Essay
Martín Caparrós o los tiempos del ahorita

Martín Caparrós o los tiempos del ahorita

Mónica Maristain

Siempre hay algo que decir de Martín Caparrós, el autor argentino que escribe prolíficamente, se pronuncia en forma política a cada rato, no le gusta el Malbec (tan celeste y blanca como es esa uva) –haciéndome acordar a Roberto Bolaño al revés, cuando defendía los vinos chilenos con una pasión irredenta– y encima es de Boca.

Tiene un carácter poco menos que simpático y a veces dice las cosas con una convicción que sólo por darle lata uno estaría en contra antes de analizarlas.

Pero Martín Caparrós escribe muy bien. No hay con qué darle a este juicio. Cada libro suyo es una aventura por el que asirse a un grado de afición a la palabra y al decir –una cosa cada vez más en desuso– con dibujos en la pared, como para que quede el testimonio en el tiempo.

A veces me da risa pensar si muchas de las cosas que Martín escribe no las dice frente al espejo o las graba para hacérselas oír. Caparrós escribe como conversa. Claro, como conversa él, no otro. Uno estaría todo el tiempo escuchando hasta que los oídos se les taponen y vendría una tragedia humana que nos dejaría sordos o nos pulverizaríamos al compás de una explosión que nos devendría estáticos y tiesos.

Claro, esa palabra es la que vale para mí. Esa palabra que me cansa de tanto escuchar. Esa palabra que me sacude por no estar de acuerdo. Esa palabra que a veces me da sonrisa porque sí, efectivamente, la podría haber escrito yo.

Todo escritor es uno mismo. El escritor que nos gusta, que nos conmueve, al que vemos como una prosecución de nuestras reflexiones, es un hermano mellizo que anda por el mundo diciendo cosas que podríamos decir nosotros.

No es un narcisismo galopante, ni siquiera tiene que ver con el complejo frente al otro, al talentoso: toda literatura que nos produce un accidente interior tiene esa savia de que la hemos completado con la lectura. No hay literatura sin lectores, lo digo con esa convicción y bigote de Caparrós, para hablar de su nuevo libro Ahorita. Apuntes sobre el fin de la era de fuego, recientemente editado por Anagrama.

Se trata de una serie de artículos que por un lado certifican que no existe el ahora, sólo existe el ahorita (y los mexicanos, por supuesto, como tantas otras cosas, lo saben bien) y por el otro lado comprueban esa maravilla de andar escribiendo.

Como el caminar pensando de Friedrich Nietzsche, hay artículos que comprueban su intrascendencia primordial. Por ejemplo, “El paraíso soy yo”: “Lo pensé ayer, casi sin pensarlo, cuando pegué en la pared del baño de mi casa un ganchito autoadhesivo de fina lata virgen: que no tenía ni la menor idea –ni la menor posibilidad de hacerme una– sobre su origen. No tenía modo de saber quién lo habría hecho, cómo sería el lugar, cómo el trabajo, cómo su recorrido desde algún rincón de la China hasta el chino de la esquina de mi casa. Como casi todo lo que usamos, el ganchito llegaba de la nada y ni siquiera nos sorprende.”

El vértigo de las cosas que tenemos, lo pensaba el otro día cuando perdí –por no sé cuánta vez– el paraguas, creyendo que para irme de mi casa, mudándome –o, Dios no lo quiera, muriéndome– una persona tendría que estar mínimamente una semana (los siete días de cada una y con muchas horas por jornada) eliminando las cosas que tengo. En esta habitación, tengo pocos libros y pocos discos, porque precisamente el año pasado decidí que tenía que estar más liviana. Pero hay miles de cosas, desde el Buda desnudo al que a veces le acaricio la cabeza para que venga más dinero, hasta la guitarra de juguete en una repisa, una araña de metal, un puerquito rosado vacío… Así podría enumerar cientos, miles, de cosas.

¿Por qué tengo un DVD, un blueray, una cosa para ver VHS, si cuando tengo tiempo sólo veo Netflix y Amazon?

Este libro es delicioso. Digo delicioso cuando lo disfruto como disfrutaría un pan con queso o una copa de champán. Me obliga a pensar y a decidir unas cuantas cosas de vida o muerte que olvidaré al minuto. Porque en este momento sólo me importa el Ahorita y el decir qué bien escribe Martín Caparrós o qué bien lo leo. Que es casi lo mismo.

 

Mónica Maristain (Concepción de Uruguay, Argentina). Editora, periodista y escritora. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales como Clarín, Página 12, La Nación y la revista Playboy. Ha sido colaboradora en las agencias EFE y DPA. En 2010 publicó “La última entrevista a Roberto Bolaño y otras charlas con grandes autores” . En n 2011, coordinó la antología El último árbol. Cuentos de navidadEl hijo de Míster Playa fue publicado originalmente por Almadía en 2012. Su título más reciente es Antes, poema largo editado por Literal Publishing en 2017.

 

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Posted: December 5, 2019 at 10:24 pm

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