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Los niños volvieron de la noche de Eduardo Cerdán
COLUMN/COLUMNA

Los niños volvieron de la noche de Eduardo Cerdán

Rose Mary Salum

Flannery O´Connor decía que un cuento es un acontecimiento dramático que implica a una persona, en tanto comparte con nosotros una condición humana general, y en tanto se halla en una situación específica. Un cuento compromete de modo dramático el misterio de la personalidad humana.

El libro Los niños volvieron de la noche de Eduardo Cerdán devela el lado oscuro tanto de la naturaleza humana como de las circunstancias a las que la vida nos expone. La convivencia con “el otro” determina e, incluso, profundiza en esa hondura de sus personajes. En ese sentido, la vida en  Los niños volvieron de la noche se desarrolla como referencia a la otredad. Anamari Gomís lo expresa mejor: “Por más que la miseria del otro conmueva, la alteridad sigue siendo la alteridad.” Todo sucede o es motivado respecto a un otro que no siempre está a la altura de sus circunstancias. Es decir, todos ellos, los personajes,  tienen o muestran, una minoría de edad que disminuye las capacidades mentales de algunos y, en otros, su edad biológica limita tanto el conocimiento como el autoconocimiento.  Y es ese el hilo que nos va conduciendo por escenas que van de lo poético a lo insólito, de la carencia a la nostalgia, de la aceptación de una realidad a la rebeldía en contra de ella.

Pero en el recorrido que nos lleva por esas historias, descubrimos a un autor que, aún joven, ostenta una escritura madura, con oficio, capaz de seducir a cualquiera porque escribir es un acto rutinario que logra expresarse en su plenitud a base de experiencia y dedicación. Eduardo, lo sabemos, es un escritor joven y, por lo mismo, sorprende la madurez de su prosa,  su lirismo y destreza para ofrecernos relatos que evidencian su talento para mostrar no solo un fondo que conmueve sino también la forma apropiada para cada historia.

Eduardo Cerdán ha ido construyendo una carrera que con cada ensayo, con cada libro, solidifica un  lugar sobresaliente dentro de su generación porque nos encontramos ante un escritor hábil, agudo y muy preocupado por dejar huella en este género que crea sus propias reglas. El cuento consiste en eso: la destreza de poder llevar al lector de la mano para, después, precipitarlo en una realidad alterna que no sospechó, que no pudo predecir porque su atención estaba en eso que se cuenta y en la forma como el autor lo hace.

El libro está dividido en tres secciones. En la primera los cuentos “Raíz”, “Escalera”, “Poza” o “Luna”, por mencionar solo algunos, se abren a los ojos del lector de forma vertical: los niveles de interpretación se van conectando en un espiral que desciende mostrando las distintas vetas de sus personajes. Por un lado nos encontramos con Eli, una niña intrépida que no conoce el peligro, o con Paco, Nacho y Cami, quienes en su partida al lago antes de recoger sus vacas tienen la experiencia más dolorosa y un encuentro prematuro con la desgracia, o la indiferencia de Eladio en el cuento que abre la colección: “Raíz”. Lo insólito, tema frecuente en Amparo Dávila o en Cecilia Eudave, por ejemplo, aquí también tiene un lugar privilegiado.

La segunda sección está ocupada por una sola historia: “A tientas en la casa oscura”, un relato que conmueve porque es contado desde la perspectiva de un sobrino que va revelando la relación con su madre, de la madre con la abuela, la abuela con su hijo y de la viudez que la deja en un abandono emocional. Se trata de un cuento de tono distinto al resto del volumen, dividido por espacios de tiempo que, al reunirse,  nos devuelven una historia entre las múltiples facetas de una vida.

En la tercera sección reaparecen los personajes infantiles, acaso solo mentalmente infantiles, víctimas de su propia candidez en una realidad que, por definición, no admite lo fantástico. Así, Mariana, en el cuento “Camino”, opta por volcar su atención un una realidad digital y solo la violencia puede devolverla a la vida real. O en el caso de Mateo, en el cuento “Servicio”, donde esa misma violencia es acallada por el entorno que, en este caso, personifica su propia madre. 

La aparición de Los niños volvieron de la noche, es el segundo libro del autor y surge con la misma calidad del primero. Celebro que Nitro  Press a cargo de Mauricio Bares y la UANL a cargo de Antonio Revillas hayan apostado por una voz joven que se perfila como una de las más propositivas de su generación.

 

 

Rose Mary Salum es la fundadora y directora de Literal, Latin American Voices. Es la autora de Tres semillas de granada, ensayos desde el inframundo (Vaso Roto, 2020), Una de ellas (dislocados, 2020). El agua que mece el silencio (Vaso Roto, 2015), Delta de las arenas, cuentos árabes, cuentos judíos (Literal Publishing, 2013) (Versión Kindley Entre los espacios (Tierra Firme, 2003), entre otros títulos. Su twitter es @rosemarysalum

 

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Posted: November 18, 2021 at 10:13 pm

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