Essay
Notas para una escucha helada
COLUMN/COLUMNA

Notas para una escucha helada

Sandra Lorenzano

“He de subrayar que soy un advenedizo en este campo:

no soy sordo, no hablo por señas, no soy intérprete ni profesor,

no soy especialista en el desarrollo infantil,

tampoco historiador ni lingüista. (…) Soy un intruso.”

Oliver Sacks, Veo Una Voz, “Prefacio”.

my legacy / is in my bones

Elizabeth Rosner, Gravity

1.

“…los sordos no creen en el silencio. El silencio es la invención del que oye”, escribe Ilya Kaminski en Deaf Republic. Vuelvo a la Ucrania del poeta, de Anna Ajmátova, de Clarice Lispector. Vuelvo a los huesitos recién nacidos de mi abuela. Vuelvo a los pogroms, las migraciones y los barcos. A los cuatro años, un mal tratamiento médico dejó a Kaminski prácticamente sordo. Nació en 1977, el mismo año en que Clarice moría en Río de Janeiro. El azar forma redes a las que me aferro. Las bombas caen en Odesa y en Gaza. Y en la plaza de las Madres, un demente gana las elecciones empuñando una motosierra.

La voz del viento patagónico es lo único que permanece en mi oído derecho.

2.

Estamos en el fin del mundo. O eso dicen los carteles turísticos con los que nos cruzamos: “Bienvenidos al Fin del Mundo”. Así: con mayúsculas. “Fin del mundo, principio de todo”, completa otro lema, como para no asustar de más a los turistas que llegan en el verano del  sur (mi verano, de diciembre a marzo. Nunca ha exisitido otro para mí). “La ciudad más austral del mundo”, dice la enciclopedia. Ushuaia. Coordenadas: 54°48’26’’S 68°18’16’’O, Capital de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur, fundada el 12 de octubre de 1884 por Augusto Lasserre  como Fuerte Ushuaia. Según el censo de 2022, tiene 82,615 habitantes.

Me daba ilusión pasar el fin de año en un sitio en el que el anochecer llega en esas épocas después de las diez de la noche. Me daba ilusión conocer con mi mujer y mi hija una parte de aquel país que cada vez tiene menos materialidad para mí y se va volviendo un territorio únicamente afectivo. Quería construir con ellas unas memorias nuevas en un espacio nuevo. El fin del mundo se me aparecía como ese espacio claro y luminoso donde fundar los recuerdos. Tal vez parecido a lo que imaginaron los misioneros anglicanos, que llegaron con Thomas Bridges a fines del siglo XIX y crearon el primer asentamiento blanco. Bridges: ¿puentes hacia dónde? El fin del mundo como un in-between. Una metáfora para cruzar hacia un comienzo; fin del mundo, principio de todo. Página blanca fue mi corazón.

Sueño con estar en lugares lejanos, vacíos y silenciosos. Donde, a lo más, se escuche el ruido del mar. Las costas del Canal de Beagle parecían cumplir esa fantasía. Llegábamos desde una de las ciudades más ruidosas del mundo: Buenos Aires. “México me atormenta, Buenos Aires me mata”, canta Joaquín Sabina, y yo soy ese otro in-between que, entre los dos espacios que más amo en el mundo, fantasea con el silencio.

“Ten cuidado con lo que deseas, porque se te puede cumplir”, dicen por ahí.

3.

“Escuchas algo”. “No.” “¿Y ahora?” “Tampoco”. El médico apoya el aparato de metal alrededor de mi oído izquierdo. Aquí sí, le digo. ¿Es ese zumbido lo que se supone que tendría que escuchar también del otro lado? Vuelve a apoyarlo cerca del oído derecho. Nada.

4.

Imaginé el cielo azul del fin del mundo amparando mi fantasía fundacional. Pero había tormenta, viento, frío. En Ushuaia no hay coquetas hosterías o salones de té como en Bariloche o Calafate. Todo es austero. Hasta los negocios de souvenirs en los que esperan a los turistas que llegan en crucero y se detienen un rato allí: imanes para el refrigerador, camisetas y mates, chocolates y calcetines. Polvo. Poco más. En unos pocos se vende equipo para los excursionistas. El trekking y las ascenciones son otras de las atracciones turísticas. En el extremo más solitario de la calle principal, llamada previsiblemente San Martín, una librería: Boutique del libro. Compro La pequeña historia de Eleanor, de la escritora patagónica Cynthia Cordi.

Pasada apenas la medianoche del 31 bajamos a la orilla del mar. El nuevo año empieza con un cielo despejado y el aire helado que nos da en en la cara. Nos besamos. Soy feliz.

