La poesía desgarrada de Ocean Vuong
Gerardo Cárdenas
Red is only black remembering
“Daily Bread”, de Night Sky with Exit
Wounds
OCEAN VUONG
Una de las voces poéticas jóvenes más interesantes es la de Ocean Vuong (Saigón, 1988), un autor de vida breve –aún– y desgarrada. Nacido en Vietnam, llegó a los dos años a Estados Unidos como refugiado y, de hecho, no aprendió a leer hasta los 11. Ausente su padre –por un encarcelamiento y un divorcio–, Vuong creció con su madre y su abuela, en un ambiente marcado por las extrañas metamorfosis de refugiados e inmigrantes y que acentuó esa sensación de desgarramiento que marca su vida y que se traslada a sus letras.
Vietnam y Nueva York conviven en su poesía, una poesía que, formal y lingüísticamente, es avasalladora, abierta y franca.
Con menos de 30 años ha publicado tres poemarios: Burnings (2010), No (2013) y el que me ocupa ahora, Night Sky with Exit Wounds (2016). En su poesía hay un constante autoexamen, una lucha interminable con la figura del padre, un jaloneo permanente con su homosexualidad; su mirada siempre vuelve hacia Vietnam, hacia las consecuencias de la larga guerra, hacia el niño sorprendido y asustado que logró huir con otros.
El mismo título ya nos sugiere mucho: la inmensidad bella e indiferente del cielo nocturno, y la brutalidad del agujero que la bala deja al salir del cuerpo. Éste es un registro constante en su poesía: el contraste entre lugar y sentimiento, entre dolor y placer.
Por ejemplo, en el poema “A mi padre/A mi futuro hijo”, del que reproduzco un fragmento.
Había una puerta y luego otra puerta
rodeadas por un bosque.
Mira, mis ojos no son
tus ojos.
Te mueves a través de mí como la lluvia
escuchada
desde otro país.
Sí, tienes un país.
Algún día lo encontrarán
mientras buscan barcos perdidos.
El padre es una presencia –o ausencia– constante, un punto de referencia desde el que Vuong busca explicaciones, desde el que reclama y desde el que, inevitablemente, lamenta su pérdida. Da la sensación que no ha dejado de hacerle preguntas, no ha dejado de buscar guía.
Reproduzco el poema “Oración por los recién condenados” que, a mi parecer, ilustra perfectamente lo anterior.
Queridísimo Padre, perdóname porque he visto.
Tras la valla de madera, un campo iluminado
de verano, un hombre pone una navaja
contra la garganta de otro hombre. El acero mira a la luz
sobre el cuello mojado de sudor. Perdóname
por no retorcer esta lengua para darle la forma
de Tu nombre. Por pensar:
así es como debe comenzar cada oración–
la frase Por Favor partiendo
el viento en fragmentos, en lo que
un muchacho escucha en su necesidad de saber
cómo el dolor devuelve el cuerpo bendecido
a su pecador. La hora se ha acallado
repentinamente. El hombre, sus labios
contra la bota negra. ¿Estoy mal por amar
esos ojos, por ver algo tan claro
y azul? ¿Por pedir que siga siendo
claro y azul? ¿Me tembló la mejilla
cuando la húmeda sombra floreció en su bragueta
y goteó sobre la ocre tierra? Qué velozmente
te vuelves la navaja. Pero déjenme comenzar
de nuevo: hay un muchacho de rodillas
en una casa en la que cada puerta ha sido abierta
a patadas hacia el verano. Hay una pregunta que corroe
su lengua. Una navaja que toca
Tu dedo atorado en tu garganta.
Queridísimo Padre, ¿qué fue de aquel muchacho
que ya no es un muchacho? Por favor–
¿qué será del pastor
cuando las ovejas son caníbales?
La soledad, reinventada como un espacio de encuentros fugaces, apasionados pero desprovistos de promesas de amor, angustiados anticipos del abandono y la vuelta a la soledad, es otra constante de Vuong. Así, el poema “Día de Acción de Gracias 2006”:
Brooklyn está muy frío esta noche
y todos mis amigos están a tres años de distancia.
Mi madre dijo que podría ser cualquier cosa
que quisiera –pero yo escogí vivir.
En las escaleras de un viejo edificio
brilla un cigarro, luego se desvanece.
Camino hacia él: una navaja
afilada de silencio.
Su mentón dibujado por el humo.
La boca por donde vuelvo
a la ciudad. Extraño, palpable
eco, he aquí mi mano, llena de sangre delgada
como las lágrimas de una viuda. Estoy listo.
Estoy listo para ser todos los animales
a los que abandonas.
Night Sky with Exit Wounds es un libro que debe leerse detenidamente, respirando cada poema; es la promesa de un autor que en su juventud ya es un poeta sólido, con lenguaje propio, y que apunta a crecer cada vez más.
Gerardo Cárdenas, escritor y periodista mexicano, reside en Chicago. Es autor del volumen de relatos A veces llovía en Chicago (2011), del poemario En el país del silencio (2015) y de la obra de teatro Blind Spot (2014), publicada por Literal Publishing. En 2015 obtuvo el premio Nuevas Voces de Repertorio Español. Es editor de la antología de relato breve en español de Estados Unidos Diáspora, de próxima publicación. Su poemario Silencio del tiempo fue publicado por Abismos Editorial. Twitter: @el gerrychicago
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Posted: March 26, 2017 at 8:34 pm