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“Solar”, de Javier Elizondo
COLUMN/COLUMNA

“Solar”, de Javier Elizondo

Tanya Huntington

Javier Elizondo propone con Solar la existencia de un libro que, al escribirse, se convierte en una maldición. Es un libro que existe en una edición de 50 ejemplares, solo uno de los cuales parece tener reverberaciones dentro del seno de la familia en la cual fue escrita (bueno, tal vez dos).

 

• Solar, de Javier Elizondo: un libro maldito (Taller Editorial Cáspita, 2020)

 

¿Les gustan las historias de fantasmas? 

 Hay objetos malditos, lo sabemos. Hay poetas malditos, lo sabemos. ¿Existen los libros malditos? Y si es así, ¿cuáles son?

Javier Elizondo propone con Solar la existencia de un libro que, al escribirse, se convierte en una maldición. Es un libro que existe en una edición de 50 ejemplares, solo uno de los cuales parece tener reverberaciones dentro del seno de la familia en la cual fue escrita (bueno, tal vez dos). Es un libro sobre una conversación con un fantasma —y no creo que nada de esto hasta el momento califique como spoiler, porque así empieza Solar “En 1963, mi abuelo escribió un libro que se llama La primera escucha. Se trata de un supuesto diálogo que mantuvo con un fantasma llamado E.P. ‘una fría y muy extraña noche en la que ni una sola persona sobre la faz de la tierra durmió como Dios manda'”. (9)

Hay varios aspectos de esta historia de fantasmas que me parecen notables. En primer lugar, el sentido de humor. Claro, es un humor de índole negro, ¿qué esperaban? Pero si reflexionamos sobre la tradición de las historias de fantasmas en México, como por ejemplo Pedro Páramo, que es me imagino el primero que nos llega a la mente a todos —bueno, digamos que Rulfo no era muy dado a los chistes. No lo conocí en persona —murió cinco años antes de que yo llegara a México— pero por las fotografías que he visto y las anécdotas que he escuchado, o hasta por caricaturas como la de Naranjo en que aparece como un fantasma melancólico, arrastrando sus cadenas, me lo imagino muy serio. 

© Juan Rulfo, retratado por Rogelio Naranjo. Colección Carlos Monsiváis, Museo del Estanquillo

 

Es más, escribí mi tesis de licenciatura sobre Pedro Páramo, y me arriesgaría a afirmar que no hay un solo chiste en el.

Compárese con frases de Elizondo, tales como “es personal coach: una de esas personas que te ayudan a superarte y superar a los demás”, (15) o “Así son los creyentes. Les encantan las mayúsculas”. (125)

Lo que yo encontré hace años al asomarme en Comala fue que en ese limbo redondo y caliente como un comal, había una separación entre las mujeres —que saben que están muertas— y los hombres —que merodean atrapados en el bucle de algunos episodios de su vida sin saber que están muertos. Las únicas excepciones son Juan Preciado y Susana San Juan, como si cada quien fuera esa puntita contraria que aparece en ambas lágrimas del símbolo del ying y del yang.

En cambio, no encuentro esa separación nítida en Solar. Aquí es como si nadie se supiera muerto, pero todos dudan de estar vivos. Lo cual era de esperarse —la época de Rulfo era dicotómica, en blanco y negro, mientras que la nuestra es mucho más ambigua, en escala de grises, digamos. Lo que sí comparten es una maldición: la de la violencia de género que todo permea. También hay una falta de interés de ambos autores en la coherencia temporal, como si lo que sucedió hace un par de generaciones siguiera sucediendo.

En lugar de un montón de piedras que se derrumba, aquí hay una Mala Piedra (aparentemente inamovible) al centro, o más bien al epicentro, del espacio narrativo. Y en cuanto a los personajes de Elizondo, en lugar de murmullos, son ” un agujero enorme sin forma ni fondo”. (47-48)

Sueltan muchas netas estos personajes agujero. Netas terribles, dolorosas. De cómo se siente cuando el abuelo te dice que eres demasiado chula a los seis años. De cómo se antoja estar, como en la película Druk, siempre un poco borrachos como antídoto para la realidad. Lo cual los puede llevar a una especie de monólogo interior etílico, como este:

Mañana en la mañana voy a pensar: tengo tiempo, siempre hay tiempo, todo lo que tengo es tiempo, todo lo que hago es tiempo, todo lo que veo, escucho y digo es tiempo, todo lo que siento es tiempo, toda yo, todo tú, toda ella somos tiempo, tiempo, tiempo, todo lo que quiero es tiempo, todo lo que tengo es tiempo, tengo mucho tiempo, hace tiempo, allá afuera hace tiempo, gran, grande tiempo, tengo todavía mucho tiempo. (27)

Es un párrafo que parece engendrado por el soneto de Leduc que repite la palabra tiempo en cada verso, porque es imposible de rimar, y aquel párrafo de otro Elizondo, un tal Salvador, sobre “me veo escribir que escribo”.

Aquí hay muchos elementos que son imprescindibles en una novela de horror: objetos malditos, espacios malditos, sucesos que rompen las leyes de la física. Incluso relata el proceso abusivo por el cual se forman las sectas; en este caso, La Primera Escucha. 

Más que estilo, la manera de ver el mundo de Elizondo me recuerda un poco a Poe por lo tenebroso, pero también por eso que comenté más arriba del humor negro, entre otras cosas. A Donoso por lo cruel, por hacer hincapié en lo feo, lo grotesco. También a Lynch, por la lógica onírica y la impronta que dejan ciertas imágenes, que van directo al inconsciente. Forma parte Solar de lo que me gustaría esbozar como una nueva prosa gótica mexicana, con ejemplos como Formol de Carla Faesler, Los buhos no son lo que parecen y otros títulos de Bernardo Esquinca, Temporada de huracanes de Fernanda Melchor, Yo no voy a salvarte de Iliana Vargas, etcétera. La variante sobre este tema que construye Javier Elizondo ofrece personajes malditos con rincones oscuros, perros del infierno, fantasmas y sangre, y por supuesto, alcohol hasta el punto de delerium tremens. Construye un mundo al revés, en el que los festejos pueden transformarse en secuestros y los lazos familiares son homicidas. 

Solar es ostensiblemente sobre una pieza musical. Pero a la vez, Solar es un libro fantasmagórico, publicado de manera independiente, sobre un libro fantasmagórico, publicado a su vez de manera independiente, solo que en este caso, son 300 ejemplares, no 50. Como si Solar fuera la matrushka mayor en que está inserta la secta de La Primera Escucha. Que la lleva por dentro, como un embarazo estéril. Me da escalofríos contemplar hasta donde llegará esta maldición… y los invito a atreverse a averiguar junto conmigo si es que se desata a través de la lectura.

Una versión de este texto fue leído durante la presentación de Solar en El desastre librería el 17 de marzo de 2022

 

Tanya Huntington is the author of Martín Luis Guzmán: Entre el águila y la serpienteA Dozen Sonnets for Different Lovers,  and Return. Her most recent book is Solastalgia (Almadía / UAA, 2018). She is Managing Editor of Literal. Her Twitter is @Tanya Huntington

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Posted: April 25, 2022 at 8:36 pm

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