Essay
PATRIMONIO

PATRIMONIO

Jesús Ramírez-Bermúdez

La experiencia de perder a la familia y evocarla atraviesa el campo de la narrativa clínica. Según la doctora Margaret Sheridan, de la Universidad de Harvard, hay dos ejes ecológicos que configuran la posibilidad de caer al círculo de la psicopatología: en el eje de la amenaza se ubica la violencia, y en el eje de la privación social se encuentran las pérdidas, los duelos complicados, y la desconexión vital que se padece en los procesos de confinamiento, abandono y separación. Desde la perspectiva corporal, las amenazas y las pérdidas producen respuestas fisiológicas diferentes, y nos disponen a formas de malestar distintas. En sus extremos, los dos ejes pueden acercarnos a la enfermedad. Pero hay una gran diversidad de circunstancias vitales, y casi siempre tenemos que enfrentar las adversidades físicas y sociales, tarde o temprano. Si lo hacemos con cuidado y precaución se atenúa, quizá, la posibilidad de sumergirse en los padecimientos afectivos. Se requiere una red humana de apoyo, pero es difícil gestionarla: se trata de formar un concierto a partir de voluntades individuales dispuestas a resolver una causa común; pero la experiencia más común es la de un concierto desarticulado, carente de armonía.

Las narrativas melancólicas nos muestran, a veces, una zona de transición imprecisa entre la psicopatología y la vida cotidiana. Y nos presentan un encuadre nuevo para entender el viejo problema de las pérdidas familiares. Ese es el caso de Patrimonio. Una historia verdadera, de Philip Roth. Es una novela testimonial acerca de una temporada en la vida del autor, a finales del siglo XX, cuando recibe una mala noticia. Herman Roth, su padre, tiene ochenta y seis años, y ha perdido la visión del ojo derecho, pero no ha tenido la diligencia para atenderse, hasta que presenta un evento de parálisis facial: la mitad de su rostro pierde la capacidad para el movimiento. Un médico le diagnostica una “parálisis de Bell, provocada por una infección viral transitoria.” Pero la parálisis no mejora y se requiere la consulta con un neurocirujano, quien investiga lo necesario para informarles que hay un tumor cerebral -de tamaño considerable- adentro del cráneo. El tumor comprime poco a poco el nervio facial, y eso ha provocado la parálisis.

La patología aparece en la novela como un agente que define el rumbo de la trama narrativa. No desaparece a pesar de los decretos o los deseos, porque el libro no es un panfleto de psicomagia, sino una historia verdadera, como lo anuncia Philip Roth en el subtítulo. Sin tratamiento, el tumor podría discapacitar y matar a Herman Roth en un plazo incierto de meses, o unos pocos años. El tumor es un hecho clínico, físico, y no hay duda de que está ejerciendo un efecto patológico. Pero los personajes sufren un estado de incertidumbre con respecto a la posible evolución de la enfermedad, y las mejores decisiones terapéuticas. El doctor afirma que, sin tratamiento, la discapacidad y la muerte son inminentes, así como un dolor de cabeza progresivo, disponible solamente para Herman Roth, invisible a los ojos de los demás, y que sin embargo será un marcador muy confiable de la progresión patológica. En el otro extremo, el tratamiento podría aliviar los síntomas y retrasar el avance del tumor, pero implica un sufrimiento postquirúrgico considerable; además, en un pequeño porcentaje de los casos, puede haber una lesión durante la cirugía y un desenlace accidental, con secuelas graves y permanentes. ¿Qué es mejor en ese caso, intervenir lo antes posible, o esperar nada más, con la fe puesta en que la historia natural de la enfermedad adopte un giro compasivo, de manera espontánea? Para empeorar las dudas, una segunda opinión médica confirma el diagnóstico, pero propone una cirugía diferente, con otro abordaje, en dos tiempos. Los sucesos corporales se despliegan de manera gradual, sin pausas. El análisis de los costos no aparece en la novela, quizá porque Herman y Philip Roth no tenían problemas económicos. ¿El tema parecía de mal gusto al narrar una historia sobre la intimidad de la relación padre-hijo, en el contexto de la enfermedad? Si la obra hubiera aparecido en América Latina y en muchas otras partes del mundo (o en las colonias menos prósperas de Estados Unidos), el acceso a los servicios de salud y los costos de la atención habrían sido temas relevantes en la trama.

