Las veces que no fui millonario
Francisco Hinojosa
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…cuando vendió su “valiosa” colección le dieron unos cuantos pesos. Algo similar sucede con las bibliotecas, consideradas por muchos como una buena herencia para los descendientes. Cuando llegan los libreros de viejo a adquirirlas las compran por metro y el importe que otorgan a cambio de cientos o miles de ejemplares apenas alcanza para la comida de un mes.
1. Hace ya muchos años fui millonario. Guardo algunos recibos de nómina de cuando trabajaba en el Fondo de Cultura Económica. Me dedicaba a hacer dictámenes, solapas y correcciones de estilo, lo que me pidieran. En los cubículos cercanos trabajaban José Luis Rivas y Francisco Cervantes. Yo pertenecía al área 57, el departamento 75 y mi número de empleado era el 442. Para mediados de octubre de 1992 (un mes antes de publicar La peor señora del mundo) tenía un acumulado de percepciones de 22,158,513 millones de pesos moneda nacional. Mi sueldo quincenal andaba por el millón 067,856. Cuatro años más tarde esa cifra bajaría a mil 67 nuevos pesos. En ese entonces la inflación se había comido nuestra moneda y el entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, le quitó tres ceros. Un amigo que tuvo contacto con él le preguntó por qué había decidido nombrar a nuestra moneda “nuevos pesos” y no “pesos nuevos”, como sería la lógica gramatical. Su respuesta fue contundente: qué papel habría tenido su gobierno si lo tradujéramos a sus iniciales p. n. (pene). El litro de leche cuesta tantos pitos (por no decir otros sinónimos).
2. Mi padre fue un coleccionista de sellos postales. Lo acompañaba a tiendas especializadas de filatelia a comprar sus timbres y aprendí algunas cosas acerca de lo que hacían más valiosas esas pequeñas piezas de papel: la principal que no tuvieran la marca de correos de haber sido enviadas en una carta. Las cuidaba celosamente en sus álbumes. En poco tiempo yo también me convertí en coleccionista. Recuerdo haber tenido un sello que podría haberse cotizado hoy a un alto precio, no necesariamente millonario: se trataba de uno (creo que de 20 centavos) que salió durante las olimpiadas de México de 1968: tenía un defecto de impresión. No conservo el álbum porque mi abuela o mi abuelastro lo echaron a la basura o lo regalaron o lo vendieron: nunca lo sabré. El hecho es que mi padre pensaba que los suyos algún día lo ayudarían a salir de algún apuro económico. Hacia mediados de los años setentas llegó el momento: tuvo un derrame cerebral que lo dejó por un buen tiempo sin trabajo. Y cuando vendió su “valiosa” colección le dieron unos cuantos pesos. Algo similar sucede con las bibliotecas, consideradas por muchos como una buena herencia para los descendientes. Cuando llegan los libreros de viejo a adquirirlas las compran por metro y el importe que otorgan a cambio de cientos o miles de ejemplares apenas alcanza para la comida de un mes. No pocas veces unos cuantos de esos ejemplares tendrían el valor total de la compra. Una conocida sí heredó muchos libros, entre ellos dos incunables, que ciertamente sí la hicieron millonaria. Escribo esto a un poco más de un mes de que mi esposa y yo regalemos alrededor de dos mil libros a nuestros familiares y amigos: una herencia en vida.
3. Al escribir esta nota (mediados de septiembre de 2023) estoy a dos semanas de viajar a Pasto, Colombia. Me invitan a una Feria del Libro y el encargado de los gastos de transporte aéreo, alojamiento, alimentación y honorarios es el Banco de la República. Estos últimos, según la carta de invitación que me enviaron por correo electrónico, ascienden a la cantidad de 1,903,300 pesos colombianos. No quise hacer pronto la conversión porque ya intuía el resultado: 8,233.64 moneda mexicana. En Colombia un taxista es millonario.
4. Hace un par de meses leí una noticia en el diario Milenio que anunciaba que ciertas monedas de 20 pesos estaban cotizadas entre los coleccionistas en varios millones de pesos. Yo tengo diez de ellas y una más de cien pesos. Las conservo porque me gustan (especialmente dos dedicadas a Octavio Paz: medio millón por cada una) y porque en algunas ocasiones no me las quisieron aceptar porque un par de ignorantes me dijeron que ya habían caducado y nadie se las iba a recibir. Bullshit. El caso es que me puse a averiguar si no era fake news a través de Google y ciertamente me encontré con muchas páginas que reproducían la noticia. Varias de esas monedas correspondían a las que yo guardaba. Pero, ¿cómo venderlas? Hice una llamada a la Sociedad Numismática de México, una institución seria fundada hace más de setenta años. Y me confirmaron lo que sospechaba: sus monedas valen exactamente veinte pesos. Vuelvo a consultar en internet y me topo con una cantidad de ofertas que venden esas monedas en cifras de seis ceros. Algunas de esas páginas de la web aseguran que ciertos bancos y ¡una televisora! (TV Azteca) están interesados en adquirir esas piezas metálicas a precios exorbitantes. Por supuesto no dicen con quién conectarse para hacer la transacción.
Imagen: Money by Rachel (Flickr)
Francisco Hinojosa es poeta, narrador y editor. Es autor y antologador de más de cincuenta libros y columnista de Literal. Su twitter es @panchohinojosah
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Posted: September 19, 2023 at 8:48 pm