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Gunther Gerzso: secreto a voces
COLUMN/COLUMNA

Gunther Gerzso: secreto a voces

Adolfo Castañón

Trato de expresar de una manera muy racional
la cosa más irracional;
por eso sigo perteneciendo al surrealismo.
Gunther Gerzso

I. Gerzso empezó a conocerse en México como pintor a partir de la exposición sobre él en la Galería de Arte Mexicano en 1950. Inés Amor, en sus memorias, Una mujer en el arte mexicano, escribe:

Lo primero que me dijo Gerzso fue que él no era pintor y que no quería serlo, que era una profesión endemoniada. Y que él estaba contento con su trabajo… La tercera vez que lo vi le dije: “Señor Gerzso, usted es pintor sobre todas las cosas”. “No señora, está usted equivocada”. Le repliqué: “Sería la primera vez que me equivocara.”

Por esos años, estaba yo muy deslumbrada por Paalen, a quien había yo convertido en mi termómetro de juzgar artistas. Entonces, queriendo confirmar mi apreciación de la pintura de Gerzso, llevé a Paalen que se entusiasmó a tal grado que me dijo que yo estaba en lo cierto y que Gunther tenía grandes posibilidades de convertirse en un gran pintor. [1]

Paalen terminó haciendo la presentación para esa exposición: “Gerzso ha escogido el camino difícil. El camino cuya meta ha de ser descubierta a cada vuelta… He aquí al pintor”. Y antes:

Puede parecer extraño que hable de los monumentos mayas y de Kafka en relación a unas mismas obras; sin embargo, se pueden sentir las insondables antecámaras de los castillos del escritor y las murallas de su imaginaria China en las terrazas ascendentes y en las interminables criptas de las pirámides precortesianas de México. No hay piedras miliares en la eternidad, y los solitarios que emprenden el camino desde la ciudad perdida hasta la ciudad posible han llegado a reconocer que lo más cercano es también lo más lejano. Para ellos los antiguos glifos que resultan ya imposibles de leer, son tan significativos como los glifos que todavía no podemos leer. [2]

II. El nombre de Gerzso andaba en el aire desde años atrás. En cierto momento de 1943, Benjamin Péret le anunció a André Breton la aparición del pintor Gunther Gerzso, nacido en México en 1915, el 7 de junio bajo el signo de Géminis, y cuya infancia había transcurrido en Lugano Suiza en la casa de Hans Wendland, su abuelo materno, coleccionista de Arte, discípulo del historiador de arte Heinrich Wölfflin. En ese medio conoció al pintor Paul Klee y a otros pintores, críticos de arte y escritores como Thomas Mann. Dore Asthon recuerda: “Porque Gerzso ha vivido una infancia y una juventud en Europa fuera de lo común, expuesto a la historia del arte en sus más altas expresiones. Como él mismo lo ha dicho: ‘fui educado para ser un connoisseur’.” [3] Gerzso estudió en Europa y luego continúo en México y en Cleveland. Había regresado a México a los veintidós años, donde se ganaba la vida como decorador y escenógrafo, sin dejar de seguir pintando como aficionado y amateur. Decía irónicamente que era pintor de domingos. Gerzso se hizo muy amigo de Péret en México y con él desarrolló una firme amistad. La ensayista y crítica francesa radicada en México Fabienne Bradu, en su libro Benjamin Péret y México evoca así esos momentos:

