Essay
Oda al gris
COLUMN/COLUMNA

Oda al gris

Andrés Ortiz Moyano

En Los trabajos de Persiles y Sigismunda (1617), la novela de mayor calidad literaria en la obra de Cervantes según el propio autor, Auristela y Periando, los enamorados protagonistas, se erigen como héroes ejemplares, dotados de virtudes clásicas que, a la postre, y perdonen el ‘espóiler’, aúpan a los protagonistas a conseguir su anhelado triunfo amoroso. Paradigma ella de la mujer discreta, bella, capaz de mantener en silencio sus sentimientos frente a cualquier adversidad. Paradigma él de paladín prudente, capaz de escoger las acciones y palabras apropiadas a cada circunstancia, por acuciante o falta de certidumbre que ésta sea.

El emperador Claudio, el tonto, el deforme, el cojo, el inútil, el irrelevante, el despreciado por su propia madre y abuela, el ridiculizado por todos, el de la eterna cornamenta por la incontinencia vaginal de su esposa Mesalina. El más improbable para la púrpura, el burlado por los mismos pretorianos que, tras apiolar al psicópata Calígula, lo entronizan. Curiosamente, el mismo Claudio se destapa contra toda sibila como uno de los gobernantes más capaces de la larga historia de Roma. Una flor de aptitud en el erial de ingenios que es la dinastía de los Julios, como detalla Suetonio y nos dramatizan Robert Graves, primero, y un inolvidable y teatral Dereck Jacobi después. Conquistador, hábil político, excelente administrador; el reinado del discreto Claudio sólo encontraría parangón en cuanto a aciertos y bonanzas en el glorioso periodo los cinco buenos césares.

Johannesburgo, Sudáfrica, 2010. La Selección Española de fútbol encara con ilusión su primera final en un Mundial. Enfrente aguarda Países Bajos, perro viejo en las grandes citas que, sin embargo, nunca ha rascado plata. Los neerlandeses ya han perdido dos finales; esto, unido a su consabido odio secular a todo lo español por aquellos desencuentros con los tercios de Flandes, cosen a patadas durante 116 minutos a los hispanos. Los holandeses, ya se sabe, además de herejes son asaz hideputas. Las coces de los que visten de naranja, con la connivencia del árbitro Webb (inglés, por supuesto, otro enemigo atávico del glorioso imperio en el que no se ponía el sol), no logran, empero, sepultar el talento de los menudos ibéricos. Y entre tanto futbolista engominado y tatuado, entre tantas estrellas mediáticas, surge la magia de un pequeño Quijote, por manchego y por genio. Es Andrés Iniesta, bajito, medio calvo, paliducho y de voz monótona. Es Andrés Iniesta, sí, el mediocampista más talentoso y discreto de las últimas décadas, quien corona un torneo jugado con la exquisitez de una sinfonía vilvaldiana encumbrando a la España futbolística en lo más alto de toda su historia.

Las grandes teologías, la filosofía antigua, los códigos morales, las mitologías, el humanismo y la sabiduría popular premian a los héroes que son discretos. No en vano, todos coinciden en que el camino de la felicidad es de aquel que combina el buen obrar con el buen hablar.

Padecemos tiempos en los que la razón ha sido destronada por la emoción; el rigor por el efectismo; la política se ha convertido en un hervidero incesante y agotador de estrellas del pop que porfían por ver quién hace más ruido cada día a través de las redes sociales.

Los colores de los gobernantes son estridentes y excesivos, que además de agotadores succionan la energía vital de un pueblo cada vez más cansado y decepcionado, lo que genera un vivero de votos ideal para cualquier populismo. No somos víctimas inocentes, pues nos hemos lanzado a los brazos de neón de estos trileros de la ejemplaridad. Pues en este bombardeo de indecencias, el peligro no son las ideologías, que como dice el gran filósofo Savater, el que piensa distinto a ti es precisamente tu garante de la integridad. El peligro real es que quienes nos manejan son en realidad unos iletrados. Idiotas que idiotizan al pueblo a través de su particular serie de Netflix interminable y huera en sentido común. No piensen en grandes villanos de intrincados y audaces planes de dominación, no los sobrestimen; son meros analfabetos con una pertinaz gula por el cortoplacismo. Lo cual, perdónenme, no habla tampoco bien de nosotros mismos.

El mundo, la sociedad, el futuro de la especie, más amenazados que nunca por la creciente falta de libertades, odio cainita avivado por esos virreyes de opereta, y una galopante crisis de valores democráticos, necesitan que esos colores obscenos se apaguen y vuelva el gris.

El denostado, aburrido y simple gris. El gris del mérito, la razón, la caridad y el sentido común. El gris, en definitiva, del buen hacer y buen decir.

La necesidad de impregnar de nuevo a la clase de política de una escala de grises es crucial en esta fase tan crítica de nuestra existencia. El gris es fiable, es el color de lo correcto, de la discreción; como decía Carlyle, a menudo los grandes son desconocidos.

No queremos ni necesitamos escandalosos yonquis de los focos y de los likes; sencillamente no nos sirven para resolver nuestros muchos problemas. No necesitamos vampiros de la fama, porque si bien puede ser un estimulante para el avezado, no olviden a Marco Aurelio, que no tenía prisa en conseguirla, porque sabía que la buena fama sólo llegaba después de la muerte.

El gris, lejos de sus connotaciones nostálgicas, quizás pergeñadas deliberadamente por los histriónicos, es, en definitiva, el antídoto de la confianza que necesitamos verter sobre las instituciones y organismos que articulan las democracias para devolverles su lustre y esplendor. El intencionado debilitamiento de los pilares de la libertad ha demostrado un sistema frágil que creíamos recio; mas la realidad es que si queremos prosperar es innegociable su rehabilitación.

Pero no se engañen; en realidad no hay que revolucionar nada, simplemente hay que hacer dos cosas: la primera es recuperar el convencimiento de que sólo existe un camino para la verdadera democracia; y lo segundo, votar al partido que vista el gris en sus carteles electorales.

 

Imagen de *Wayne Grazio

 

Ortiz Moyano, periodista y escritor. Autor de Los falsos profetasClaves de la propaganda yihadista; #YIHAD. Cómo el Estado Islámico ha conquistado internet y los medios de comunicación; Yo, Shepard y Adalides del Este: Creación. Twitter: @andresortmoy

 

 

 

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Posted: January 2, 2022 at 6:13 pm

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