Huesos blancos, o la imposibilidad de la moda
Miriam Mabel Martínez
La búsqueda de la belleza ha sido un motor para la humanidad. La admiramos, la cuestionamos, nos seduce, nos intriga…, la imitamos. ¿Por qué nos importa? Es una pregunta indagada a lo largo de la historia en el arte, la religión, la antropología, filosofía, economía, sociología, política y en la moda. ¿Qué significa ser bello en el siglo XXI? ¿Tiene color lo bello?
La belleza, como el triunfo del espíritu, alivia, pero también es una prisión cultural y social. Es poder. Escribe el poeta John O’Donohue “El alma humana está hambrienta de belleza; la buscamos en todas partes; en el paisaje, la música, el arte, los vestidos, los muebles, la jardinería, la compañía, el amor, la religión e incluso en nosotros mismos. Nadie desearía no ser bello”. Ese deseo es el que hoy se consume en las revistas. ¿Qué ideal y con qué fines se muestran principalmente en las publicaciones de moda, sociales y estilo de vida?
Para Roger Scruton religión y belleza son dos puertas que abren al mismo espacio: el hogar. Desde el punto de vista de este filósofo inglés, la belleza nos hace sentir en casa. Se persigue la belleza por se piensa que se mejora al mundo. Contemplar lo bello redime el sufrimiento. Es un remedio, ¿ funciona para todos por igual?
“La belleza es cultural”, dice la historiadora Zyanya Mariana Mejía, “y está relacionada con la objetivización de la mujer. ¿Quién la escoge? El hombre ilustrado, monoteísta, blanco que se siente superior a los demás. Los medios de comunicación leyeron muy bien la problemática pictórica de quién mira y a quién se ve, la cual refleja cómo las estructuras dominantes saben que belleza y religión son un consuelo. Las revistas han entendido muy bien que nos gusta tener en las portadas lo imposible, lo inalcanzable. Las mujeres mexicanas no se parecen a las modelos de las portadas; tampoco las francesas ni las danesas ni las chinas de sienten representadas. No lo están. La moda se sostiene en la imposibilidad”.
Al respecto, la experta en historia de la moda y editora Martha Jauffred opina: “La moda es una contradicción porque es una experiencia participativa pero excluyente, porque no puedes disfrutarla ya sea por dinero o edad… y justo en esa contradicción se dan procesos creativos. La tensión entre lo exclusivo y lo masivo genera ideas”.
¿Estas revistas son discriminatorias? Para la editora Mildred Ramo: “Son clasistas. Sólo tienen en portada personajes ultraguapos, ricos y glamorosos. Ya sean figuras reconocidas o modelos. Sus rasgos físicos corresponden, en mayor o menor medida, a la raza blanca. Si bien esta discusión esta en la mesa, Mónica G. Moreno Figueroa, de la Universidad de Cambridge, en su ensayo “El archivo del estudio del racismo en México” plantea que es un campo aún muy joven, desde su perspectiva se debe al boom de ideologías posraciaes, basadas en el “aquí todos somos mestizos”, atenuando los efectos del racismo como inclusión, exclusión, discriminación, opresión y privilegio. ¿Es este contraste lo que vende? En 2013 el artículo publicado en la revista Nexos ¿Quién no es quién?, Mario Arriagada Cuadriello se enfoca en la poca inclusión de morenos en las revistas de sociales, en un país en el que según el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED), 64.6% de los mexicanos se consideran moreno, 54. 8% admite que se les insulta por su color de piel, 15% ha sentido que sus derechos no han sido respetados por esta razón mientras que, como detalló la firma WealthInsigh, 1% de la población concentra el 43% de la riqueza.
Para Gabriella Morales-Casas, autora de la columna “El Principado”, la atención se debería poner en esta desigualdad, no en quienes salen en las portadas: “México es muy provincial, vive muy al pendiente de lo que hacen los ricos, no tenemos monarquía pero somos virreinales. México mira hacia arriba, como en la colonia se veía a los españoles, luego a los criollos, aspiramos a lo que no tenemos, a los que parecen de un linaje superior, a los de arriba. Esa ‘nobleza’ es la que sostiene al país, y sí: la mayoría tiene apellidos extranjeros y son generalmente blancos. Somos un país de contrastes, por eso lo que hacen los ricos nos llama tanto la atención. Vivimos en un país capitalista y neoliberal lleno de contrastes, no se puede ser hipócrita. Si no hubiera lujo no necesariamente habría igualdad. Yo no estoy en contra del contraste ni de la proliferación del lujo, pero reconozco que hay desigualdad”; desde su perspectiva, esta provoca que estemos tan pendientes de los ricos, así como de la proliferación de fundaciones, que “son una forma de expiación”, dice.
Esta creciente polarización no es exclusiva de México, es uno de los efectos del capitalismo tardío, y “el fin de un momento histórico en el que se cuestiona al patriarcado”, detalla Zyanya Mariana, “hoy la visión de ese hombre blanco, barbado, ilustrado está en decadencia”.
