Essay
Piedras en el camino

Piedras en el camino

Efraín Villanueva

El nombre de Gunter Demnig me era totalmente desconocido. La semana pasada, sin embargo, descubrí un número inusual de titulares sobre su cumpleaños número setenta en diversos medios de comunicación alemanes. Curioso, me aventuré a leer el que más llamó mi atención. Resultó que su aniversario era sólo una excusa para homenajear y exaltar su obra.

El 16 de diciembre de 1992 este artista berlinés se dirigió a las oficinas de la municipalidad de Colonia. Cargaba herramientas y un pequeño cubo de concreto con una placa de latón adherida a uno de sus lados. Se arrodilló en una de las calles antiguas, extrajo uno de los adoquines y lo reemplazó con su cubo. En el latón estaba inscrito el primer párrafo del Decreto de Auschwitz con el que, también un 16 de diciembre, pero cincuenta años atrás, Heinrich Himmler, jefe de las SS de Hitler, dio inicio a las primeras deportaciones de la Segunda Guerra Mundial.

Demning nació en 1947 y forma parte de una generación alemana problemática. Aquella que tuvo que enfrentarse a padres y familiares que cooperaron (como combatientes, como partidarios o incluso como espectadores complacientes) de las acciones del régimen Nazi. De hecho, cuando se enteró de que su padre participó en ataques aéreos durante la guerra, cortó toda comunicación con él durante cinco años. La aprehensión de un pasado vergonzoso del que no participó y su incapacidad de entender la magnitud de los horrores de la guerra fue el principal motivo que llevó a Demning a iniciar su proyecto. Eligió Colonia por ser esta la primera ciudad desde la que se transportó víctimas con destino a Auswitchz. Pero la idea que tenía en mente era mucho más grande.

Stolperstein

En alemán, la palabra Stolperstein significa, literalmente, “piedra en el camino con la que se puede llegar a tropezar”. Pero es principalmente empleada de forma metafórica para indicar un obstáculo. Durante la Segunda Guerra, se destruyeron decenas de cementerios judíos y sus lápidas en ocasiones fueron utilizadas para pavimentar aceras. Esto llevó a un dicho antisemítico de la época usado cuando alguien trastabillaba: “seguro que hay un judío enterrado ahí”. Para Demning, si estas acciones tenían la intención de deshonrar la memoria de los fallecidos, su plan de incrustar placas en calles y aceras se constituiría en una conmemoración a las víctimas del Holocausto.

Luego de la de Colonia, Demning ubicó cincuenta placas en diferentes calles de Berlín en 1996. Todas estas fueron instaladas de forma ilegal, pero más tarde el proyecto adquiriría el visto bueno de las autoridades. En abril de 2017 había más de 61.000 piedras en más de 1200 lugares en Europa: Austria, Bélgica, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, España, Francia, Grecia, Hungría, Holanda, Italia, Lituania, Luxemburgo, Noruega, Polonia, República Checa, Rumania, Rusia, Ucrania y, por supuesto, Alemania. Esto lo convierte en el monumento más extenso de este tipo y cuyo tamaño continúa creciendo.

El trabajo detrás de las Stolpersteine (plural de Stolperstein) implica un arduo proceso de investigación. Utilizando bases de datos, principalmente del Instituto para la historia de judíos alemanes, en Hamburgo, Demning rastrea el último lugar de residencia en el que las víctimas vivieron por propia cuenta antes de ser arrestadas, llevadas a campos de concentración o asesinadas. En las aceras enfrente de estas casas son erigidas las placas. Cuando se descubren familiares vivos, estos son notificados e invitados a participar del proceso, pero se respeta su decisión en caso de que no deseen que se instale el monumento.