El pintor mexicano inmortalizó “Los días de la calle de Gabino Barreda” en un cuadro de inspiración surrealista en 1944. También realizó un retrato de Benjamin Péret que se encuentra actualmente en el Museo de Arte Moderno de la Ciudad de México: “Arriba hay un desnudo y abajo una locomotora; el desnudo es Benjamin y la locomotora es Péret”, explica Gerzso, recordando el breve periodo en que realizaba dibujos a partir de palabras. La idea le vino cuando paseaba en coche por las calles de México, veía los anuncios de los comercios y en las letras veía personajes que iban dibujándose en las formas y las actitudes que sugería el alfabeto. El experimento interesó a Péret, que le prometió escribir unos textos para acompañar los dibujos y mandar la colaboración a VVV. Pero Péret no los escribió y Gerzso se desinteresó del asunto. Quedan algunos dibujos que atestiguan la experiencia y, sobre todo, el retrato de Péret, cuyo nombre y apellido cobraron la forma de un desnudo y una locomotora, que evoca la imagen de André Breton en El amor loco: “…una locomotora de alta velocidad que hubiese sido abandonada durante años al delirio de la selva virgen”. [4]

Sus primeros cuadros son “imágenes de un mundo fantasmal, absurdo o agresivo”, van a geometrizarse y a transitar poco a poco hacia el constructivismo y el arte abstracto. Paralelamente, se va a desarrollar su interés por el pasado prehispánico.

De esa época son los grandes “paisajes” o los “muros” y murallas que recuerdan la arquitectura de los sitios arqueológicos o las siluetas de esculturas colosales. Tres fuentes se reconocen ahí: cubismo, surrealismo, arte precolombino, según el crítico John Golding. [5]

III. Gerzso… esas seis letras traen a mi memoria remota imágenes de paredes incandescentes puestas de tal forma capciosa que abrían espacios silenciosos y laberinticos apenas detenidos en su movimiento geométrico. Probablemente la primera vez que leí su nombre fue en uno de los ensayos de Juan García Ponce, incluidos en su libro La aparición de lo invisible, titulado “Breve meditación sobre Gunther Gerzso” y seguramente la primera vez que vi un cuadro suyo fue en la casa del mismo Juan donde había algunos otros de Manuel Felguérez y de Fernando García Ponce. Esos cuadros me parecían ventanas o balcones abiertos hacia firmamentos interiores, mentales y conceptuales. Me hacían pensar, quién sabe por qué, en la filosofía de Spinoza y en la de Leibniz y Descartes, en la de Russell y Wittgenstein, y en la pintura de Malévich, Rothko, Mondrian, Kandinsky y Vasarely. No conocía ni había visto entonces los cuadros de la primera época surrealista y figura de Gerzso. Tampoco había visto fotografías del pintor, como ésas que le tomo Manuel Álvarez Bravo en su estudio probablemente en los años cincuenta y donde Gunther tiene más cara de arquitecto, digamos de Luis Barragán, que de pintor al estilo digamos de un Pedro Coronel. En las fotos de Gerzso tomadas por Álvarez Bravo brilla una mirada a la vez traviesa y compasiva, dueña de una inteligencia leal al niño que dibujaba despreocupado en un cuaderno formas casuales en la casa de su abuelo en Suiza.

Es Gerzso un caso singular de mexicano nativo y electivo, hijo de emigrantes nacido en México, vuelve a Europa siendo todavía un infante, se educa allá y vuelve a México a los veintidós años, luego se va a estudiar en los Estados Unidos y se encuentra en México con los amigos surrealistas —Benjamin Péret y Remedios Varo— que se convertirán, por así decir, en su verdadera familia. Al regresar a México, Gerzso descubre este país con fervorosa avidez y con una mirada en la que conviven los constructivistas rusos, Kandinsky, Max Ernest, Picasso y, entre los escritores, Franz Kafka. Ese México que lo deslumbra y con el que se mide interiormente lo hermana con la sensibilidad de Carlos Mérida y paralelamente y atrás con las de ciertos historiadores del arte como Paul Westheim, que saben reconocer en las formas del arte antiguo de México escenarios simétricos a los del arte moderno. Gerzso se gana la vida entre tanto haciendo decorados y escenarios para cine y no se decide sino hasta muy tarde a dedicarse completamente a la pintura. Sabe que el oficio del pintor es “un oficio endemoniado”, como él mismo lo expresa y se tarda unos años en firmar ese pacto fáustico que le arrebatará los placeres y dolores comunes y corrientes para encerrarlo en el espacio sin espacio de los creadores del espacio.