Mildred Ramo considera que “la estrategia aspiracional de las revistas les funcionó por un tiempo, ya no. En lugar de aspirar a ser ricos, guapos, delgados y famosos, podríamos aspirar a la inteligencia o a una vida sana, pacífica, productiva. Esa es una de las razones por las que las revistas van en declive”. Zyanya Mariana opina que hay una necesidad por “blanquearse” para pertenecer, eso es lo que venden las revistas. “La moda está hecha para que el consumidor se sienta mal”, señala la historiadora, “hemos transportado lo que las catedrales góticas te hacían sentir. El gran éxito del cristianismo es tener una imagen, en la moda también. La moda se robó los símbolos religiosos par hacernos creer que si la imitas vendrá el príncipe azul a salvarte”.
Pero hoy ya no todas las princesas esperan príncipes ni todas las mujeres quieren ser miradas por ese hombre poderoso. La mujer ha dejado su pasividad de ser contemplada para también mirar. “Si sumas esta cuestión a la historia de México en la que se sometió al mundo indígena, “blanquearse” es la salvación. No por nada somos el segundo país del orbe que usa más peróxido”.
Si bien la moda evidencia los juegos sociopolíticos y reproduce tácticas que sostienen el Status Quo, existen otras variante exclusivas del ámbito de la moda como las explica Martha Jauffred, quien puntualiza que el prototipo de belleza femenina se ha transformado, “antes lo marcaba el arte, la pintura exhibía lo deseable, la voluptuosidad, los cabellos largos… la belleza se veía, por así decirlo, en un estado más puro, no la moda no funcionaba como ahora, porque la ropa se hacía a la medida sin importar las tamaños, clases sociales, razas… se ajustaba a quien la vestía. Pero con el surgimiento del Prêt-à-porter cambia la ecuación: la ropa llegaría al consumidor hecha y no precisamente a la medida. ¿Cómo conciliar modos de alimentación, cuerpos, razas en un catálogo de tallas? La solución fue unificar criterios y se inventaron los marcadores. Se sacaron promedios de tallas por “razas”, no es lo mismo la talla 9 de la firma sueca H&M, que de la jalisciense Love o de Old Navy. Desde ese momento el cuerpo se tenía que adecuar a la ropa y no la ropa al cuerpo”
El Ready to wear democratizó la moda y transformó el esquema. En el Haute Couture no importaban las tallas sino la distinción, con el Prêt-à-porter la belleza fue sustituida por la estructura ósea. “Se buscaron cuerpos largos y estrechos para que la ropa luciera, estos físicos no son el común en ninguna raza, por eso en las pasarelas, en las portadas, se ve chicas más jóvenes cada vez, que no han dado el estirón, que no han embarnecido y tienen esas características”, comenta Jauffred, “vestir volúmenes es más complicado que vestir una estructura. En los volúmenes se notan más los errores, se necesita una maestría más elevada. Paradójicamente, la producción en serie exige para su marketing modelos inusuales, más que la belleza o lo armónico se resaltan los ángulos. Lo importante es la estructura, ahí está el subtexto de la androginia”.
Para los hacedores de la moda, esta androginia es más atractiva que los volúmenes, lo que exhibe otro asunto: la edad. “En la modernidad nuestros padres se vistieron como adultos, desde su niñez, ahora los adultos nos vestimos como los jóvenes. Mientras más delgada es una silueta más joven se ve; en general, con la madurez el volumen aumenta”.
Las portadas muestran a personajes cada vez más jóvenes, y no sólo en el ámbito social: hoy se celebra al presidente más joven de Francia, en 2016 un finalista del premio Anagrama de ensayo fue un escritor mexicano de 24 años, el siguiente episodio de La Guerra de las Galaxias contará la historia de un Han Solo jovencísimo. “Cada vez más los estereotipos son irracionalmente jóvenes, ¿tienen estos personajes la madurez intelectual y emocional para el peso que se les está dando?”, añade Jauffred.
Gabriella Morales-Casas resalta el hecho de que es el mercado internacional el que exige estas fisonomías. “Las modelos no tienen cara de nada, sino competirían con la prenda. Las mujeres que llaman mucho la atención por su rostro o cuerpo le ganan a la ropa”.
De acuerdo con un estudio realizado por la Universidad Complutense de Madrid y el Tecnológico de Monterrey con lectoras españolas y mexicanas sobre el consumo de revistas de moda y sus efectos en la autopercepción, a las ibéricas les preocupa más lucir modernas y actuales; a las distinguidas mexicanas les ocupa el estatus.
Globalmente el estatus está relacionado con el dinero y el poder, de ahí que los hombres que protagonizan las revistas sean los poderosos, los ricos, sin importar la belleza. Ese es otro tema, coinciden Zyanya Mariana y Jauffred, quien puntualiza que en el caso masculino la belleza se “califica” de otra forma, “no hay igualdad en ello”.
