Sobre la madre de Camus
José Antonio Aguilar Rivera
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…“cualesquiera que sea la causa que se defienda siempre será deshonrada por el asesinato ciego de una multitud inocente cuando el asesino sabe con anticipación que matará a mujeres y niños”. Aun la causa más legítima no puede, ni debe, legitimar el asesinato de mujeres y niños.
Tal vez no haya reflexión moral en torno a la violencia y el asesinato más útil para el momento actual que la de Albert Camus. La posición de Camus fue en su momento, (los años cincuenta y la guerra por la independencia de Argelia) impopular. No satisfizo a nadie. Sartre la ridiculizó y la derecha nacionalista francesa la consideró traición. Y precisamente por eso es hoy el mirador desde el cual debemos ver los acontecimientos en Israel y Palestina. Sin embargo, es previsible que hoy tampoco satisfaga a los extremos.
Como uno de los últimos mandarines –esa casta de grandes intelectuales franceses– Albert Camus fue duramente criticado por la izquierda por no apoyar sin reservas al Frente de Liberación Nacional (FLN), la organización militar insurgente que luchó, a menudo con tácticas terroristas, a favor de la independencia de Argelia. Camus, francés nacido en África, apoyaba la causa independentista porque la consideraba justa. Sin embargo, en 1957 un día después de recibir el premio Nobel de literatura declaró, para escándalo de la prensa, que si era obligado a escoger entre la justicia y defender la vida de su madre, elegiría primero defender a su madre. Puesto que la madre de Camus era una pied noir los críticos interpretaron esta declaración como una muestra de simpatía hacia los colonos y de apoyo a la política francesa contrainsurgente. Sin embargo, el mensaje de Camus era otro. Expresaba su profunda convicción de que la protección a la vida humana debía siempre tener precedencia: no sólo la de su madre, sino la de todos los civiles argelinos. Como señala David Carroll, “las vidas individuales debían estar antes que los ideales, cualesquiera que fuera la legitimidad de esos ideales. No habría, y no podría haber, justicia si lo contrario fuera cierto, puesto que ningún fin puede justificar nunca medios terroristas. Ningún ideal puede legitimar el asesinato; ni siquiera la libertad y ciertamente no la justicia”. [1]
Este razonamiento lo llevó a condenar simultáneamente el terrorismo de las FLN, que plantaba bombas en cafés en Argel, y el terrorismo de Estado, asesinatos y torturas, con el que respondía el gobierno francés. Ambos eran criminales en su opinión. Rechazó la apología, utilizada por ambos lados, de que los verdaderos responsables del terror eran los contrincantes. Los responsabilizó sin excusas de sus actos. La violencia homicida no era justicia, aunque la llevara a cabo un estado democrático. En efecto: “una justicia que horrorice y asquee a un hombre común, decente, una justicia que mata en nombre del pueblo, una justicia que hace que la gente buena olvide las injusticias y los crímenes pasados al confundirlos y perpetuarlos no es en sí misma meramente injusta y criminal: es abyecta”. El peligro de la ideologías, según Camus, es que embotan la sensibilidad de quienes creen en ellas; tienen el efecto de deshumanizar a los adversarios al considerarlos animales o “abstracciones robóticas”. “El mundo que gente como yo pretendemos no es un mundo en la que la gente no se mate (no estamos tan locos), sino un mundo en el cual el asesinato no esté legitimizado”.
Después de la Segunda guerra, (Camus formó parte de la Resistencia) el problema consistía en hallar la manera de continuar la lucha contra la injusticia y la opresión sin cometer, alentar o legitimar asesinatos. Contra Stalin, quien afirmó que no podían hacerse omelettes sin romper huevos, Camus pensaba que el “progreso” debía ser evaluado y medido en términos de vidas humanas. Cuando se sacrifican inocentes el “progreso” es ilegítimo. Como afirma Carroll, “el principio fundante de la idea de la política de Camus es su rechazo a legitimizar el asesinato, ya fuera en la forma de la pena capital, el asesinato político, el terrorismo, o el contraterrorismo. Esa era la posición que animaba tanto su anticomunismo militante como su negativa a defender tanto el terrorismo del FLN cuanto la estrategia contraterrorista del gobierno francés”. Para Camus sólo habrá justicia cuando la pena capital en todas sus formas, “incluido el terrorismo y el contraterrorismo, el asesinato político y el bombardeo indiscriminado de blancos civiles en la guerra sean tratados como crímenes por ambos lados”. Tal cual.