Patrimonio centra su relato en la posibilidad de un acercamiento entre Herman y Philip Roth: una aproximación marcada por la fragilidad. La madre del autor había muerto unos años antes, así que los cuidados afectivos y prácticos recaen sobre el escritor, quien intenta crear un ambiente de seguridad para proteger la dignidad del padre. Trata de fabricar una cotidianeidad poblada por motivos recurrentes en el mundo literario de Roth: el beisbol, las preocupaciones relacionales que suelen llegar al diván del psicoanalista, las referencias a la cultura judía. También observa a su padre con sutileza crítica: comparte con los lectores los vicios interpersonales que definen al señor Herman y colorean sus relaciones. Por ejemplo, la necesidad que tiene el padre de criticar a los demás para mejorarlos, como si él mismo no fuera candidato a una optimización psicológica. La tendencia criticona, reforzada por algunos prejuicios de superioridad, impide al padre del autor establecer una relación madura con Lil, la vecina, que parece dispuesta a acompañarlo en el tránsito final, pero quien se frustra de manera recurrente cuando el ego masculino de Herman hace microespectáculos de vanidad y orgullo. En justicia, el anciano es más razonable que la mayoría de los varones de su edad, pero Philip no puede dejar de escribir sus propias observaciones críticas. A mi juicio, la escritura es su vehículo para negociar consigo mismo, para paliar la ansiedad que surge cuando mira a su padre enfermo y advierte que su patrimonio, su herencia en vida, es una historia de vulnerabilidad y finitud. Quizá Philip ha heredado el vicio de querer mejorar al prójimo. Pero lo hace con palabras sencillas y serenas, y nos presenta el aspecto humano de la incertidumbre en las decisiones clínicas. La escritura revela una forma de aceptación realista frente a la adversidad, que busca la prudencia y el contacto humano. Las claves psicológicas del libro muestran a un hijo agobiado por la responsabilidad. Pero se niega a resolver las cosas mediante los automatismos superficiales que podrían ser aceptados por el sector light de la cultura norteamericana. Quizá el aprendizaje alcanzado en los territorios de la experiencia literaria le permite saber que esos gestos superficiales no pueden protegerlo frente al oleaje de la melancolía. Para cumplir su propósito más allá de las superficialidades, Philip admite su propia honestidad crítica frente al padre como un requisito para alcanzar una aceptación realista de las circunstancias. En una cultura construida sobre esquemas patriarcales fraudulentos, la contemplación honesta y compasiva de la fragilidad paterna es un regalo para los lectores: una alternativa valiosa frente a las convenciones del patrimonio.

 

*Philip Roth. Foto: Eliane Lucina (Wikimedia Commons)

 

Jesús Ramírez-Bermúdez. Médico especialista en neuropsiquiatría. Es Doctor en Ciencias por la UNAM. Pertenece al SNI CONACyT. Ha publicado más de 100 trabajos científicos en el campo de las neurociencias clínicas, con reconocimientos en Australia (International Neuropsychiatric Association, 2006) y Estados Unidos (International Conference on Bipolar Disorders, 2011). Es autor del tratado Principios de Neuropsiquiatría (Asociación Psiquiátrica Mexicana, 2019) de la novela Paramnesia (Penguin-Random House, 2006) y de los libros Breve diccionario clínico del alma (Penguin-Random House, 2010), Un diccionario sin palabras (Almadia, 2016), y Depresión: la noche más oscura (Penguin-Random House, 2020) que exploran las fronteras entre la narración clínica y el ensayo científico. En 2009 obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Literario del Instituto de Bellas Artes de México.

 

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Posted: July 12, 2021 at 9:23 pm

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