Náufragos y sobrevivientes
Anadeli Bencomo
• Juan Villoro,
Arrecife,
Anagrama,
Barcelona, 2012.
Veía su jardín del ocio con resignada repugnancia: una Sodoma con piña colada, una Disneylandia con herpes, un Vietnam con room service.
La más reciente novela de Juan Villoro está ambientada en un Kukulcán de posturismo, un enclave ideal para vender a los viajeros un antídoto contra la desesperación, el tedio y las existencias anodinas. A Kukulcán llegan los personajes a olvidarse de sí mismos, de un pasado incómodo, de una culpa que pesa, y a jugárselas dentro del concepto de unas vacaciones de alto riesgo donde están a la orden los secuestros, los guerrilleros, un infierno tercermundista dosificado al gusto y deseo de los visitantes de este imaginario y apocalíptico arrecife. Esta idea de una especie de Disneylandia latina ya había sido sugerida por Villoro (Efectos personales) como una posibilidad para el turismo futuro en nuestras regiones.
Sin embargo, no serán los turistas los protagonistas de esta historia, sino los habitantes semipermanentes de La Pirámide, el complejo turístico regentado por Mario Müller, Der Meiser, un sobreviviente de la contracultura del rock urbano que se inviste de cierto plan mesiánico para distraer a turistas con amor al riesgo extremo, para rescatar a antiguos amigos y colegas, en fin, para sentir que su vida no ha transcurrido en vano. Hay que precisar además que el verdadero personaje central de Arrecife no es Mario, sino su entrañable amigo de infancia y compañero en el grupo de rock Los extraditables: Antonio (Tony) Góngora.
Es la historia de Tony la que se nos va revelando por retazos gracias al recuerdo de Mario, quien se empeña en recuperar ese pasado que la mente de Tony ha perdido por los embates de una adicción a las drogas que lo ha convertido en un sobreviviente, una especie de náufrago vital que deambula sin mayor rumbo en este destino de su itinerario vital. Tony ha llegado a La Pirámide, como tantos otros habitantes de Kukulcán, gracias a la intervención de Mario, encargado de “reclutar prófugos de la contracultura”. Es precisamente la figura de Tony y su incapacidad de reconstrucción lo que termina por atraer al lector quien reconoce en este personaje extraviado una de las caracterizaciones paradigmáticas de la ficción de Villoro quien nos había entregado anteriormente una eficaz galería de historias semejantes a la de Góngora en sus relatos de La casa pierde o Los culpables.
Dos tramas se desarrollan en Arrecife: una anclada en las peripecias de un asesinato que debe resolverse junto al futuro del resort que sirve de escenario para las acciones y otra que cuenta o comenta la trayectoria de esa generación a la que pertenecen Mario y Tony. Es la generación que vivió su juventud en el ambiente cultural de los setenta, apostando al rock como alternativa de vida, habitantes de su propio arrecife contracultural sin mayores anclajes o trascendencia. Una frase de Tony podría resumir cierta constatación que parece válida para el grupo congregado en este paraíso artificial: “…entendí que lo mejor de mi pasado era que ya había sucedido”. La novela se lee entonces como la clausura de un acto de remembranza, donde sucumben ciertos recuerdos y ciertos personajes para cerrar con una posibilidad de futuro y redención en un final de la historia sorpresivamente optimista y liberador.
Posted: April 28, 2013 at 3:44 am