Tal vez a eso se refiere Octavio Paz en su ensayo de 1973 “Gerzso: la centella glacial”:

Los títulos de muchos de los cuadros de Gerzso aluden a paisajes de México y Grecia. Otros, a espacios más bien imaginarios. Paisajes-mitos y no paisajes míticos. Todos ellos revelan la sed de otro espacio del pintor-poeta. No el espacio interior de un Michaux, que es el espacio de las apariciones, sino un espacio que se extiende y se desenrolla o se enrolla, se despliega, se parte y se reúne consigo mismo, un espacio-espacios. La sed de espacio a veces se vuelve violencia: superficies desgarradas, laceradas, hendidas por un frío ojo-cuchillo. ¿Qué hay detrás de la presencia? La pintura de Gerzso es una tentativa por responder a esta pregunta, tal vez la pregunta clave del erotismo y, claro, raíz del sadismo. Violencia, pero en el otro extremo, la geometría, la búsqueda del equilibrio. Cada cuadro tiende a inmovilizarse no en el reposo sino en una tensión: pacto de muchas fuerzas adversas, convergencias, nudos magnéticos. Pintura-balanza, mundos sorprendidos en un instante de extraño equilibrio, pintura en mitad del tiempo, suspendida sobre el abismo, pedazo de tiempo vivo. Pintura-antes-del-acontecimiento, antes-de-lo-que-va-a-venir. Expectación, pintura más allá del espectáculo al acecho ¿de qué? Esta pintura tan rigurosa y exquisitamente pintura reposa sobre una hendidura del tiempo. Geometrías de fuego y hielo construidas sobre un espacio que se desgarra: abolición de las leyes de la gravedad. [6]

Gerzso siempre estuvo interesado en el manejo y construcción del espacio. Aquí conviene recordar que entre 1935 y 1940 hizo estudios de escenografía en Cleveland y que a su regreso a México realizó escenografías y vestuarios para ballet y que fue en esos años en que se inició en la pintura, actividad a la que sólo se dedicaría profesionalmente más tarde. En la década de los años cuarenta, participa activamente en el cine mexicano como guionista y escenógrafo (Cuatro contra el mundo, 1950, escenografía; La escondida, 1956, guion junto a Roberto Gavaldón, José Revueltas; Dicen que soy comunista, 1951, guion junto a Alejandro Galindo; Confidencias de un ruletero, 1949, guion junto a Alejandro Galindo; ¡Que seas feliz! 1956, historia), y ganó un Ariel por la película Una familia de tantas en 1950. La crítica de arte Dore Ashton precisa:

A partir de sus expediciones con el pintor y etnólogo Miguel Covarrubias y con Gustave Regler —un artista refugiado que había conocido a Rilke durante sus primeros años en Worpswede— Gerzso asimiló fácilmente las grandes simetrías planas de los antiguos arquitectos. Por otro lado, a partir de los viajes que hiciera en compañía de su amigo, el cineasta Luis Buñuel, en busca de locaciones apropiadas para sus películas en el paisaje mexicano, captó fácilmente lo extraño, lo asimétrico, lo inherentemente bizarro que emparentaba con la visión surrealista de Buñuel. Estas experiencias de primera mano se vinieron a sumar a sus lecturas, a sus meditaciones y al ejercicio de su propia imaginación. Así vinieron a ocupar su lugar junto a las imágenes de los grandes artistas: desde Delacroix y Cézanne hasta Klee y Miró. Y todo esto se ve reflejado en su pintura a partir de los años cincuenta. [7]

