Toma esto, maldito
Alberto Chimal
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1. Una amiga escritora acaba de publicar su retrato “al estilo del Estudio Ghibli”. Su publicación –en una red social, como es de suponer– dice expresamente que lo generó utilizando ChatGPT; dice que mientras “los escritores” pierden su tiempo en bizantinas discusiones literarias, ella dedica el suyo a generar imágenes como la que publica. La nota trae la foto de su cara y la imagen derivada por el modelo generativo, lado a lado, para que quien la lea pueda compararlas.
2. No puse más explicaciones en el párrafo anterior porque hoy mismo no hacen falta. Mientras escribo esta nota, la publicación de mi amiga es una entre muchos millones. El mundo entero está al tanto de que uno de los modelos generativos de OpenAI (es decir, una de varias presentaciones de ChatGPT) tiene la nueva función de generar versiones de imágenes preexistentes. Aunque no acepta peticiones para imitar el estilo de artistas individuales, el modelo puede ser llevado a copiar imágenes “atribuidas” a ciertos grupos u organizaciones, cuyos derechos autorales, supuestamente, no estarían protegidos de la misma forma. Al parecer, la misma OpenAI decidió resaltar, entre otras opciones, lo fácil que es “imitar” el estilo de Ghibli, el estudio de cine –mundialmente conocido desde hace décadas– del japonés Hayao Miyazaki. El “filtro Ghibli” ha sido la “novedad” o el “chiste” (el “mame”, en castellano de México) de los últimos días. Todos lo están haciendo, qué divertido, que gracioso, etcétera.
3. La reacción entusiasta de tanta gente es una estupenda publicidad gratuita para OpenAI, por cierto, y además a expensas de Miyazaki, un artista a quien el uso de “inteligencia artificial” en las artes le parece repugnante. De modo que el asunto se vuelve polémico, atractivo para quienes gustan de comentarios e insinuaciones maliciosas, y las reacciones contra ChatGPT de otras personas también se vuelven parte de la publicidad, porque mantienen el tema en la conciencia del público.
4. Mi amiga se ofendería si le dijera lo insultante que me parece su nota, desde su tono pasivo-agresivo hasta la implicación de su propia superioridad, o –tal vez sea más adecuado decirlo así– de la inferioridad de ese “otro” difuso: “los escritores”. Hay una especie de disociación extraña, o de disonancia cognitiva, en el hecho de que ella (que es escritora) sea capaz de implicar que no lo es, de encender y apagar a voluntad una parte de su identidad.
5. Y hay también una especie de malignidad, de insidia, que cualquier persona con algo de experiencia en internet puede identificar, aunque no siempre quiera reconocerla. El “otro” en la publicación de mi amiga es digno de desprecio. “Los escritores” (a los que ella no pertenece, naturalmente) son seres aburridos, que no saben cómo aprovechar el tiempo y disfrutar de la vida, al contrario de ella, que se toma todo con buen humor y se divierte, despreocupadamente, uniéndose a la moda boba e inofensiva del momento, como las personas normales y no como las élites.
6. (¿Cuáles élites? ¿Usar la palabra es un marcador de una postura rebelde? ¿Es un acto de lucha de clases publicar en línea una imagen basura, producida por el software de una empresa millonaria? Hará falta regresar a esta cuestión al final del presente texto.)
7. He cambiado algunos detalles de la historia de mi amiga para no exhibirla. No diré cuáles son esos detalles. No busquen la publicación. Después de sentirse ofendida –si yo hablase claro con ella–, mi amiga se sentiría sumamente incómoda, avergonzada, tal vez incluso puesta en evidencia. Intentaría defenderse. “No lo decía por ti”, podría argumentar. Incluso podría ser verdad. Por otra parte, el modo en el que mi amiga se expresó es muy reconocible. Estoy seguro de que todas las personas que leen estas palabras han visto publicaciones similares. Ya es un comportamiento esperado, una costumbre, el que la gente busque hacer declaraciones en línea lo bastante agresivas para notarse y lo bastante ambiguas para poder negar, en caso necesario, su mala intención.
