensadora. Eso se nota en la calidad de su escritura, que se siente decantada, precisa. He tenido la suerte de leerla en sus textos de vertiente ensayística, donde es tan rigurosa como imaginativa. Como profesora en el Departamento de Español y portugués de la Universidad de Texas en Austin es una académica comprometida y generosa. Todo esto lo he visto y conocido de ella, pero nada me anunciaba la experiencia poética contenida en su libro Agujas, un volumen leve, en apariencia, tal y como puede parecernos una aguja. Pero su consistencia y fuerza están también ahí, en la síntesis apretada de su forma punzante.

La escritora argentina María Teresa Andruetto ha reflexionado sobre la presencia de las artes narrativas aún en escrituras donde no parece evidente, nos dice: “Por muy experimental que sea un poema, y aunque se trate de poesía concreta, conceptual o casi de pura exploración sonora, siempre podemos encontrar un núcleo narrativo, aunque a veces esté muy escondido. Todo el arte proviene de la necesidad de dar cuenta de lo que nos sucede, necesidad de transmitir hechos de los que hemos sido actores, imagineros fabulosos, partícipes secundarios o testigos”.  Historias mínimas, atisbos de experiencias en el pajar del alma humana.

Escribe Gabriela:

 

En el cuarto de techos altos

un hilo de luz

divide la pequeña mesa

donde la tía les enseña

el oficio de las niñas

 

en la caja de madera

hay decenas de agujas

unas duermen, otras

como bailarinas,

hunden la punta de su pie adolorido

en el almohadón de colores

 

ofician un baile que lastima

y, a veces, saca sangre

 

Este es el primer poema del libro; me quedé prendada de su cadencia y de lo que Andruetto ha llamado el núcleo narrativo. Esa potencia del lenguaje poético de mostrarnos lo esencial mientras nos traslada una experiencia de infancia, “el oficio de las niñas”, que se cumple en silencio y que puede hacer sangrar.

El acto de hilvanar, de enterrar la aguja, de desenterrarla como quien cose y descose el pasado, se hace visible. “Como una vieja que se repite/  la aguja golpea / al impertérrito dedal / terca, la memoria / desordena los recuerdos”.

La forma en que recordamos o hilvanamos memorias nos descoloca, nos deslocaliza. Se pueden unir historias de distinto origen y destino, y las comprendemos en el asombro de su peculiaridad:

En el año 2017,

El fentanilo recorrió venas

y mató de sobredosis

a setenta y dos mil personas

quedaron agujas

tiradas en parques,

alcantarillas

bajo puentes abandonados

en los filos de las veredas

inertes, quebradas,

cómplices

 

Y viene entonces una de esas volteretas que la vida prodiga. Esta brevísima historia universal de las agujas concebida por Gabriela Polit nos cuenta que su origen pudo estar en los propios huesos humanos, y nos muestra cómo pueden ser el vehículo de una droga letal, pero también de la salvación. Después del poema que revela la dolorosa tragedia de muchos que han perdido la vida por sobredosis, vienen estas líneas para mostrarnos una situación cercanísima de nuestro mundo en pandemia:

En el 2021, la herida

De una aguja en el deltoides

Es signo de esperanza

 

Las agujas de este libro hacen una especie de recorrido genealógico: el padre que les temía, la tía hipertensa o hipotensa, las agujas de la acupuntura que parecen eternizarse en el cuerpo que se entrega a ellas. Se mira el reloj de la cocina, y ahí tres agujas anuncian el nacimiento de un niño. Agujas que corren son también las lágrimas de una niña a la que pica un insecto. El ojo de la aguja por donde entra el mundo.

 

Después de leer Agujas, de Gabriela Polit, las veo distinto, las encuentro en todos lados: las agujas de los pinos, un follaje sutil; pienso en las mujeres que tejen los nombres de sus desaparecidos, víctimas de violencia, la aguja que escribe en un acto que es consuelo y denuncia.

Aprendo nombres en la página 70 del libro:

La que trabaja en cuero

se llama baquetera

o cordobanera

la del trigo, aguja de agavillar

la del relieve, de agrimensor

la del jinete, de albardero

 

Y así, me pregunto cómo he podido vivir tanto sin saber nombrarlas y convocarlas. En las últimas páginas hay un juego visual con distintas agujas y sus destinos: la que atraviesa el corazón es la del amor, la vemos dibujada y surcando la distancia en blanco de la página. Nos atraviesa. Ahora, como escribe Wilslawa Symborszka, “Prefiero tener en la mano hilo y aguja”.

Una nota de la autora cierra el volumen, dejaré que ella les cuente sobre el tiempo en que escribió este poemario. Hay que agradecer a la editora, la querida Rose Mary Salum, por publicar este libro, por una edición tan cuidada y además por presentarlo en los dos idiomas de la autora, español e inglés, en la excelente traducción de Sean Manning. Léanlo, verán cómo van sintiéndose entrañablemente cosidos a la belleza de sus páginas.

 

Socorro Venegas es escritora y editora. Ha publicado el libro de cuentos La memoria donde ardía (Páginas de Espuma, 2019),  las novelas Vestido de novia (Tusquets, 2014) y La noche será negra y blanca (Era, 2009); los libros de cuentos Todas las islas (UABJO, 2003), La muerte más blanca (ICM, 2000) y La risa de las azucenas(Fondo Editorial Tierra Adentro, 1997 y 2002).  Ha recibido el Premio Nacional de Cuento “Benemérito de América”, Premio Nacional de Novela Ópera Prima “Carlos Fuentes”, Premio al Fomento de la Lectura de la Feria del Libro de León.  Es directora general de Publicaciones y Fomento Editorial de la UNAM. Su Twitter es @SocorroVenegas

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Posted: November 30, 2022 at 12:22 am

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