En 1950 inauguró la mencionada exposición en la Galería de Arte Mexicano de Inés Amor, que fue presentada por Wolfgang Paalen. Un año antes compartió un Ariel con Alejandro Galindo por el argumento de Confidencias de un ruletero. Si bien Gerzso empezó a ser conocido como pintor en 1950, su presencia en la trama de la vida artística mexicana se había dejado sentir desde años antes, como prueba su intensa actividad en el cine. Algunos piensan que Gerzso es en realidad un “escenógrafo expandido”. [8] La crítica colombiana Martha Traba atribuye a su trabajo como escenógrafo el haber adquirido una especial maestría en la “racionalización de la ilusión” que le habría permitido ver a sus “paisajes” y “telones”. [9] La misma Dore Ashton, expone:

Algunas de las formas básicas mediante las cuales Gerzso simboliza el paisaje derivan del principio de las correspondencias. Tal y como lo señaló Cardoza y Aragón, Gerzso ciñe configuraciones cercanas y lejanas ponderando sus formas en base a intrincados ritmos con asonancias frecuentes. Como si tañera las cuerdas de una lira, Gerzso produce con el color varios acordes que reverberan a lo largo y lo ancho de la pintura. Su profundo sentido del orden es siempre de carácter activo, aun en el reino de lo que llega a ser casi indeterminado: esos armónicos y mínimos melismas que se producen al tañer o hacer vibrar una cuerda musical. Su orden o, tal vez, sería mejor decir: su propio orden —tan evidentemente personal, se deriva, muy probablemente, de sus primeras nociones instintivas de los principios de la arquitectura. Siendo el rigor arquitectónico de sus pinturas siempre un factor importante, si a alguien podría comparársele en su país natal, sería a Luis Barragán. Gerzso apila planos en formaciones sobrepuestas que con frecuencia —como en el caso de Barragán— quedan secuestradas detrás de unos muros magníficos: esos enormes planos saturados de color que enfáticamente suspenden la mirada del espectador (como, por ejemplo, en la segunda versión de Rojo, Verde, Azul, pintado entre 1969 y 1988). [10]

 

Adolfo Castañón. Poeta, traductor y ensayista. Es autor de más de 30 volúmenes. Los más recientes de ellos son Tránsito de Octavio Paz (2014) y Por el país de Montaigne (2015), ambos publicados por El Colegio de México. Premio Alfonso Reyes 2018. Twitter: @avecesprosa

 

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NOTAS

[1] Citado por Carlos Monsiváis en Letras Libres, 30 de junio de 2000.

[2] W. Paalen, citado por Alberto Blanco en “Gunther Gerzso: Ecce pintor” en Las voces del ver. Ensayos sobre artes visuales, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Sello Bermej, México, 1997, pp. 393-395.

[3] Dore Ashton, Gunther Gerzso, Latin American Masters.

[4] Fabienne Bradu, Benjamin Péret y México, FCE, 2014.

[5] En “Gunther Gerzso, le paysage et la consience” en Gerzso, Catalogue d’exposition, Neuchatel, Suiza, Ed. du Griffon, 1983, p. 28, citado en Michéle Vergiolle Delaille, “Surrealisme et mexicainité” en ”Mexique, miroir magnétique” en Etudes réunies par Henri Béard en Mélusine, No XIX. Cahiers du Centre de Recherche sur le sur realisme. L’Age d’Homme, Paris, 1999, p. 115.

[6] Octavio Paz, Obras completas, t. VII, pp. 342-343.

[7] Dore Ashton, Gunther Gerzso, Latin American Masters.

[8] Mónica Raya, texto de presentación del libro Gunther Gerzso: el arte de lo efímero. Rita Eder, Mariana Sainz Pacheco, Salomón Grinberg, Itala Schmelz, Conaculta-Cineteca Nacional, 2015.

[9] Rita Eder, El esplendor de la muralla, Era-Canaculta, Dirección General de Publicaciones, México, 1994.

[10] Dore Ashton, Gunther Gerzso, Latin American Masters.


Posted: October 19, 2020 at 9:33 pm

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