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Vacíos concéntricos

Vacíos concéntricos

Iltze Bautista Castillo

Verónica Gerber Bicecci, Conjunto vacío, Almadía, 2015.

Cristina Rivera Garza, en su novela Lo anterior, nos obliga a preguntarnos si el amor es un acto de imaginación lleno de personajes, sucesos y paisajes que al desaparecer exponen su carácter fantasioso. Algo debe llevar de cierto porque al evocar los afectos que he construido, parece que tres cuartos de la historia son invención mía y sólo un cuarto es real. Cuando las personas se van dejan un hueco lleno de memorias que depuramos hasta quedarnos con la selección deseada, recordarlos es como tomar un libro viejo y leer sólo los fragmentos subrayados. Coleccionamos pedacitos de vidas ajenas que se entrecruzan con la nuestra, relatos sin final, incluso sin inicio. Para la protagonista de Conjunto vacío, la súbita desaparición de su madre fue la primera de muchas anécdotas incompletas.

A mediados de este año se publicó la novela Conjunto vacío, de la escritora y artista visual Verónica Gerber Bicecci, ganadora del Premio Internacional de Literatura Aura Estrada 2014. El entrecruce de estas disciplinas ha estado presente en la autora desde su formación académica hasta sus exposiciones y textos. Mudanza (Auieo, 2011), su primer libro, explora la transformación de cinco artistas que abandonaron las letras para adentrarse en el universo del arte conceptual; sus exposiciones tienen como materia prima la escritura (símbolos, frases, letras, globos de historietas, etc.); y sus reseñas, publicadas en diversas revistas, abordan piezas plásticas. Verónica se mueve con soltura entre un género y otro, buscando maneras de narrar donde lo visual y lo literario sean indisolubles.

La protagonista de la novela establece esquemas para explicar su relación con el otro, analiza sistemáticamente las conexiones que establece, las que se rompen, las que se crean y las que se quedan a medias. Su madre desapareció cuando ella y su hermano aún eran pequeños, dejando tras de sí una rutina que se empolva; esta repentina evaporación fue el inicio de una larga colección de huecos dentro de huecos.

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En matemáticas se llama conjunto vacío a aquellos que carecen de elementos, espacios blancos que albergan un poquito de nada, sensación por la que muchos hemos pasado y que Verónica (la protagonista, no la escritora) refleja en cada uno de sus pasos destinados a desvanecerse en la memoria ajena.

Nos hemos acostumbrado a coleccionar principios, fragmentos de recuerdos e intentos de rememoraciones, interpretados mediante estructuras lingüísticas y visuales que en el fondo no son sino lo que elegimos entender. Toda comunicación entablada corre el riesgo de quedarse en mitad del camino si el puente que trazamos tiene un soporte distinto al que tiende quien está del otro lado, cuando sucede, y sucede con frecuencia, traducimos, pretendemos comprender algo que en realidad es ininteligible: el otro.

Verónica (la escritora, no la protagonista) se vale de un lenguaje matemático para explicar los abismos provocados por la ausencia de los personajes que pueblan el universo de su homónima. Los diagramas sirven para ilustrar los saltos temporales entre un momento y otro de su historia, hace uso de algoritmos porque para reconstruirnos necesitamos recurrir a leyes donde el azar no tiene cabida.

La autora propone una narración desde esquemas, líneas e intersecciones, mezclados con una prosa ágil y luminosa. Se trata de un libro habitado por círculos, cuadros, quietudes e intermitencias donde lo grato no radica tanto en la historia (el cúmulo de sucesos que tejemos para huir de una ruptura amorosa), como en la manera en que ésta es contada: la limpieza del lenguaje y su descripción gráfica que nos empatan con las circunstancias expuestas.

Conjunto vacío es también un homenaje a los artistas que sirvieron como inspiración al momento de bocetar la novela, los dibujos hacen alusión a Ulises Carrión, Vicente Rojo, Carlos Amorales, Mirtha Demirsache, Cy Twombly, Carlfriederich Claus, Roberto Altmann, Clemente Padín, Jacques Calonne, Alguiero Boetti y Marcel Broodthaers, creadores a quienes menciona en los agradecimientos. Dichas referencias visuales refuerzan la idea de escribir un libro que drene lentamente las palabras hasta ser sólo un par de trazos.

Gerber Bicecci explora la ranura que se abre cuando alguien que consideramos esencial para nuestra trama se va, en apariencia, para siempre; nos obliga a bucear entre los vacíos que van quedando en nuestro almanaque personal y los que hemos dejado en los álbumes de otros. ¿Qué se hace con el pedazo roto? ¿Qué pasa cuando somos nosotros quienes rompemos el diagrama de alguien más? ¿Cómo se restablece la armonía de los conjuntos que creíamos nuestros?

Yo, como la protagonista, colecciono principios porque al desenlace no sé cómo se llega, incluso he aceptado uno que otro comienzo de algo que nunca se gestó del todo. Mis afectos han sido un acto de imaginación donde el lenguaje, visual y literario, se entrelazan hasta convertirse en bosquejos incompletos.


Posted: October 12, 2015 at 9:42 pm

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