La crítica de Camus no quería decir que no considerara justa la exigencia de libertad de los argelinos. Significaba que esa causa no podía justificar el asesinato de civiles inocentes bajo ninguna circunstancia. Jamás sería un medio legítimo para obtener la independencia. El gobierno de Francia, por su parte, empleaba medios ilegítimos para perseguir fines ilegítimos. El terror, matar y secuestrar inocentes o bombardear a civiles que no pueden escapar de una guerra, es un crimen y nunca puede ser considerado como un medio justificado de defensa o una táctica legítima. El terrorismo, incluido el terrorismo de Estado, no trae la paz; sólo perpetúa la violencia. Aunque los fines aducidos por quienes emplean el terror –la liberación, la legítima defensa etc.– sean en principio nobles u honorables “inmediatamente se deshonran con el uso de medios innobles”.
La lógica moral de Camus aplica para otros conflictos. La violencia en contra de civiles es ilegítima: no importa quién la emplee, porqué se emplee y para qué se emplee. Esa violencia en Argelia, que debía distinguirse de la resistencia armada e incluso de la guerra de guerrillas contra objetivos militares, “era fascista aunque fuera usada en contra del fascismo; era injusta aunque fuera empleada contra la injusticia y era igual o peor que los peores excesos del colonialismo, aunque su propósito fuera destruir al colonialismo”. Era especialmente terrorista cuando era empleada para combatir al terrorismo.
Esa posición le ganó a Camus la animadversión tanto de la derecha nacionalista como de la izquierda en general, particularmente de quienes apoyaban de manera entusiasta y acrítica la insurrección armada argelina. ¿Cómo podía Camus apoyar a una organización, el FLN, que perseguía una causa justa con métodos criminales? Por otra parte, los crímenes cometidos por el gobierno francés, en nombre del pueblo de Francia, manchaban a todos los franceses. Camus quedó así en un limbo político, que no moral. Hoy su voz le habla a israelíes y palestinos por igual: les dice que no consientan que se cometan crímenes en su nombre; ni la ocupación ni la seguridad los legitiman. El asesinato de civiles, no importa quién los cometa, es inaceptable. Para ser justos y equitativos, escribió Camus, debemos condenar con igual fuerza y sin ambages el terrorismo usado por el FLN en contra de civiles franceses y en un grado mayor contra civiles árabes. Ese terrorismo es un crimen que no puede ser exculpado… No hay forma de transformar el reconocimiento de las injusticias cometidas contra el pueblo árabe en una tolerancia sistemática a quienes asesinan indiscriminadamente a civiles árabes y franceses sin importar su edad o sexo… cualesquiera que sea la causa que se defienda siempre será deshonrada por el asesinato ciego de una multitud inocente cuando el asesino sabe con anticipación que matará a mujeres y niños”. Aun la causa más legítima no puede, ni debe, legitimar el asesinato de mujeres y niños.
Esta admonición aplica a ambos lados. Como señala Caroll, para Camus, los crímenes siguen siendo crímenes, los asesinatos, asesinatos y el terrorismo, terrorismo sin importar la causa a la que sirvan. Haríamos bien en escuchar esa voz que se atreve a incordiar a tirios y troyanos por igual. Camus no sólo defendía a su madre: nos defendía a todos.
NOTA
[1] David Carroll, Albert Camus the Algerian: Colonialism, Terrorism, Justice (New York: Columbia University Press, 2008)
José Antonio Aguilar Rivera (Ph.D. Ciencia Política, Universidad de Chicago) es profesor de Ciencia Política en la División de Estudios Políticos del CIDE. Es autor, entre otros libros, de El sonido y la furia. La persuasión multicultural en México y Estados Unidos (Taurus, 2004) y La geometría y el mito. Un ensayo sobre la libertad y el liberalismo en México, 1821-1970 (FCE, 2010). Publica regularmente sus columnas Panóptico, en Nexos, y Amicus Curiae en Literal Magazine. Twitter: @jaaguila1
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Posted: October 17, 2023 at 5:03 pm