Music
La hazaña de Jorge Drexler
COLUMN/COLUMNA

La hazaña de Jorge Drexler

Ricardo López Si

Ante más de 10 mil personas que abarrotaron el Auditorio Nacional, un conmovido Jorge Drexler confesaba que su primer concierto en México había tenido lugar en la librería El Péndulo de la Condesa, en 2001, con algo más de veinte asistentes. No se trató del típico recurso efectista para meterse al público en el bolsillo, sino de una reverencia genuina hacia los devotos que, a más de dos décadas de distancia, lo han convertido en el cantautor de cabecera de toda Latinoamérica.

Drexler probablemente sea el estandarte de la canción de autor con espalda más ancha y que mejor ha convivido con los nuevos tiempos. Su perfil sirve de amalgama entre el clásico romanticismo anquilosado de los juglares de asfalto y una inusual flexibilidad creativa, compositiva y escénica, misma que le ha permitido estrechar lazos a últimas fechas con artistas como la cantante de rap israelí Noga Erez —un fenómeno surgido de Tik Tok— y el madrileño C. Tangana, al que conoció en una alfombra roja de los Premios Grammy y con el que comparte la obsesión por la métrica perfecta y la mutación constante.

Si bien es de sobra conocida la anécdota que dio lugar a «Pongamos que hablo de Martínez», un sentido homenaje de Drexler a Joaquín Sabina, de quien sirvió como telonero en Montevideo allá por 1994, quien le auguró «oropeles y ultramares» y el preceptor que le sugirió, con aquel «consejo delirante», que se marchará a Madrid con su guitarra y sus canciones para coleccionar feligreses de otro lado del Atlántico. Al hablar de influencias decisivas primero tendríamos que recuperar el nombre de Rubén Olivera, el gran báculo sobre el que se ha construido la canción popular uruguaya en la historia contemporánea. A propósito de regalos que cambian vidas, meses antes de que irrumpiera Sabina, Olivera incluyó a Drexler en el show que preparó para abrirle paso a Caetano Veloso, también en La Nueva Troya. Pero todo esto, por mucho que abone al mito, a día de hoy sirve más de sobremesa que de radiografía.

En una entrevista con Nora Lezano para la revista Rolling Stone, el uruguayo admitía que Frontera, su sexto álbum de estudio, había sido una suerte de bisagra, una toma de conciencia y «la primera señal de que me estaba haciendo viejo». Una oportunidad de imponerse a una circunstancia que había buscado eludir durante toda su carrera: encarnar al cantautor convencional. Pese a que siempre buscó distanciarse de los profetas del vicio, los héroes de las barricadas y los coleccionistas de derrotas más o menos dignas, Drexler lanzó un guiño a los bares y a las canciones escritas en una servilleta. En 2018, en una entrevista con el periódico ABC de España, dijo que le interesaba el reguetón como género, pero que le parecía que existía una deuda importante a nivel de compositores. Aunque lo que verdaderamente debió de haber sido inmortalizado de aquel intercambio fue lo que señaló en torno a la valoración artística de los géneros musicales: «No creo en la dignificación de los géneros. El blues ha sido considerado indigno, igual que el punk, o el reggae o la samba o el tango durante mucho tiempo… los géneros siempre surgen desde los márgenes, y luego son aceptados por la clase media y entran en los circuitos culturales comerciales».

Por todo esto, resulta admirable la manera en que ha sido capaz de honrar su genealogía en la canción de autor sin abandonarse a la alabanza ligera y la autoindulgencia en una torre de marfil, mirando de soslayo a las nuevas variantes de cultura popular. Su más reciente álbum de estudio, Tinta y tiempo, ha sido uno de los sucesos musicales más potentes de los últimos tiempos. Durante la concepción del mismo, tuvo que hacerle frente al confinamiento y a la tiranía de la hoja en blanco. «En el disco presento las 10 batallas que le gané a la hoja en blanco. Pero en la portada homenajeo a las otras cien que perdí», dijo. Como camaleón irredento, Drexler tuvo su flirteo más evidente con el groove y el funky, aunque fundamentalmente se pueda definir como un disco de amor en el sentido más clásico del término. De ahí se dependen «Cinturón Blanco», «Corazón Impar» y «Bendito Desconcierto», tres canciones que rozan la perfección y opositan a ocupar un lugar privilegiado en su repertorio.

Es lógico pensar ya en Drexler como un legítimo aspirante a convertirse en un ídolo pop. Pero no del pop concebido bajo la lógica de mercado y el capitalismo tardío, sino como un instrumento para convertirse en el portavoz de las ensoñaciones y los desencantos de toda una generación. Ya lo decía Santi Balmes, el líder y vocalista de Love of Lesbian: «El pop se alimenta tanto de toda la literatura que has llegado a leer y de la música que has escuchados, como de la basura más deleznable. Ahí, en la mitad, está el pop. Es que tiene que estar ahí. Si está en un punto más elevado tu música desprenderá una arrogancia de la hostia». Precisamente en uno de los puntos culminantes de su más reciente concierto en México, Drexler habló sobre la complejidad estructural de «Era de Amar», una de las canciones más inflexibles en su hoja de servicio, disculpándose por la arrogancia intelectual que exudaba su música en aquellos primeros compases de su carrera.

Puede que Jorge Drexler haya renunciado sigilosamente al linaje peterpanesco del encantador de serpientes y al empaque de capitán Alatriste, pero de cualquier manera su obra musical delata una verdad incontrovertible: está hecho de otra pasta.

 

Ricardo López Si es coautor de la revista literaria La Marrakech de Juan Goytisolo y el libro de relatos Viaje a la Madre Tierra. Columnista en el diario ContraRéplica y editor de la revista Purgante. Estudió una maestría en Periodismo de Viajes en la Universidad Autónoma de Barcelona y formó parte de la expedición Tahina-Can Irán 2019. Su twitter es @Ricardo_LoSi

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.

Las opiniones expresadas por nuestros colaboradores y columnistas son responsabilidad de sus autores y no reflejan necesariamente los puntos de vista de esta revista ni de sus editores, aunque sí refrendamos y respaldamos su derecho a expresarlas en toda su pluralidad. / Our contributors and columnists are solely responsible for the opinions expressed here, which do not necessarily reflect the point of view of this magazine or its editors. However, we do reaffirm and support their right to voice said opinions with full plurality.


Posted: March 15, 2023 at 7:46 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *