Reviews
Nueva York en bicicleta

Nueva York en bicicleta

Josué Gutiérrez-González

Joaquín Botero,
Memorias de un delivery,
Universidad de Antioquia, Medellín, 2009.

 

Escribir sobre Nueva York representa, sin lugar a dudas, un reto. Como es bien sabido, la ciudad ha sido objeto de múltiples representaciones que responden a una variedad interminable de géneros y perspectivas. En el ámbito de las letras hispánicas,  Nueva York ha sostenido una interesante relación con los cronistas latinoamericanos, basta recordar los casos de José Martí y José Juan Tablada quienes, a partir de este entorno urbano, ofrecieron sus interesantes impresiones sobre la modernidad como una realidad desbordada. Debido a estos antecedentes, la obra de Joaquín Botero enfrenta la difícil tarea de escribir sobre Nueva York, precisamente cuando todo pareciera haber sido dicho desde hace tiempo. Sin embargo, el autor consigue sortear esta dificultad mediante su acertada decisión de rehuir a la tentación de representar la metrópoli en su totalidad. En cambio, Botero opta, como los buenos cronistas, por ofrecer una mirada que recorta la ciudad inabarcable. De esta forma, el lector de Memorias de un delivery no encontrará el retrato terrible de una megalópolis que se multiplica, sino una visión más bien parcial: una mirada a un sector de Manhattan –que pareciera limitarse a unas cuantas calles– en el que las diferencias culturales y de clase coinciden o se enfrentan violentamente.

De esta forma, el tono que guía estas crónicas se encuentra muy lejos de ese vértigo del cronista extraviado en una ciudad laberíntica. Por el contrario, la perspectiva presentada es la de un joven colombiano, repartidor de comida kosher, que, a pesar de su condición de extranjero y de sus tropiezos con la lengua, ha aprendido a leer la ciudad, hasta familiarizarse con sus atajos y accesos secundarios. Sin embargo, la visión de Botero no reproduce el modelo del flâneur moderno que sin remordimientos ni dificultades disfrutaba de los privilegios de la ciudad. En realidad, la subjetividad que predomina en estas crónicas es la del inmigrante caído en desgracia, el cual después de haber llegado a Nueva York en la cima de su carrera como periodista, termina reducido a la ilegalidad que implica carecer de una visa y que en su interacción con la acaudalada clientela neoyorquina es expuesto a las más crudas experiencias de la desigualdad. Sin lugar a dudas, es aquí donde radica uno de los grandes aciertos del libro, ya que, como resultado de las engañosas circunstancias del mundo global, la figura del cronista letrado llega a coincidir con una visión desde abajo, desde ese sector social que en palabras de uno de los repartidores constituye el abono que hace crecer la ciudad.

El resultado de tan singular combinación es un retablo de impresiones, anécdotas y digresiones con esa inclinación hacia lo inconcluso que caracteriza a la crónica, donde lo que impera es la honestidad. Gracias al juego discursivo mediante el cual todo cronista se permite exhibir su subjetividad, el lector tiene acceso a la aplastante carga de resentimiento y frustración acumulada por aquellos que se saben neoyorquinos de tercera. Al  mismo tiempo, el autor no duda al momento de mostrar los gestos de humanidad y solidaridad que subsisten en estos mismos espacios. Finalmente, gracias a estos mecanismos, Joaquín Botero contribuye a desmitificar ese Nueva York sofisticado que, convencido de su multiculturalidad idílica, se niega a ver a los inmigrantes que diariamente alimentan y hacen funcionar la asombrosa maquinaria urbana.


Posted: April 21, 2012 at 11:12 pm

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *