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Es esta una habitación: Transcripción de Reality Winner

Es esta una habitación: Transcripción de Reality Winner

Naief Yehya

Teatro experimental en tiempos de paranoia

El 3 de junio de 2017 una docena de agentes del FBI se presentaron en la residencia de la veterana de la fuerza aérea, contratista del gobierno federal, interprete (de farsi, dari y pastún), Reality Leigh Winner, en Augusta, Georgia, con una orden cateo. Se le acusaba de haber filtrado a los medios un documento secreto preparado por la National Security Agency respecto de los aparentes intentos rusos de hackear las elecciones estadounidenses, a pocos días de la elección de 2016, empleado técnicas de phishing (es decir de lanzar anzuelos para lograr que incautos revelaran información o crearan vulnerabilidades en el sistema para ser empleadas con el fin de afectar el resultado de la elección).

Esa primera interacción con Winner fue grabada y documentada por el FBI en un texto que se hizo público y que la dramaturga Tina Satter descubrió por azar en internet. Satter, quien se ha especializado en teatro experimental con cierta carga política, reconoció de inmediato el potencial de un texto que de entrada parecía una obra de teatro con protagonistas, intriga, relaciones de poder y juegos idiomáticos, de manera que decidió llevarlo, sin modificaciones, al escenario en forma de diálogos, con un mínimo de escenografía (una especie de franja que parte el espacio en dos, cubierta con un tapete gris en medio del público), respetando los tartamudeos, carraspeos, ruidos de fondo y errores de dicción originales. El caso implicaba una carga de desconsuelo e ira por las políticas censoras y paranoicas del Estado, pero la directora evitó al máximo caer en panfletarismos. De tal forma creó una tensa coreografía a la que incorporó las partes censuradas en forma de silencios, cambios de luces, sonidos y música electrónica de Sanae Yamada. Así surgió: Is This a Room: Reality Winner Verbatim Transcription (Es esta una habitación: Transcripción textual de Reality Winner), que fue estrenada el 4 de enero pasado en el prestigioso espacio The Kitchen, en Manhattan. La obra es una formidable disección de las estrategias de presión, intimidación, acoso e incluso chantaje usadas por el FBI. Al mismo tiempo retrata con vitalidad la forma en que los agentes actúan para crear una narrativa y es un registro de la forma en que Reality intenta proyectar un aire de inocencia, como si los actores estuvieran interpretando a otros actores. Las interacciones están cargadas de amenazas veladas y evasiones, salpicadas por cambios de tema súbitos, bromas, comentarios sobre mascotas, armas y el clima, que en vez de aligerar la historia añaden un inquietante poder dramático a la obra. Satter declaró que Is This a Room gira en torno a conceptos como patriotismo, honor, acceso a la información y al poder. Si bien esto es cierto, el equilibrio se sostiene sobre la dualidad entre el compromiso y la consciencia, entre la responsabilidad ciudadana y el respeto a la autoridad.

Winner, quien tiene 27 años y ha recibido múltiples condecoraciones, decidió copiar el reporte en cuestión y enviarlo al sitio informativo, The Intercept. Sin embargo, al hacerlo dejó pistas que los agentes pudieron seguir y así llegar a ella. Además de que el sitio informativo especializado en espionaje, seguridad e inteligencia cometió omisiones y errores para tratar de proteger su identidad (reporteros de esa fuente enviaron a la NSA una copia física del documento para confirmar su veracidad, con lo que pudieron determinar cuál impresora fue usada, además de que revelaron desde donde había sido enviado por correo). Si bien es probable que la NSA hubiera dado con Reality de cualquier manera, The Intercept reconoció su responsabilidad y ofreció cubrir los costos de la defensa legal de Winner. Durante buena parte del interrogatorio Winner niega haber sido la responsable de la filtración, pero eventualmente, los agentes logran hacerla confesar. A pesar de que no se trata de una obra explícitamente documental ni militante, resulta importante porque revela los mecanismos de persecución y acoso que pesan sobre los que desafían a sus superiores para revelar secretos incómodos en la era post Edward Snowden y post Chelsea Manning. El gobierno de Trump se obstinó en imponer un castigo ejemplar a Winner pero fue el régimen de Obama el que comenzó a castigar con severidad sin precedente a los que filtran información y estableció nuevos precedentes para la intimidación de la disidencia.

La obra comienza cuando Winner (interpretada por una formidable Emily Davis) regresa a su casa después de ir de compras y se encuentra con un grupo de hombres que la esperan frente a su casa. La conversación comienza ahí, con el anuncio de que tienen una orden para revisar su casa, persona y auto. Más tarde entran a la casa a seguir con el interrogatorio. Dos agentes se encargan de cuestionarla, Justin Garrick (Pete Simpson) y Wallace Taylor (T.L. Thompson), mientras un tercer agente “desconocido” (Becca Blackwell) entra y sale, toma fotos y anuncia los avances del proceso a sus colegas. Los agentes escogen continuar el interrogatorio precisamente en el cuarto (la habitación del título) que Winner señala que le parece “extraño” y perturbador y que no utiliza nunca, con la obvia intención de desestabilizarla, de ponerla en una situación claustrofóbica e incómoda. Satter y sus actores logran que el desarrollo de los personajes se de en función de sus formas de expresarse, sus tosidos, movimientos, cadencias del habla y posturas (la transcripción es extremadamente específica y detallada). Davies, quien como Winner es originaria del sur de Texas, logra crear una sensación de angustia y a la vez desafío en sus siempre respetuosas respuestas, pero también muestra con sutileza cómo el temor va cediendo lugar a la indignación. Buena parte del trabajo anterior de Satter y su compañía, Half Straddle, tiene que ver con relaciones de género y de identidad. Aquí el conflicto nada velado tiene lugar entre la masculinidad de los agentes y la feminidad de Reality. Aunque se trata de una recreación fiel de un hecho real, la obra crea una sensación casi onírica, surreal y pesadillesca. Asimismo, el título Es esta una habitación, sin signos de interrogación, invita a la ambigüedad: ¿es una pregunta o una afirmación? Y ese es el tono de incertidumbre que imprimen los agentes a la entrevista.

Winner se considera una patriota en todos los sentidos y si bien desprecia a Trump y tuiteaba insultos en su contra, era conservadora en su postura con respecto a poseer armas (tenía varias en casa, incluso una semiautomática color rosa). Probablemente ella sea una buena representación de lo que es ser un liberal en Texas. Reality estaba en contra de las “guerras estúpidas” pero dado que se enroló en las fuerzas armadas y participó en el programa de eliminación de enemigos con drones es claro que estaba de acuerdo con la necesidad de la “guerra contra el terror”. Además, antes de su arresto estaba tratando de volver al servicio. Es difícil saber cuál era su función en los servicios de inteligencia, donde aparentemente trabajaba para un misterioso departamento dedicado a las “fuerzas aeroespaciales iraníes”. Aparentemente contribuyó a la eliminación de líderes terroristas y eso le valió alguna de sus condecoraciones. Tras su captura se ha arrepentido de haber divulgado ese documento y a pesar de trabajar en espionaje probablemente nunca entendió las consecuencias de su decisión.

La pieza oscila entre el espectro de la amenaza y un cierto humor ligero que se desprende de los constantes non sequiturs, de los aparentes comentarios absurdos e irrelevantes, del interés que tienen o fingen los agentes por los perros y gatos o por las rutinas de crossfit de Winner. Los agentes repiten que posiblemente se trató de un error o de un descuido y que están seguros de que no están frente a una espía. Pero independientemente de la ligereza con que los agentes tratan de conducir la “entrevista sin arresto”, el espectador sabe que sobre Winner pesaba una condena de más de una década en prisión. Y la principal ironía es que el documento que Winner filtró no era realmente secreto ni representaba un peligro para nadie. En agosto pasado Winner se declaró culpable y recibió una condena de 63 meses, la más larga jamás impuesta por revelar información gubernamental a los medios sin autorización. Esto contrasta con el trato que han recibido los colaboradores de Trump que estuvieron realmente implicados con Rusia durante el proceso electoral. Verbatim Transcription, más que una obra comprometida y militante es un trabajo valiente de reflexión en un momento en que los parámetros de lo que debe ser la resistencia a un régimen desquiciado parecen perderse en el caos.

 

Naief Yehya es narrador, periodista y crítico cultural. Entre sus libros recientes están: Las cenizas y las cosas (Random, 2017), Pornocultura, el espectro de la violencia sexualizada en los medios (Planeta, 2013) y de la colección de cuentos Rebanadas (DGP-Conaculta, 2012). Es columnista de Literal y de La Razón. Twitter: @nyehya

 

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Posted: January 17, 2019 at 12:42 am

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