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Tres formas de sostener el mundo

Tres formas de sostener el mundo

Elva Peniche Montfort

Tres formas de sostener el mundo plantea distintas reflexiones sobre el estatuto de la imagen fotográfica en la actualidad. El ensayo invita al lector a realizar un ejercicio de introspección sobre su propia relación con la imagen, que, como afirma María Paz Amaro, se ha convertido en intermediaria de nuestra relación con el mundo. Y no es la imagen aislada la que intercede entre nosotros y la realidad, a decir de uno de los autores citados en el libro, Régis Debray, sino la imagen mediatizada, que habita dispositivos móviles y circula en redes sociales. De modo que, parafraseando a Amaro y a Debray, el acto de ver ha sido sustituido por el de retratar oportunamente y sobre todo circular la imagen en la esfera pública-virtual. Así, la “reproductibilidad” de la imagen de la que hablaba Walter Benjamin en 1936, otro de los autores aludidos, encuentra una vuelta más de tuerca en nuestra era, pues ahora la copia de la imagen es intervenida, resignificada y re-producida en este circuito, y todos sus usuarios nos convertimos en editores-creadores.

Una de las preguntas más urgentes que plantea la autora en este texto ganador del Premio Nacional de Ensayo sobre Fotografía 2016, es ¿cómo afecta esta condición mediatizada de la imagen al arte contemporáneo? Pregunta que tanto los productores como el público de arte deberíamos hacernos constantemente. Su apuesta es encontrar respuestas en la obra de tres artistas: Gerhard Richter, Adam Dorfsman y Luis Felipe Ortega. Se trata de un ejercicio de comparación entre ciertas obras de estos tres autores aunque, como la misma Amaro admite, Richter tiene un papel primordial como referente en la práctica artística de los dos mexicanos. Este ejercicio de contraste se lleva a cabo a la luz de un amplio marco teórico, en el que destacan las ideas de George Didi Hubermann, Allan Sekula, Hito Steyerl, Susan Sontag y John Berger, entre otros.

Amaro busca los territorios en común en la obra de Richter, Dofsman y Ortega, los cuales caracteriza por medio de la idea de atlas. Más que a la definición cartográfica del término, entendida como una colección de carácter universal de mapas, la autora recurre a la metáfora de la figura mitológica griega del hermano de Prometeo, que fuera condenado a cargar el mundo sobre sus hombros. Ya que, como lo demuestra a lo largo de las páginas, las obras de estos tres creadores constituyen esfuerzos individuales, subjetivos, de reordenar lo general a través de lo particular. De ahí que el atlas sea en ellos una “forma personal de cargar el mundo”.

Más específicamente, la autora se refiere al “atlas de imágenes”, el cual no aspira a definir pero que de acuerdo a sus descripciones puede pensarse como una compilación visual creada por sus autores ya sea como obra per se, metodología de trabajo, y/o teoría sobre los mecanismos de conexión entre las imágenes. El conocido Atlas de Richter es por supuesto el principal marco de referencia, no obstante la autora realiza una breve pero muy necesaria mención de algunos otros casos en el ámbito de la historia y la teoría del arte. Menciona evidentemente el Atlas Mnemosyne de Aby Warburg, pero también las constelaciones de Benjamin y los montajes de imágenes que hiciera Bertolt Brecht en su Diario de trabajo o en el Abecedario de la guerra. A este ejercicio revisionista, que merecería un estudio aparte, podrían agregarse tal vez la experiencia de la revista surrealista Documents y la postura de sus realizadores Carl Einstein y George Bataille alrededor de las imágenes que recopilaban y re-utilizaban en paralelo con textos, como artefactos autónomos y no como meras ilustraciones; o las Tipologías de Bernd y Hilla Becher, series de imágenes fotográficas de registro de fábricas y maquinaria industrial en desuso, realizadas a partir de un mismo encuadre o esquema de representación.

Pero volvamos a Richter. Como refiere Amaro, su Atlas es una especie de álbum fotográfico, que utiliza como materia prima para pintar, el cual ordenó meticulosamente de acuerdo a sus fuentes de procedencia, temas, tipologías, lugares, técnica, personajes, géneros, etcétera. En este compendio, que el alemán exhibió como obra desde 1972, dos de las operaciones a recuperar y contrastar con los casos de Ortega y Dorfsman, son una forma particular de trabajo con las imágenes, así como el acto de hacer del proceso creativo, la obra misma. En obras específicas de cada uno de ellos, la autora encuentra “formas parecidas de reunir, coleccionar, intervenir, ordenar el trabajo sobre la imagen.”

