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Historias que se bifurcan en “Daños a terceros” de David Martín del Campo

Historias que se bifurcan en “Daños a terceros” de David Martín del Campo

Anamari Gomís

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*Martín del Campo, David Daños a terceros, México, 2024, Universo de Libro

Daños a terceros es un doble universo novelesco. En un primer capítulo, que es parte de la segunda historia, un grupo de adolescentes  acampan en la bahía de Tangolunda, en Oaxaca. Entre el jolgorio y la libertad de estar sin adultos, uno de los chicos, Simón Sosa, se arroja al mar desde un acantalido y muere en el intento. Se ha torcido el cuello durante el salto. Corre el año 2000 y Vicente Fox ha desplazado la hegemonía del PRI en la presidencia.  

Hábil narrador y generador de historias, Martín del Campo parte de un episodio común para llevarlo a una explosión de anécdotas y detalles.

En su nueva novela, Daños a terceros (México:2024. Universo de Libros), la segunda parte, larga y extraordinaria, comienza a principios del siglo XX, y sucede en un pequeño puerto ballenero que el autor ha llamado Santa Águeda, fundado hacia 1864. El lugar , que pertenece a México, se le concedió primero a los ingleses, luego a los estadounidenses y finalmente a los rusos. Muy pocas familias lo habitan:  una familia chilena, un español,  algunos norteamericanos y ahora unos rusos. Mijail Oblobv ha sido destinado allí para que  se le condonara una  condena . Así que, en lugar de Siberia, se aposentó con sus dos hijos, Oleg y Tamara, en aquella isla del Pacífico para encargarse de la caza de ballenas. Era experimentado en la navegación pesquera. Su mujer, afectada quizá de tuberculosis, se queda en San Peterburgo, por lo que Mijail Oblov y sus dos hijos  toman rumbo a lo desconocido sin ella.

El pasaje en Santa Águeda lleva al lector a otro momento histórico, en medio del océano. Desde Isla de Lobos, (1987, Premio Nacional de Novela Jose Rubén Romero) el autor revela su fascinación por lugares apartados, donde lleva a sus criaturas novelescas. No es Melville ni Edgar Allan Poe ni Daniel Defoe,  pero es Martín del Campo  y se transforma en una narrador de  aquel tiempo en Daños a Terceros, dueño de un lenguaje que  describe la vida y las tribulaciones de Santa Águeda y de sus pocos habitantes. El abanico de nacionalidades, de razas y de faenas pesqueras, como la que dominaba el arponero Kai, nos ubica en una época hoy impensable.

Los hermanos rusos, Oleg y Tameshka, son invitados por Miss Margaret MacMillan a acudir a su  escuela, donde aprenden inglés y otras materias.  Tameshka se revela como escritora. Sus notas en un cuaderno será lo único que quede de ella y de aquel lejano mundo de ballenas desolladas para vender su grasa y alumbrar a varios países. Mijail Oblov se desempeña como capitán del cuartel ballenero, regido por la American Whaling Company.

Santa Águeda es ,quizá,  Clipperton, aquella isla dejada de las manos de los dioses, pero rodeada de ballenas y anidada por un enorme pájaro, albatros, que  aletea y anuncia calamidades. La joven rusa  se hace muy amiga de las hijas de Miss Mac Millan. La vida se vuelve rutinaria y los adolescentes recorren aquella isla en compañía de la mula Petronila y descubren una cueva con una pintura rupestre.

La isla surge ante el lector como protagonista: sus vericuetos, sus animales, sus playas, sus olores, y sus habitantes, su temperatura, sus gatos. La vida de Santa Águeda se pone en movimiento. No hay más presente que el de la isla ballenera. Mientras, Mijael Oblov espera que le envíen de Rusia embarcaciones para dirigirse a California, mismas  que tardan más de lo previsto. Una carta se lleva un año en arribar, así que los acontecimientos mundiales, como la Revolución rusa, se desconocen. Los  moradores de la isla comienzan a partir. El petróleo es lo que empezaba a encender las calles y las casas, así que Santa Águeda y la matazón de ballenas no era ya necesaria.

El abandono martiriza a los que se quedan. De pronto, el humo procedente de grandes barcos se atizba en el horizonte y los poquísimos pobladores se aventuran a encontrarse con aquellos navíos, que sin lugar a dudas deben ser los prometidos a Mijail Oblov. Oleg se siente enfermo y espera junto su hermana el regreso triunfal del padre. Por ahí, escondido, se arrincona Kai, el arponero de la Polinesia. De pronto una tormenta poderosa arrasa con la pequeña infraestructura de Santa Águeda y, seguramente, con los que han ido tras los barcos rusos.

Oleg y Tamara se ven obligados a abandonar  las ruinas de la que fuera su casa y se refugian  en la cueva de la pintura rupestre del hombre rojo. Días después, la explicación  de qué comen: tubérculos y plantas, erizos y almejas, lo que buenamente recojan manifesta la infinita desolación de los hermanos, el no esperar ya nada se registra de manera imponente.

Hasta aquí queda la trama que se desarrolla en Santa Águeda. El desenlace ocurrirá al final de la segunda parte.

Como lectora, me costó desprenderme de la isla y de sus habitantes, del mundo instaurado por el autor a principios del siglo XX en la  pequeña isla en el Pacífico.

La segunda parte la protagoniza Alejandro Malpartida, joven, casi adolescente, que estuvo en la playa de Oaxaca, donde muere su amigo Simón Sosa, su gran compañero de tenis.

El final de la historia de Santa Águeda se conocerá en esta otra narración , pero primero se entromete otro episodio, que es un Bildungdsroman, una novela de iniciación y aprendizaje, en este caso amorosa , entre Alejandro Malpartida y la mamá de un amigo suyo. Martín del Campo produce historias y las dota de un lenguaj ad hoc y de la atmósfera correspondiente y es también capaz de  hacernos percibir el movimiento de los que juegan cartas, la velocidad en un transporte,  el ir venir de las raquetas en un juego de tenis, así como la clandestinidad del amorío con la seductora Lena Smart .

En un viaje a Santa Águeda en el sexenio de Vicente Fox, propiciado por un alto funcionario del gobierno con el objeto de crear vida y turismo en la isla, Malpartida es invitado por su amiga Catalina y allí se topan con la última parte de la historia de Oleg y Tamesha.  El pasado y el presente novelesco se juntan y se convierten en una novela que Alejandro Malpartida trabaja en el taller de escritura de Guillermo Samperio. Sin duda, la trama es un tobogán de acontcimientos, de personajes educados por la vida y de personajes asfixiados por las condiciones por los avatares de la existencia.

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Anamari Gomís es escritora y profesora de tiempo completo en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Estudió la maestría y el doctorado en la Universidad de Nueva York. Es autora de La portada del Sargento Pimienta (1994), Ya sabes mi paradero (2002), Sellado con un beso (2005), Los demonios de la depresión (2008), La vida por un imperio (2016) y El otro jardín del Edén (2019), entre otros títulos. Su Twitter es @AnamariGomis.

 

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Posted: April 6, 2025 at 4:25 pm

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