Ghosting o “SI TE VI, NI ME ACUERDO”
Miguel Cane
Probablemente si no hubiera existido un escándalo de infidelidad que involucrase a la actriz ganadora de un Oscar Charlize Theron y al también oscarizado en dos ocasiones Sean Penn, el término Ghosting no se habría puesto de moda y no estaría hoy de boca en boca en distintas sobremesas, básicamente poniendo al día una práctica que tiene muchísimo de llevarse a cabo.
El caso fue así: Charlize se enteró de que el tal Sean —que por años le hizo ver su suerte a Robin Wright hasta que ésta le puso un hasta aquí, aplicándole el divorcio, y de paso revitalizando su carrera y hasta encontrando el amor con un hombre más joven— le había puesto los cuernos, para mayor humillación con Fleur Van Eeden, su doble de cuerpo, a la que conocieron en el rodaje de The Last Face, la cinta que él dirige y ambos protagonizaron y que se estrena a fin de año. Aunque la pareja ya estaba en planes muy serios, e incluso hablaban de casarse, todo se vino abajo cuando el National Enquirer —tabloide amarillista por excelencia en EEUU— dio a conocer que Penn había sido visto en flagrancia, bebiendo y bailando con Van Eeden, e incluso se los fotografió llegando a un elegante hotel en Hollywood Boulevard.
En cuanto salió la nota, Theron, en un acto insólito y por medio su publicista personal, envió un memorandum al semanario People —ostensiblemente, la más confiable de las revistas que explotan el culto a la celebridad y exhiben sus fracasos personales con singular alegría— anunciando su ruptura definitiva con Penn, todo esto, según allegados, sin siquiera informarle, y de manera totalmente unilateral.
Es aquí donde surge el Ghosting. El mismo día en que por medio la revista Theron le comunicó a Penn que lo suyo era cosa del pasado, lo borró de su agenda telefónica, de sus redes sociales y, en fin, de todas las áreas de su vida. Cualquier llamada o intento de contacto por parte de Penn era recibida con total silencio. Como una “ley del hielo” pero en grado superlativo. Esa es la práctica para terminar relaciones que, en la era de las redes sociales y una comunicación inmediata y constante, más de moda está: cortar una relación sentimental sin dar ni pedir explicaciones de nada, sin contestar mensajes, llamadas, mails ni responder a cualquier intento de contacto por parte de la otra persona.
Esto recuerda un poco la cinta Eterno resplandor de una mente sin recuerdos (2004), escrita por Charlie Kaufman, en la que Kate Winslet y Jim Carrey encarnan a una pareja de amantes que al romper acude al (ficticio) instituto Lacuna, que posee una tecnología que sirve para este fin: olvidar por completo y para siempre a otra persona y todo lo que tenga que ver con ella en nuestras vidas. También esta nueva moda plantea una pregunta algo inquietante: ¿realmente se puede lograr que una persona que fue parte de tu vida desaparezca, como si nunca hubiera existido? Al parecer, en tiempos de redes sociales y como lugar de interacción amorosa esto ya es posible. El procedimiento es muy simple: sacar a la persona en cuestión de todas nuestras redes. Si no te puede contactar, entonces, efectivamente, ya no existe. Esto es el Ghosting y define literalmente al que “desaparece” como si se tratara de un fantasma.
Los casos no sólo tienen que ver con estrellas de cine o de rock. La célebre Carly Simon, cantautora de la famosísima canción You’re so vain, admitió hace poco que hace más de veinte años que no tiene ningún tipo de contacto con su exmarido, el también cantante James Taylor, pese a que en los casi diez años de su matrimonio en los 70 (la cúspide de la fama para ambos) tuvieron dos hijos, hoy adultos: “No sé nada de él. No hablamos nunca, no tengo idea de qué es de él y, honestamente y sin querer sonar mezquina, no me interesa. Nuestros hijos son lo único que nos une, pero ellos han logrado establecer una buena relación con ambos sin tener que vincularnos a nosotros. No sé si sea mejor o no, pero es lo que es”.
¿Cómo vive “la gente de a pie” los efectos del Ghosting? ¿Es menos traumático? No tanto. “Jorge y yo” —señala Catalina, de 33 años, que trabaja en el área de relaciones públicas de un museo de la ciudad de México, sobre su experiencia con él, que es funcionario de la secretaría de cultura del gobierno capitalino— “nos conocimos en un coctel. Nos gustamos, nos caímos bien y comenzamos a salir. No teníamos problemas. A veces se quedaba a dormir y yo a veces me quedaba en su casa, si su roomie no estaba. Un día, me invitaron a Oaxaca a la boda de una muy amiga mía y le dije a Jorge si quería acompañarme. Dijo que sí. Nunca habíamos ‘formalizado’, en el sentido de llamarnos novios ni presentar a la familia, pero era una relación estable. Compré los boletos de avión para ir a Oaxaca, y unos tres o cuatro días antes, de un día para el otro dejó de contestar mis mensajes de WhatsApp. Me leía, pero no me contestaba, después lo llamaba y nada. Me preocupé porque teníamos el viaje inminente, no tanto por el dinero del boleto, sino porque temí que algo le hubiera pasado, dejé pasar un par de días y nada. Tuve que ir a Oaxaca sola y a mi regreso no sabía muy bien qué hacer, hasta que me puse a mirar su Instagram y vi una foto con una chica”. Pronto descubrió también que la había bloqueado en WhatsApp y eliminado de sus amigos en Facebook. “Así me enteré de que habíamos terminado”.
