Invasión extraterrestre
Daniela Tarazona
Nunca el espacio íntimo había sido invadido como ahora. Atrás quedaron las pretensiones ligeras que se avorazaban sobre nuestros datos personales. Tras severos días de distancia obligada para huir de las gotas venenosas propulsadas por la nariz o la boca de los otros, lo propio se perdió de vista. La saliva de los demás es, en cierta manera, compartida. Estamos huyendo todavía de la amenaza que representa la pandemia y los privilegiados con conexión a internet y computadoras de escritorio, bajo las obligaciones laborales o sujetos a compromisos, compartimos nuestra casa. Mi casa es la suya y la de él, la de ella y la de ellos, parece que decimos entre dientes, con la procuración perdida de diferenciarnos en medio de este berenjenal. La cocina está más cerca de la sala de juntas que nunca antes en la Historia. El documento de Excell es el mantel individual que resguarda la mesa por si se derrama la leche del cereal. La computadora de cada quien expide sudores, exhala y apunta sus ventiladores hacia un porvenir en polución. No es distinto al pasado, sólo que ahora el espacio con sus recovecos y guaridas dejó de existir.
No hay bardas o cortinas que resuelvan lo que ya sentimos. Aquello que atraparon las pantallas en sus millones de transmisiones estos días no se irá a ninguna parte, permanecerá entre nosotros como una nueva manera de estar.
Así, mientras esperamos que termine el ciclo de lavado, tomamos notas sobre lo que acabamos de revisar en el trabajo en equipo, y mientras alguien externa su opinión sobre el tema del instante en la reunión, lava los platos y los pone en el escurridor.
La invasión del espacio es, en efecto, extraterrestre. La tierra se ha desbordado de nosotros mismos por un largo periodo que amenaza con extenderse en el tiempo. Los que vienen de afuera somos nosotros, no hay marcianos que lleguen ya, tampoco habitantes de otros planetas lejanos. Cuando nadie cabe en tu casa, las habitaciones se han perdido para ser tomadas por los intrusos. Mi casa no es tu casa. La tuya no es mía tampoco, por eso el espacio a conquistar es siempre exterior. Detrás de los muros de cada habitación se encuentra lo que está privado de luz. Y así debe permanecer. Ojalá sepamos llevar a esa sombra nuestros secretos, antes de que seamos cuerpos habitados por la vigilancia global o en medio de eso, ojalá ocurra antes de que seamos abandonados por nuestros sueños o antes de que perdamos la noción del más allá. Porque para morir habría que escapar de la invasión.
- Imagen de T. J. Lenz
Daniela Tarazona es narradora y ensayista. Fue jefa de redacción del suplemento Hoja por hoja del periódico Reforma y ha sido colaboradora de las revistas Luvina, Letras Libres, Crítica y Renacimiento (Sevilla, España) y de los suplementos Laberinto del periódico Milenio Diario y El Ángel de Reforma. Es autora de dos novelas: El animal sobre la piedra (Almadía, 2008) y El beso de la liebre (Alfaguara, 2013). Su Twitter es @dtarazonav
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Posted: June 3, 2020 at 9:45 pm