Media hora en la vida de una escritora
Socorro Venegas
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Qué difícil parece seguir siendo leer sin prejuicios a una escritora. Que si fue pareja de tal, que si lo engañó, qué clase de madre fue, si bebía o fumaba o acumulaba demasiados gatos. Todo eso, ¿qué tiene que ver con la calidad de su escritura? Con ese salto al vacío que es gestar y parir un libro. Con asumir una vocación en un medio ambiente profundamente adverso.
Hace solo siete años la editorial Drácena le puso a la obra de Elena Garro un cintillo o fajilla que la presentaba así: «Mujer de Octavio Paz, amante de Bioy Casares, inspiradora de García Márquez y admirada por Borges». Ni rastro de la escritora y del valor de su obra.
La Brigada para Leer en Libertad acaba de publicar para su distribución gratuita en México el libro Elena Garro. La pérdida del reino, de Emiliano Ruiz Parra.
El autor cuenta a los lectores lo inaccesible que comenzó siendo su objeto de investigación. Nadie quería hablar de Elena Garro, o lo hacían de manera condescendiente: era una loca, una mujer sedienta de venganza. Alguien le mandó un documental del Instituto Cervantes, que dedica 12 segundos a mencionar a Garro, su hija y el fin del matrimonio con Octavio Paz.
Pero, ¿qué ocurre si alguien se atreve por fin a hablar de su obra?, ¿qué dice? El libro de Emiliano nos lo cuenta. Desde el ámbito de la crítica literaria surgió la idea de colocar a las escritoras en un ranking para establecer quién es la numero uno, la mejor, la reina, como si fuera un certamen de belleza, ¿cuándo hemos oído hablar de un rey de la literatura? Para hablar de los autores se usan otras palabras: son padres, fundadores, genios, parteaguas, maestros, incluso dioses. Pienso que establecer escalafones es un mecanismo típicamente patriarcal para tener siempre un vencedor y luego un séquito de mediocres que no alcanzan la gloria. Por esto disiento con la forma en que el crítico literario Emmanuel Carballo corona a Elena Garro y deja como «camareras» –así las llama— a otras autoras fundamentales como Rosario Castellanos, Elena Poniatowska, Inés Arredondo, Nellie Campobello, María Luisa Puga, entre otras. Es ofensivo y además injusto, pues las condiciones en que estas y otras escritoras lucharon para escribir, para crear, fueron muy distintas.
Nada más pensemos en lo que nos cuenta Emiliano: cuando el padre de Elena la manda a ella y a su hermana Devaki a estudiar en la Escuela Nacional Preparatoria, había siete mujeres y tres mil varones.
Las cifras nos dicen todo del acceso a la educación para las mujeres en este país durante el siglo pasado.
Por supuesto que hay que hablar y reconocer la obra de Garro.
El libro de Emiliano busca a la escritora sin prejuicios, genuinamente, lejos de la que describe aquel cintillo machista. Se atreve a poner en su lugar las palabras para describir la compleja y desigual relación de Garro con su poderoso marido, el poeta Octavio Paz. Menciona, por ejemplo, la naturaleza de la correspondencia entre ambos: “esas cartas revelan una de las relaciones más tensas de la literatura nacional: la de un macho mexicano y una mujer que se resiste a ser la hembra sometida que le imponía la tradición”. Desde la más honesta investigación periodística, Emiliano hace una lectura sin maniqueísmos, y trata de llegar a Elena a través de la autora y no de Paz: aquí, en este libro, lo importante no es él, sino ella, una anomalía, una mujer luchando por vivir libre.
Elena Garro era una escritora con la que nadie sabía qué hacer. Su nombre quemaba en la lengua, decía Huberto Batis. Como bien nos dice Emiliano, estamos ante una crónica que es historia política, con personas que vertieron testimonios para nutrir esta investigación, personas a veces inconsistentes, que cambiaron su versión de las cosas según su conveniencia.
Algunas voces entre los entrevistados por Ruiz Parra hablan del “machismo sofisticado y cruel de Octavio Paz”, y después de los testimonios que aquí se recaban, de las propias cartas que el poeta le escribió a Garro, pienso que ya no puede ponerse en duda el maltrato que ella sufrió. Llama la atención otra cosa, algo más relacionado con la complejidad de la naturaleza humana. En su minucioso y atento trabajo Emiliano nos muestra las contradicciones de ese matrimonio complicadísimo, y qué matrimonio no lo es. Paz pudo ser cruel y un macho, pero también fue el primero en recomendar la publicación de Los recuerdos del porvenir, la envió a Carlos Barral, aunque éste decidió no publicarla. Finalmente logró que la novela viera la luz bajo el sello de Joaquín Mortiz en 1963.
La médula de esta crónica sobre Elena Garro es esa media hora que dividió en dos la vida de la escritora. Era reconocida, era reeditada, estaba en su mejor momento, y se equivocó. En media hora se le vino abajo el mundo. Y se lo cobraron caro. Su obra ha seguido pagando el precio que ha sido la invisibilización. Afortunadamente escritoras y estudiosas como Lucía Melgar, Cristina Rivera Garza y Jazmina Barrera han escrito sobre ella con la seriedad que su trabajo literario merece.
Carballo también dijo: “aunque merezca todos los homenajes yo la prefiero como una escritora maldita y mítica, autora de una obra perdurable, original, distinta […] esa es la belleza de Garro y me gustaría que se muriera con ella”. Me pregunto si Garro habría elegido ser una escritora maldita, si no hubiera preferido ser tratada justo como “autora de una obra perdurable, original, distinta”, en lugar de convertirse en la apestada de las letras mexicanas. Lectores y lectoras: no dejen a Elena descansar en paz, que la belleza de su obra dramatúrgica, cuentística, novelística no muera con ella. Léanla, sorpréndanse, que nos acompañen sus palabras y la crítica a la sociedad profundamente machista en la que seguimos viviendo.
En formato electrónico, el libro Elena Garro. La pérdida del reino también puede descargarse gratuitamente en el sitio brigadaparaleerenlibertad.com
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Posted: October 23, 2023 at 8:25 pm
Me parece fantástica la manera en que la retrata, hablar de Garro y su prosa es algo que me agrada. También el hecho de que no victimicemos y en su lugar se estén trayendo a la actualidad algunas escritoras que por “sus gustos”, han sido infravaloradas. Hace poco en el estado donde radico, reeditaron a Alicia Delaval con “Las vírgenes terrestres”, vale bien el mérito hablar de ellas y sorprendernos con la belleza de sus obras.