El eco del “fue por cigarros y nunca volvió” como técnica de abandono se deja sentir y es parte inevitable del Zeitgeist de esta época, así lo indica Adriana Manzur, psicóloga: “Cada vez es más común oír, en consulta o socialmente, la queja de alguien que dice: ‘Me cortaron por WhatsApp o Face’. Pero la culpa no la tienen los medios de comunicación ni la mensajería instantánea. Si bien es cierto que se hace más notorio que últimamente ocurre de esta manera. Mucha gente en vez de llamar y hacer una cita para exponer sus motivos para romper una relación, el consabido “no eres tú, soy yo”, etcétera, decide que es más fácil dar por sentada la ruptura de esta manera. No se tiene que confrontar a nadie, y se transmite el mensaje. Ya no te quiero. Ya no me gustas. El problema es la confusión que suscita. ¿Es traumático? ¡Desde luego que es traumático! Y más para la persona que es objeto de este ostracismo. Porque no sabe qué ha hecho para merecerlo, aunque tampoco descontaría el trauma en quien lo hace. Es la manifestación de sus inseguridades y de su incapacidad para compartir. Pareciera que no les duele, pero la vergüenza está implícita en su invisibilidad. El que sea por medio del internet acentúa el hecho de que si no se da la cara es porque, en ese tipo de vínculos, no hay rostro humano. Quien incurre en esta acción, claramente ignora que de tanto eliminar sin palabras puede suprimir al mismo tiempo su propia subjetividad”.
Las rupturas con el Ghosting no son privativas de parejas heterosexuales o jóvenes; no conocen fronteras de género, preferencia, estrato social o edad; la justificación es diversa: “He terminado muchas relaciones de esta manera” dice Carlos, homosexual de 37 años, bien educado, con una carrera corporativa y una larga lista de rompimiento mediante Ghosting. “Lo que me pasa a mí, es que cuando dejo de pasarlo bien o descubro cosas que no te gustan con la persona con la que estoy, digo bye y doy vuelta a la página. Borrarlo de todo es devolverlo a la nada. Nunca sucedió. Después de los 30 lo que empieza como una relación intensa, que no echa raíces concretas, puede desaparecer un día y, la verdad, lo encuentro liberador. Me caga que me hagan preguntas sobre su desempeño en la cama o como pareja. Si no funciona, a otra cosa”.
Terminar una relación de esta manera no es algo nuevo, pero se pone de manifiesto porque las comunicaciones ahora son por redes sociales: ahí surge el acercamiento, la atracción, el coqueteo, el trato, la transición a la “vida real” y, posteriormente, es ahí mismo, donde comenzó, que se da el destierro. Es una práctica común e incluso cruel y su efecto puede ser muy adverso para la autoestima.
El Ghosting también se ha manifestado como inspiración para otras manifestaciones. En 2012, un video realizado en Argentina se viralizó en redes sociales: una mujer llamada Rocío denunciaba que su prometido Matías la había abandonado a través de una carta a unos días de su boda y que el fulano en cuestión no respondía sus llamadas. Los usuarios de las redes de entrada creyeron que se trataba una historia real y surgió un auténtico fenómeno a nivel América Latina; de inmediato se armó una cadena a través de Facebook y Twitter para encontrar al novio abandonador, aunque luego salió el peine y se vio que era una ficción web que experimentaba con esta idea. “La posibilidad de qué hubiera pasado si hubieran podido hablar y el hecho de decidir ‘no volver más’ era el gancho de esta historia, que tuvo mucho éxito”, declaró a La Nación Diego Corán Oria, protagonista y productor de la serie web que se llamó Doble click, que puede verse íntegra en YouTube.
Así como muchas parejas comienzan sus relaciones virtualmente gracias a las redes sociales, el Ghosting se ha diversificado ante el desarrollo de una amplia gama de aplicaciones y redes sociales que contribuyen a evitar el encuentro cara a cara al terminar una relación y la posibilidad de un encuentro posterior. Split, por ejemplo, es una app para iPhone y Android que selecciona los contactos con los que no nos queremos cruzar: basado en los datos de geolocalización que incluyen Facebook, Twitter, Tinder, Forsquare y anexas. La app te envía una alerta cuando alguno de ellos se está acercando a tu localización. Cloak hace lo mismo con aquellos a quienes uno categoriza como “indeseables” y suma un mapa con sus rutas. Se puede ver a dónde van para evitar ir hacia la misma zona. En suma, una manera excelente de evitar cualquier situación incómoda o desagradable. Otra herramienta útil (de paga) es Sorry, it’s over, sitio fundado en 2001 que ofrece distintos servicios para decirle a tu pareja que todo terminó. La ruptura por mensaje de texto o mail cuesta aproximadamente $5 USD, mientras que el envío de un emisario con el mensaje —sí, una persona que va y le informa al abandonado que ha llegado el final— tiene un costo de $65USD.
¿Qué le pasa a la gente? ¿El Ghosting seguirá aplicándose indiscriminadamente? Pues todo parece indicar que así es: de acuerdo con una encuesta realizada por Huffington Post en octubre del año pasado en los Estados Unidos, esta técnica fue utilizada por, al menos, el 11% de la población, es decir, una de cada diez personas. Así que en cualquier momento —como a este columnista— le puede ocurrir a usted. Lo siento mucho.
Miguel Cane es autor de la compilación Íntimos ensayos y de la novela Todas las fiestas de mañana. Es colaborador de Literal. Su Twitter es @aliascane
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Posted: July 27, 2015 at 9:46 pm
Estaría mejor una idea original y no andar copiando un reconocidisimo reportaje del New York Times. Que onda?