5.

Tengo el oído derecho tapado. No escucho nada. Ya pasará, pienso.

6.

Todas las guías señalan la cárcel como visita obligada. Incluso hay tiendas que venden trajes a rayas como los que usaron los presos. Cómo lidiar con las atrocidades de nuestra propia historia, podría llamarse este fragmento. Me recuerda al centro comercial que los uruguayos construyeron en la antigua penitenciaría de Punta Carretas. ¿Ves?, me explicaban, las boutiques tienen todas el mismo tamaño; es el tamaño de las celdas. Políticas de borramiento.

7.

Estás vivo, me susurro a mí mismo, por lo tanto algo escucha en ti” (otra vez Kaminski)

8.

El presidio militar fundado en 1884 en Isla de los Estados, fue trasladado en 1902 a Ushuaia, específicamente a Bahía Golondrina (sobran los comentarios), en la llamada Isla Grande de Tierra del Fuego. Los primeros destinatarios fueron presos comunes, incluido nuestro primer serial killer, el “Petiso Orejudo”, Cayetano Santos Godino. Un asesino casi niño, que mata a otros niños tan pobres como él. María Moreno escribe sobre el personaje una dolorosa crónica de inmigración, alcoholismo y miseria. Discursos médicos y criminalísticos registran, clasifican, juzgan, experimentan, condenan.

9.

En 1869 llega a la Patagonia Eleanor Britten de Lewis. La primera mujer blanca que ven los yámanas. Es parte del grupo de misioneros británicos que se instala en el fin del mundo buscando evangelizar, como paso imprescindible para “civilizar”, a los grupos orginarios. Devota y generosa, cuentan, les da clases de higiene y primeras letras, les enseña a rezar, les reparte galletas y hebras rubias de su propia cabellera, que deslumbraba a los indígenas. El relato que recibimos está en inglés. ¿Cómo se habrá contado la historia en yagán? Fingiendo escucharse, no construyeron  puentes: sordos  todos a quien estaba del otro lado.

10.

El nervio auditivo, también llamado nervio vestibulococlear o nervio estatoacústico, es el octavo de los doce nervios craneales, responsable del equilibrio y de la función auditiva, dice la enciclopedia. Hace más de quince años un virus me afectó el primero. Después de un mes de no poder mover más que apenas la cabeza, para no caer, pasó. Hoy es la función auditiva. Otro virus, esta vez importado de la Patagonia, se me instaló cómodamente en el nervio coclear. Háblame del otro lado, le digo con vergüenza a mi interlocutor. Como los viejitos. En un mes cumpliré 64 años. When I get older, losing my hair, many years from now… cantan los Beatles. Los “many years” ya pasaron y yo tengo que decir  “Háblame del otro lado”. La poeta Elizabeth Rosner, con su clásico humor judío, canta: When I get older, losing my ear… Tampoco escucha nada del lado derecho.   

11.

Orundellico tenía quince años cuando lo subieron a bordo del Beagle para llevarlo a Inglaterra. Era 1830. Lo llamaron Jimmy Button porque fue un botón lo que le dio el capitán Robert Fitz Roy a cambio. Dicen que él imaginó que iría a cazar guanacos con los hombres blancos. Pero se lo llevaron a otro lado del mundo. Le cortaron el pelo, lo vistieron a la inglesa, le enseñaron el idioma, lo mandaron a la Saint Mary School, lo presentaron en la corte del rey William IV.  Lo regresaron a su tierra tres años más tarde. Ese muchacho que ya sería a la vez Orundellico y Jimmy para siempre, se quitó la ropa, se dejó crecer el pelo, subió a su canoa y tal vez haya tratado de olvidar el tiempo vivido en otro mundo.

Un informe aqueológico -cuenta Cynthia Cordi- detalla: 454 clavos, 10 alambres, 66 fragmentos de vajilla, 2 vainas de munición, 2 herraduras, 1 moneda, 1 suncho de barril, 2 latas, 168 fragmentos de vidrio, 21 lascas fueguinas, 1 cuello de botella, 1 botón. Eso es todo lo que quedó de la casa Stirling, donde vivió Eleanor Britten con su marido y sus hijos. Un botón. Está por hacerse la historia literaria de los botones fueguinos.

12.

Mi preso favorito de la cárcel de Ushuaia es Simón Radowitzky. Otro ucraniano, otro judío. Odesa, Buenos Aires, Ushuaia, México. Era anarquista. Mató en un atentado al jefe de policía Ramón L. Falcón, el principal represor de la Semana Roja en Buenos Aires, quien había asesinado a decenas de trabajadores en la Paza Lorea. A pocas cuadras de la infancia de mi abuela. Durante largos años la Escuela de Cadetes de la Policía Federal llevó su nombre.