8. Esta conducta se ha extendido por el mundo, en especial desde foros marginales de internet, que es donde se formó buena parte del comportamiento tóxico en línea que hoy se considera normal. Varios de los peores entre esos foros (como 8chan, que fue espacio habitual de organizaciones extremistas y asesinos en masa) funcionan principalmente en inglés; por esta razón sospecho que la mejor forma de describir lo que pretenden por igual trolls (a sabiendas) y mi amiga (quiero creer que involuntariamente) empieza por un concepto legal y una idea conspiratoria de la cultura en lengua inglesa: plausible deniability. Lo podemos traducir como negación admisible, y es lo que ocurre cuando una acusación no tiene evidencia suficiente que la sustente. El acusado puede decir que no hizo lo que parece haber hecho, que en realidad no sabe nada del asunto, que todo es un malentendido, etcétera. Cuando se busca deliberadamente tener opciones para la negación admisible, se le puede utilizar de muchas formas.
9. Por ejemplo, si alguien publica un párrafo de intención racista, pero no incluye palabras o frases unánimemente reconocidas como insultos raciales, siempre puede decir que se le malinterpreta y que no quiso decir lo que todos entendieron que estaba diciendo. Es una forma de hipocresía que permite, además, denigrar a quienes critican al hipócrita, pues se les puede llamar (otra vez de mala fe) exagerados, paranoicos, etcétera.
10. Muchas personas que no se consideran hipócritas o extremistas usan trampas retóricas como la descrita para buscar un poco de atención en línea y obtener un poco de satisfacción inmediata. Es una pena de las que también se han vuelto rutina en nuestra época. Eso sí, me consuela pensar que la publicación de mi amiga no pertenece al otro tipo de notas habituales acerca del “filtro Ghibli”: las que insisten en que la “inteligencia artificial” está liberando y democratizando el terreno del arte, que antes estaba cerrado para todo el mundo salvo unas pocas minorías egoístas.
11. Esas publicaciones suelen estar hechas por fanáticos de OpenAI o de los magnates tecnológicos (como el director de aquella empresa, Sam Altman), por adictos a incordiar a la gente, por personas que odian a los artistas o que (se diría) buscan a alguien a quien odiar. Algunas de sus creadoras o creadores pueden haberse deslumbrado con las promesas de un futuro hermoso que Altman y otros hacen de manera incesante, pero la mayoría quiere, con toda franqueza, hacer daño, llamar la atención con su tono virulento y (para usar otra vez el castellano de México) ojete. No buscan la negación admisible. Aun si se les cuestiona, no les molesta repetir que Miyazaki es un parásito (¿de qué, de quién?), que todos sus empleados deberían ser reemplazados por una IA, que cualquier artista que desee cobrar por su trabajo –o al menos obtener aprecio por el tiempo y el esfuerzo que cuesta aprender su oficio, el valor que éste puede tener– merece morir de hambre.
12. Para ellos, dar dinero o publicidad gratuita a una empresa milmillonaria y subsidiada, a cambio de un archivito digital cuya producción exige el gasto enormes cantidades de energía y recursos, es un acto revolucionario. La solidaridad de clase no solamente es ilusoria, sino que está al revés: se trata de golpear a quien está en la misma posición precaria que uno para mostrarle devoción a quien está arriba. Qué bueno que mi amiga (al parecer) no es así.
*Photo by Igor Omilaev on Unsplash
Alberto Chimal es autor de tres novelas, más de 30 libros de cuentos, ensayos y guiones de cine y de cómic. Recibió el Premio Bellas Artes de Cuento San Luis Potosí 2002, el Premio Bellas Artes de Narrativa Colima 2014 y el premio del Banco del Libro 2021, entre otros. Su libro más reciente es la novela La visitante. Contacto y redes: https://linktr.ee/
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Posted: April 4, 2025 at 12:45 pm
Qué triste que la justificación de algo que, por dónde se le mire es nefasto, sea que hay que democratizar, entre comillas, el acceso a expresiones artísticas a las que antes no se podía. O sea, si alguien no tiene talento para escribir, ni vocación, una IA le da la oportunidad. Es la infantilización de la responsabilidad y la desidia colectiva. Gracias por tu reflexión libre de IA.