De acuerdo con Morales-Casas en las revistas de estilo de vida y de sociales no es suficiente ser blanco y rico, hace falta ser bello. “No importa el color, sino la belleza y la elegancia. Nunca verás una foto en la que alguien se vea mal. Los fotógrafos saben a quién y cómo deben retratar. Me parece delicado hablar de discriminación. Lo que se busca son los personajes y muchos no son blancos, Enrique Rubio, por ejemplo, no lo es. Pero seamos francos, también hay un prejuicio de abajo hacia arriba. Así como los ricos tienen culpa de ser ricos, las clases medias y obreras la satanizan. Es parte del dialogo, de la crítica: por qué él es rico y yo no. Está muy bien cuestionar a estas publicaciones, que son de nicho, por cierto, pero hay que hacerlo bien y no sólo hacer escarnio de lo evidente. Es como decir que le voy a robar porque tiene mucho, no está bien; esa actitud no ayuda y sí contribuye a la polarización”.
Una polarización que es resultado de un largo proceso histórico desde el siglo XVI. Como señala Zyanya Mariana: “se nos ha enseñado que si no se es blanco, tienes que tener menos, lo cual se ha convertido silenciosamente en una política de Estado, la cual dicta que si se quiere dejar de sufrir, de ser ‘precario’, se debe ceder a la occidentalización”.
Para Mildred Ramo existe un poderoso discurso “clasista y racista cuando se habla de modelos de éxito y prosperidad. Constantemente se nos dice (y creemos) que lo relativo al modelo blanco occidental es lo positivo, lo deseable, la meta. Y descalificamos lo que podría oponérsele o ser distinto”.
En las publicaciones de sociales, la fórmula corresponde a una visión patriarcal en la que mira el hombre, por eso siempre encontraremos mujeres jóvenes, bellas y, en el caso mexicano, que luzcan occidentales, si no se es “güera”, se puede presumir la estatura, la complexión, la vestimenta, los gestos, la educación… “que no se note el pasado indígena ni negro”, advierte Zyana Mariana.
Martha Jauffred insiste que se siguen promoviendo modelos inalcanzables “porque la insatisfacción vende. Siempre hay una causa económica detrás: si quiero verme como ella no sólo tengo que comprar la ropa, sino ir al gimnasio, usar cremas, maquillaje…” La economía rosa genera ingresos elevados. “Si viéramos en las revistas a nuestros iguales no nos impactaría”, señala Jauffred, “a esos los vemos anunciando cosas más cotidianas, reales. A los personajes más “terrenales” se le juzga, dice Morales-Casas: “Resaltamos el hecho de que quienes salen en las revistas de sociales son blancos, pero nos parece bien que la prensa de espectáculos exhiban imágenes vulgares o denigrantes”.
Pero las decisiones editoriales son más complejas, como apunta Gabriella Morales-Casas, “ningún editor-editora se manda solo. Puede ser que haya un sesgo que no tiene que ver con el color sino con el buen gusto, puede ser cuestionable o no parte de los criterios editoriales. En las revistas de sociales su contenido son las clases altas, los poderosos, los que mueven la economía”.
Y agrega Martha Jauffred: “Somos un mundo aspiracional, admiramos el mundo de los ricos. Practicamos el voyerismo de esa vida que no tendremos; nos conformamos con imitar. La moda se mide y se expande por imitación desde la minoría creadora hasta la masificación. Porque para aceptar nuestra belleza particular hay que ser inteligentes”.
La diversificación de lo bello es parte de la lucha por la diversidad cultural, esa que presupone una forma de Estado plural, igualitaria y abierta, que incluye lo racial; y aunque la economía quiera determinar ciertos enfoques, ésta ya no es dominada por las potencias modernas, se están abriendo mercados alternos a los que hay que alimentar y mover. “La belleza occidental está en crisis”, asevera Zyanya Mariana Mejía, “y como sucede en los fines de ciclo, los símbolos toman más relevancia causando confrontaciones. Nos estamos transformando. Esas revistas que se critican por enfocarse en lo blanco-occidental cada vez son menos porque esa es la única forma en la que saben existir. Los periodos de decadencia se reconocen porque sus élites se han acomodado, al contrario de las sociedades emergentes en las que dichas clases se preocupan por educarse, como se puede ver en China e India, para entonces empoderarse y transformar la mirada. Hoy lo intrigante, lo maravilloso es pensar que tenemos la posibilidad de inventar otra moda, otros poderes. Otro mundo, ¿cómo serán las modelos de ese nuevo orden? Ahí está el reto verdadero: aventurarse a proponer”.
*Imagen de Astralia
Miriam Mabel Martínez (Ciudad de México en 1971) escritora y tejedora. Aprendió a tejer a los siete años; desde entonces, y siguiendo su instinto, ha tejido historias con estambres y también con letras. Entre sus libros están: Cómo destruir Nueva York (colección Sello Bermejo, Dirección General de Publicaciones de Conaculta, 2005); los ebook Crónicas miopes de la Ciudad de México y Apuntes para enfrentar el destino (Editorial Sextil, 2013), Equis (Editorial Progreso, 2015) y El mensaje está en el tejido (Futura libros, 2016).
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Posted: June 28, 2017 at 9:19 pm