En piezas como Mirando a través de algo que parece uno mismo (2001-2014), Luis Felipe Ortega hace evidente efectivamente el proceso creativo en la obra misma, a la vez que concibe su producción a partir de una “lógica de conjunto”. Esta última implica, igualmente, abrir la interpretación del ejercicio artístico a una multiplicidad de lecturas. Uno de los apuntes más interesantes que hace la autora al analizar esta y otras obras de Ortega, es que las intervenciones que realiza en algunas de las imágenes fotográficas que componen sus polípticos, significan exploraciones sobre el problema de la temporalidad, pues por medio de la manipulación se “pone a la imagen que ha sido en un tiempo presente”. Esto me hace pensar en Didi-Hubermann, su defensa de la “fecundidad del anacronismo”; su definición de la memoria, en contraposición de la historia, como una instancia dinámica, que mueve al pasado, lo trae, al presente; así como su idea general de que “siempre, ante la imagen, estamos ante el tiempo.”

Los problemas artísticos que la autora resalta en las obras de Alex Dofsman asimilables al atlas, van por un camino algo distinto al de Ortega, pues tienen que ver con lo que ella llama la necesidad de una “calma reflexiva”. Una concepción de la contemplación que implica cuestionar el realismo y la nitidez en la representación, que llevaron a Dorfsman a explorar los recursos de fuera de foco y los acabados borrosos. Este “empobrecimiento” de la imagen, aunado a su circulación masiva, problemas que la autora aborda en otros apartados del libro, “acaba por ser una cualidad que los artistas usan, desde tiempos de Richter, para representar los modos de recepción.” En el caso de Dorfsman, ésta se identifica con el problema de la escasa fijación de las imágenes en la memoria y en su materialidad, paradójicamente, en tiempos marcados por el bombardeo visual. Proyectos como This mountain collapsed and became a bridge (2012), Deception island (2016-2017) e Images on screen appear closer tan they are (2015-2016) proponen igualmente una nueva forma de contemplación del mundo y de ordenamiento de las imágenes, por medio del detalle y aspectos formales como el color.

Otro espacio de encuentro en la producción artística del alemán y los mexicanos es una cierta postura en torno a la naturaleza, que Amaro delinea, de manera similar a como hace con los atlas, a partir de la idea de la subjetivación del mundo, en una era en la que nuestra relación con la tecnología se ha potenciado de manera inédita. Los distintos acercamientos a la naturaleza en la obra de Richter, Ortega y Dorfsman, que se mueven entre las visualidades y tradiciones de representación de la fotografía, la pintura y el video, hay una reflexión sobre la contemplación, la representación y la transformación de la naturaleza. En voz de Amaro, “en el repetitivo pero infructífero intento por acercarse a la realidad…”, que en ellos transita entre el realismo y la abstracción, los tres artistas acaban por poner en crisis la idea de la imagen absoluta, “pues solo puede ver aproximaciones, experimentos y recomienzos que se suceden una y otra vez hasta dar con el camino.”

Ahora bien, los atlas de Richter, Ortega y Dorfsman pueden asimilarse también a la idea de archivo. Como colecciones personales de imágenes, o conjuntos de “materia gris para crear” – en palabras de Amaro–, los ejercicios de estos artistas son en este sentido estructuras que nombran, regulan, organizan, clasifican y significan los ítems de su acervo, en función de un todo. Bajo esta óptica, pueden dilucidarse las lógicas internas de estas piezas y la forma en la que, al documentar, representar e imaginar el mundo, los atlas se desplazan entre lo personal y lo colectivo, lo particular y lo general.

¿Qué dicen sobre la fotografía, las reflexiones y los casos analizados en este ensayo? Más que como un medio o un género, María Paz defiende que los tres artistas la utilizan como “proceso vital”. En el Atlas de Richter la foto pareciera ser el mecanismo para encontrar/crear la imagen correcta. En los atlas de los tres, operaciones en torno a la imagen fotográfica como la acumulación, la intervención y el borramiento, llevan a la creación de un “nuevo orden de realidad”, que poco tiene que ver con el realismo asignado histórica y simbólicamente al medio desde su surgimiento en el siglo XIX. Ya que éste trabaja en el ámbito de la subjetividad y habla más bien sobre la ficción y el deseo. En los tres casos hay también una puesta en crisis de los regímenes de representación artística, que tiene a la fotografía como su punto de origen y quizás también como su punto de llegada, pues por medio de estas intervenciones se cuestiona la propia autonomía y pureza del medio fotográfico.

En los atlas de estos artistas se reflejan aspectos de la relación que los usuarios comunes tenemos con la imagen mediatizada. ¿No será que nuestra forma de archivar, manipular y mostrar imágenes, tanto personales como de uso público, en plataformas virtuales como Instagram o en las  “galerías de imágenes” guardadas en nuestros dispositivos móviles, funcionan de manera similar a la de las publicaciones, paneles o muros de estos artistas? ¿No nos definimos como sujetos con una visión particular del mundo, a partir de este corpus de imágenes, con los que armamos nuestros “perfiles”? En definitiva, los usos de la imagen fotográfica que hacen los tres autores en sus atlas, son, como aspiraba la autora, respuestas a la pregunta sobre el impacto de las dinámicas actuales en torno a la imagen en la práctica artística.  Y es esta actualidad, al relacionarse e incorporar las dinámicas de la imagen contemporánea, la que los reafirma como formas de sostener al mundo.

 

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Posted: May 16, 2018 at 10:54 pm

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