La negra suerte de las negras alas
Gerardo Cárdenas
La historia de la literatura está llena de escritores y libros en el cajón del olvido. Del mismo Kafka no sabríamos nada si no fuese porque Max Brod desobedeció sus instrucciones póstumas. Hay, tal vez, una mayoría de textos y escritores cuyo olvido es justificado; pero de vez en cuando una perla que había quedado arrumbada es rescatada con justicia.
La reciente reaparición de la novela Black Wings has my Angel, del estadounidense Elliott Chaze (1915-1990) me hace pensar en las coincidencias que deben concitarse para rescatar una obra largamente ignorada; no puedo dejar de pensar, además, en la mala suerte que parece haber acompañado, y sigue acompañando, a Chaze.
Su publicación por parte de The New York Review of Books no es casual. La novela aparece poco después de cumplirse el centenario de Chaze. Ése no fue el factor decisivo, puesto que Chaze, como la obra, estaba en el agujero negro del olvido.
La insistencia de Barry Gifford es lo que hace posible que tengamos en nuestras manos este libro que se publicó por primera y, hasta hace unas semanas, única vez en 1953. Black Wings has my Angel había sido publicada hace más de 60 años por Gold Medal Books, la editorial que más hizo en Estados Unidos por impulsar los géneros noir y pulp fiction, además de popularizar el formato paperback. John McDonald, Jim Thompson, Richard Matheson (Soy leyenda se publicó por primera vez ahí) y Louis L’Amour están entre los autores que recibieron su primer espaldarazo editorial con el sello Gold Medal. Chaze también.
Pero mientras McDonald y Thompson –por mencionar sólo dos de los autores noir del catálogo Gold Medal– se hicieron famosos, Chaze cayó rápidamente en la oscuridad. Chaze transcurrió el resto de su vida, hasta su muerte en 1990, entre el periodismo y una esporádica producción. Escribió diez novelas, ninguna tuvo la calidad o reconocimiento crítico de Black Wings has my Angel.
Gifford, que conocía bien el catálogo de Gold Medal, quiso rescatar la novela cuando era editor en Black Lizard Books en los años 80 pensando que podría hacer por Chaze lo mismo que la editorial hizo para resucitar la carrera de Jim Thompson. La mala suerte de Chaze se le contagió porque nunca consiguió republicar la novela, y Black Lizard terminó en bancarrota.
En su breve prólogo a Black Wings has my Angel, Gifford subraya la amargura y desencanto con que Chaze vivió los últimos años de su vida en Nueva Orleáns. Gifford había ido a visitarlo, poco después de dejar Black Lizard Books para explicarle por qué no pudo volver a publicar la novela.
¿Es Chaze un one-hit wonder? Posiblemente sí. Ninguna de sus otras nueve novelas recibió críticas positivas. Lo que tuvo como autor, lo vertió en una sola novela que, afortunadamente, ha conseguido reaparecer y que merece traducción en varias lenguas.
Chaze transita con precisión entre el noir y el pulp. Retoma la figura del dueto criminal hombre-mujer, a lo Bonnie and Clyde, y al hacerlo construye a una de las mujeres más fascinantes del género policial, Virginia, la del cabello color caramelo y las piernas perfectas, el verdadero motor y núcleo de una historia de crimen y escapatorias.
Nada le debe Chaze a sus contemporáneos Thompson o McDonald, o a Hammett y Chandler. La acción es constante, pero no es acartonada ni gratuita. El lector debe detenerse, gozar los párrafos, las descripciones, y esforzarse en explorar la compleja psicología de Tim Sunblade y Virginia, en los vericuetos de sus acciones y decisiones.
Muchas novelas del noir de los 50’s y 60’s del siglo XX han sido derrotadas y superadas por el tiempo. El género criminal es hoy armazón desarrollada literariamente para hablar del terrorismo, el narcotráfico, la persecución política, el tráfico humano. Chaze no enarbola una bandera social o política: sus protagonistas no buscan otra motivación más que el dinero rápido y el anonimato; de otro modo, la libertad. Es una receta que difícilmente sobrevive al tiempo, salvo en casos como los de esta novela, donde Tim y Virginia siguen saltando desde las páginas a la imaginación del lector. Son reales, carnales. Están vivos. Son peligrosos.
Las ironías no dejan de acompañar al fantasma y al recuerdo de Elliott Chaze. Los derechos de Black Wings has my Angel fueron adquiridos por el productor Christopher Peditto y el director mexicano Alfonso Pineda Ulloa, quienes llegaron inclusive a seleccionar reparto para la versión cinematográfica. Anna Paquin fue seleccionada para encarnar a Virginia en 2012, pero la filmación tuvo que interrumpirse por el embarazado de la actriz. La película sigue sin filmarse, está aún en preproducción. Chaze sigue esperando.
Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, reside en Chicago. Ha publicado relatos, poesía y teatro. Su obra de teatro Blind Spot, publicada por Literal Publishing, ganó en 2015 el premio Nuevas Voces de Repertorio Español. Twitter: @el gerrychicago
Posted: March 9, 2016 at 11:04 pm