Una persona o no es nada
Lolita Bosch
Una novela o es una persona o no es nada
Claude Roy
Y sin embargo, cuando nos planteamos la posibilidad de escribir: ¿acaso pensamos en un mundo, una cúpula, un lazo que capture el aire? ¿O más bien nos dejamos engullir por la simpleza repetitiva de las historias, las anécdotas curiosas, nuestro ingenio, nuestro impulso caduco? ¿Acaso pensamos que vaciar el espacio es primordial para que el lector pueda formar parte de él, como escritores hacernos a un lado para que el lector pueda construirse en este vacío que hemos creado? ¿Pensamos en las pistas que necesita para interpretar el mundo donde está ocurriendo todo? ¿O simplemente lo obligamos a seguir una historia llena de pistas que no es necesario retener más allá del argumento porque no nos llevan a ningún otro lugar, nunca?
Lo obligamos, casi pulpos, casi vedettes.
Porque nos da pereza aprender a pensar que darle una novela a un lector es decirle: “Tú ahora vas a entrar aquí y no te vas a ir porque te sientes seguro y sabes dónde estás. Y esto es así porque puedes ver dónde ocurren las acciones, puedes entender cómo ocurren y por qué, te sientes cercano a alguien que no existe y puedes interpretar lo que está viviendo y asumirlo a tu manera. Confío en ti, sé que eres un buen lector y que no sólo vas a entrar en este artefacto extraordinario que es una novela para ver qué le sucede a quién, sino también, y sobre todo, para aprender, una vez y otra, a construir tu mundo por ti mismo”.
Porque ésta es la única puerta posible de un lector: su necesidad de creer, la sensación de haberlo hecho solo. Sin nosotros. Cuando el escritor, la escritora, para su tiempo de lectura, ya no es necesario.
Y no lo somos. En su construcción de la novela, no.
Pero, cómo: ¿Cómo vaciamos un espacio íntimo para que el lector pueda tener la sensación de que le pertenece? ¿Acaso somos capaces de verlo completo y preguntarnos las cosas por separado? ¿Cuestionarnos qué necesitamos saber para levantar espacios, temas y empatías que desprecien el más puro y burdo recurso emocional? ¿Cómo recordamos, entre tanto ruido, tanto tiempo enlatado, tantísimas imágenes planeando por encima de nuestras cabezas, que sólo podemos aludir a la condición de lo humano que hay en el lector si queremos que un texto funcione? ¿Cómo construimos con él una novela que sea, porque es, él. Nosotros?
A gajos.
Aunque pareciera que demos por hecho, sin haberlo pensado realmente, que durante el proceso de escritura todo vendrá sólo. Que escribiendo una historia todo ocurrirá porque hay algo de inercia, algo de romanticismo, algo narrativo en nosotros que creemos capaz de levantar muros exactos porque sí. Porque tenemos una historia que contar. Porque tenemos un final ingenioso hacia el que dirigirnos. La vida de un personaje fascinante. Y así olvidamos que esa vanidad no es suficiente. Que la inercia y la curiosidad literarias no son las voces de ninguna inspiración, ninguna varita, ningún prodigio. Sino utilísimas herramientas de construcción. Casi cascos. Casi martillos. Casi un torno para madera. Tornillos. Materiales. Varillas transparentes que usamos para erigir con la escritura un artificio: la manipulación pura. No algo insoportablemente bello, evocado, romántico, mágico. Sino la construcción de estos espacios vacíos comprensibles (a diferencia del mundo) y acotados (a diferencia del tiempo) en los que el lector puede ser e identificarse consigo mismo y respirar a su modo (a diferencia del ser social) porque sabe que en ese lugar, en ese momento, todo tiene que ver única y exclusivamente con él (a diferencia del ciudadano). Y, en efecto, gracias a este extraordinario mecanismo artístico de recepción, curiosidad y comprensión, cuando el lector se apodera de lo radicalmente humano que salva, a cada rato, la literatura, logra algo que tiene que ver, de manera íntima y profunda, con todos y cada uno de nosotros.
Eso sí sucede. Afortunadamente y de manera constante, sucede.
Lolita Bosch nació en Barcelona en 1970, pero vivió mucho tiempo en Albons (Baix Empordà). También ha vivido en Estados Unidos, India y, durante diez años, en la Ciudad de México. Ha publicado, entre otras novelas, Tres historias europeas, La persona que fuimos, La familia de mi padre o Esto que ves es un rostro, así como su antología personal de literatura mexicana Hecho en México y el ensayo narrativo Ahora, escribo. Su Twitter: @LolitaBosch
Posted: October 31, 2016 at 10:11 pm