©Elisabeth Brenker
@mrs.gator

 

Demasiadas víctimas

Citando el Talmud, Demning proclama que “una persona sólo es olvidada cuando su nombre es olvidado”. Por este motivo, cada piedra es individual. Se conmemora a judíos, a gitanos Sinti y Roma (los primeros en ser enviados a Auschwitz), a testigos de Jehová, a homosexuales, a discapacitados físicos o mentales, a perseguidos políticos y a cualquier otra víctima de las atrocidades nazis, pero también a sobrevivientes del régimen. Por lo general, cada placa indica “AQUÍ VIVIÓ” y en casos en los que la calle o el edificio de residencia ya no existe, se ha utilizado el lugar donde estudió o trabajó. Se incluye también el nombre, año de nacimiento, fecha de su arresto o deportación o asesinato o escape o liberación, nombre del campo de concentración en el que fue recluido o el país o la ciudad a la que huyó.

En algunas ocasiones, el número de víctimas de un lugar específico puede llegar a ser demasiado grande para construir e instalar una piedra por cada una de ellas. Entonces, se usa un Stolperschwelle (un “umbral de tropiezos”, literalmente). En un sanatorio de Leipzig, por ejemplo, se instaló la siguiente placa:

SANATORIO Y ASILO DE ANCIANO DE LIEPZIG-DOESEN

Después de 1934, 604 personas fueron sometidas a esterilización obligada

624 niños fueron asesinados entre 1939 y 1945

860 personas discapacitadas fueron “transferidas” entre junio y agosto de 1941

Asesinadas en Pirna-Sonnenstein – AKTION T4

El pasado y el futuro

Leyendo entrevistas a Demning es fácil adivinar que su intención es no dejar que el pasado caiga en un olvido que lleve a asumir que nunca ocurrió. En cierta ocasión, una local de Colonia le aseguró que en esa ciudad nunca vivieron gitanos. Circunstancias como esta son las que lo alientan a continuar su trabajo. Demning se encarga personalmente de instalar cada piedra y cada instalación involucra una pequeña ceremonia en la que se invita a la prensa local y vecinos y cualquier otra persona interesada. En la página web de su fundación hay instrucciones para los voluntarios que deseen colaborar en el proyecto. Una de las sugerencias indica: “de ser posible, alentamos que niños de edad escolar se involucren en el proceso de instalación e investigación. La experiencia nos muestra que hay un gran interés entre gente joven”.

A pesar de algunos tropiezos en el camino, el proyecto de Demning continúa y prospera. En 2012, durante el aniversario de los pogromos de Greifswald, noreste de Alemania, algunas de las placas fueron destruidas o vandalizadas, pero rápidamente reemplazadas por donantes (cada piedra cuesta 120 euros). En un artículo de la Deutsche Welle le preguntaron si le molestaba que los neonazis pisotearan su obra con sus botas, Demning contestó: “quien quiera leer la inscripción, primero tendrá que inclinarse ante la víctima”. 

Mientras leía sobre las Stolpersteine recordé que, aunque no conocía a Demning, sí conocía su obra. Mientras regresaba a casa, descubrí unas flores amarillas en la acera de la esquina –algún espontáneo, supongo, las habrá dejado ahí con motivo del Día de todos los santos, celebrado también en Alemania. Curioso, como Demning espera, me incliné. Tres placas indican que tres miembros de la familia Kratz, incluyendo a Kläre, de un año de edad, fueron deportados a Polonia en 1938. No hay, sin embargo, seguridad de lo que les ocurrió –el trío de placas indica schicksal unbekannt: “destino desconocido”. Al día siguiente decidí tomar una foto, pero la lluvia de la noche sólo había dejado una moribunda flor haciendo guardia.

Efraín Villanueva (@Efra_Villanueva). Escritor colombiano radicado en Alemania. Es MFA en Escritura Creativa de la Universidad de Iowa y tiene un título en Creación Narrativa de la Universidad Central de Bogotá. Sus trabajos han aparecido, en español y en inglés en publicaciones como Granta en español, Revista Arcadia, El Heraldo, Vice Colombia, Literal Magazine, Roads and Kingdoms, Little Village Magazine, entre otros.

©Literal Publishing. Queda prohibida la reproducción total o parcial de esta publicación. Toda forma de utilización no autorizada será perseguida con lo establecido en la ley federal del derecho de autor.


Posted: January 8, 2018 at 10:57 pm

There is 1 comment for this article

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *