Essay
La política es insoportable
COLUMN/COLUMNA

La política es insoportable

Angelina Muñiz-Huberman

Es algo de lo que no me gusta escribir. Es desagradable la política. Es antipática. De derechas y de izquierdas, no sabe lo que quiere, da tumbos. Pero parece necesaria, de algún modo hay que gobernar, organizar, prever para que la sociedad no se venga abajo. O ya se vino abajo y no queremos reconocerlo.

 

El ansia de poder: he ahí el gran resorte.

Nada lo detiene.

Los políticos aferrados.

Con sus falsas promesas.

Suben y bajan.

El gran juego de la historia.

Hoy una cosa, mañana otra.

Veletas. Los políticos son veletas.

Tienen en las manos las riendas.

Distorsionan el lenguaje.

Eso es lo peor: distorsionan el lenguaje. Usan las palabras en su mal sentido. Les dan la vuelta. Las retuercen. Las aplastan. Las pisotean. No dejan títere con cabeza: como don Quijote pero cuya intención era otra.  O usan el títere como Pinocho para mentir y mentir. Son especialistas en descomponer.

Todo lo quieren tener en grandes cantidades: casas, automóviles, vestimenta. Como si se pudiera al mismo tiempo vivir en varias casas, manejar varios automóviles, ponerse varios trajes. Unos sobre otros. La simultaneidad asumida.

Cada día leo las noticias esperando encontrar algo amable, algo digno de tomar en cuenta, algo inteligente, algo bello. Pero, nada. Ni un rayo de luz. ¿Será mi pesimismo o será que es así? Más bien, realismo.

Los ciudadanos sufriendo las veleidades de los gobernantes, pagando las consecuencias, impotentes.

¿Por qué hay quienes ven la realidad y quienes aceptan cualquier cosa? Los rebeldes y los sumisos. Los de ojos abiertos y los de ojos cerrados. Ver y no querer ver.

Pensar, analizar, asociar cuestan trabajo y lo más fácil es dejar correr el agua. Nadie que detenga la catarata de imposiciones. Como si no hubiera constituciones. Todo lo que se ha escrito ¿de qué ha servido?

Platón, ¿dónde estás?

Las constituciones quedan sujetas a los gobernantes y hallan modos de violarlas, de tergiversarlas, de interpretarlas a su gusto. Leyes van y vienen, cuestión de agudeza. A lo mejor los políticos son los máximos lingüistas.

¿Para qué fueron creadas las palabras, sino para darles vuelta?

Para usarlas como garrote político.

Aunque ahora se han vuelto muy finos los gobernantes y su frase preferida es “políticamente correcto”. Suelen dar discursos a la nación para convencer de cualquier cosa: del hilo negro y del agua tibia. O suelen hacer votaciones cuyo resultado es cuestionable para uno u otro partido en oposición.

La marea sube

imposible pararla

¿acaso baja?

 

Y si las cosas no siguen como se quiere, pues a la guerra se ha dicho. Es tan fácil utilizar a los dóciles y obedientes soldados. Carne de cañón, no está mejor empleada la expresión.

Escritores que han sufrido la guerra y han escrito sobre ella. Homero y La Iliada, Unamuno y Paz en la guerra, Tolstoy y  La guerra y la paz.  Pintores que la han pintado: Francisco de Goya y sus “Estragos de la guerra”, Pablo Picasso y el “Guernica”. Músicos que la musicalizaron como el Requiem de guerra de Benjamin Britten, la Obertura 1812 de Tchaikovsky. O fotógrafos que han muerto en ella como Gerda Taro, Robert Capa, David Seymour. Mientras que los políticos sólo la ensalzan y empujan a los ciudadanos para ir a pelear.

Cuántos hechos que ocultan los políticos y nosotros sin saber. Lo que se trama tras bambalinas. Una puesta en escena.

Alianzas van y vienen con tal de aferrarse al poder. Ideologías desbaratadas.

Tronos profanados. Coronas reales de piedras falsas. Piezas de manipulado ajedrez.

Preguntas ante el espejo estrellado sin deseos de recomponer y creer en los súbditos avasallados.

Eliminación de quien discrepa. Invención de delitos y cárcel para el disidente. Desvirtuarlo. Calumniarlo. Humillarlo.

Sólo el elegido es válido. Ante él las reverencias. El absolutismo renacido. Marcha de cangrejos, al unísono. Todos muy ordenados, nadie fuera de lugar.

Mandar y obedecer, he ahí la clave. Una vez establecido el mandato no queda más remedio que obedecer. Es un imperativo. Para bien o para mal.

Y, claro, es necesario el gobierno de la sociedad, pero la política es un azar. Es un poner orden en el caos, pero de qué modo se establece ese orden. Igual que se ordenan pequeñas sociedades, desde la familia, el negocio, la empresa y hasta el puesto de la esquina.

Entonces surgen las leyes por aquí y por allá. Leyes a más no poder que penetran en toda vida. Día y noche, horarios, calendarios, fechas memorables. La naturaleza medida: se abren las escuelas a las ocho de la mañana, los comercios a las diez, los cines a las cuatro de la tarde y así por el estilo. Orden y más orden, y quien no cumple, pobre de él.

Hasta que entra el simpático desorden con la libertad de su lado y para poner sólo un ejemplo ahora, con la era digital, sucesos, conferencias, películas pueden verse no en su horario original sino a cualquier hora. El tiempo sigue siendo relativo.

De regreso a la política puedo citar a dos pensadoras del siglo XX que resintieron su peso: Simone Weil y Hannah Arendt, también en el orden y el caos, visionarias acertadas o equivocadas, con sus teorías bien o mal interpretadas. Y otros más que se entretuvieron y/o se divirtieron analizando la política como Isaiah Berlin, Bernard-Henri Lévy, Moisés Naím, Octavio Paz. Y, de los tiempos antiguos, Platón con La república. Libros, pinturas, música ¿habrán servido de algo? Tal vez, sólo para consolar. Algo es algo.

No quería escribir sobre política. Y escribí.

 

*Imagen de Lindomar Cruz

Angelina Muñiz Huberman es autora de más de 50 libros. Ha ganado el Premio Xavier Villaurrutia ,  el Premio Sor Juana Inés de la Cruz el Premio José Fuentes Mares, Magda Donato, Woman of Valor Award, Manuel Levinsky, Universidad Nacional de México, Protagonista de la Literatura Mexicana, Orden de Isabel la Católica, Premio Nacional de Lingüística y Literatura 2018, entre otros.

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Posted: January 22, 2023 at 6:48 pm

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