Radowitzky combatió más tarde con las Brigadas Rojas en la Guerra Civil Española. Murió en México siendo obrero de una fábrica de juguetes. Tenía 64 años. Will you still need me, will you still feed me…

13.

 “La libertad ajena amplía mi libertad al infinito”. Mi padre me regaló La instrucción integral de Bakunin cuando yo tenía más o menos la edad de Jimmy Button. Escribí a máquina esa frase del anarquista ruso, muy prolijita, y la pegué en la puerta de mi clóset chilango, junto a los versos de Pizarnik y de Gelman que me acompañaron al exilio.

14.

El 10 de mayo de 1976, Gustavo Alejandro Cabezas de diecisiete años, hijo de una antigua familia fueguina, fue secuestrado por el ejército argentino. Thelma Dorothy Jara de Cabezas comenzó a buscarlo desesperadamente; se unió a las Madres de Plaza de Mayo, cuando apenas era un grupo de seis mujeres. La secuestraron también a ella en Buenos Aires y la llevaron al sótano del Casino de Oficiales de la ESMA, el mayor campo de exterminio de la dictadura militar. Allí la torturaron y violentaron. Arreglada y maquillada, la presentaron en una confitería ante una periodista de la revista Para Ti. El titular de la siniestra nota fue “Habla la madre de un subversivo muerto”. Thelma dedicó su vida a la búsqueda de Gustavo y a la lucha por los derechos humanos. Murió en 2021.

15.

Me emociona ver el Faro del Fin del Mundo. En esa torre de piedra roja y blanca construida sobre un promontorio rocoso se cruzan mi obsesión por los naufragios y Julio Verne. Se llama en realidad  “Les Eclaireurs” y se inauguró en diciembre de 1920. Dicen las guías que no es el de la novela -que además se publicó quince años antes-, que ése está en la Isla de los Estados. Pero el que vemos hoy desde el barco es el que estaba dibujado en la tapa amarilla de mi edición de la colección Robin Hood. Mi memoria, que es más un gabinete de curiosidades afectivas que un repositorio de datos históricos (no siempre lo he celebrado) se conmueve. Dejo de esforzarme por entender lo que cuentan por el altoparlante (que el virus patagónico ande a sus anchas por mis oídos) y me sumerjo en aquellas páginas de piratas, heredadas de la infancia de mi padre, que leí un verano en las ramas de un damasco de una casa que ya no existe.

16.

Thomas Bridges, un niño huérfano abandonado en el puerto de Bristol, fue adoptado por el pastor George Despard quien, junto con su mujer, lo llevó a vivir con ellos primero a las Islas Malvinas y luego a Ushuaia. Thomas estudiaba el yagán por sistema fonético y les hacía repetir tantas veces las palabras a los nativos, que terminaron apodándolo “el sordo”. Escribió un diccionario de alrededor de 30 mil entradas, el más completo que existe.

Pero no hubo puentes. Las enfermedades, la explotación, la violencia que trajo la fiebre del oro, provocaron que los yámanas y selk’nam, a los que Darwin llamó “bestias” y “caníbales”, prácticamente desaparecieran.

¿Cómo se dirá “desaparecido” en idioma yagán? ¿Cómo zurcimos la historia?

17.

Frente a los ventanales del departamento: los montes Martial. Pura luz la primera mañana del año. Nos besamos. “El silencio es la invención del que oye”.

*Foto de lovilan terra

Sandra Lorenzano  es narradora, poeta y ensayista “argen-mex” (nació en Buenos Aires, Argentina, y vive en México desde 1976). Doctora en Letras, es creadora honorífica del Sistema Nacional de Creadores de Arte, profesora de la UNAM y del Middlebury College Vermont. Es Presidenta de la Asamblea Consultiva del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (CONAPRED) y colaboradora de diversos medios nacionales y extranjeros. Produce y conduce semanalmente el programa “Violeta y oro” en Radio UNAM.
Entre sus libros se encuentran los poemarios Vestigios (Pre-Textos) y Herencia (Vaso Roto Ediciones), así como las novelas Saudades (Fondo de Cultura Económica), Fuga en mí menor (Tusquets), La estirpe del silencio (Seix Barral) y El día que no fue (Alfaguara).
Recibió en 2023 el Premio Nacional de Poesía Clemencia Isaura, con Abismos, quise decir.

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Posted: February 7, 2024 at 9:32 pm

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