Una vía, aun si dolorosa
Malva Flores
No sé, no he sabido cómo escribir estas notas sobre un libro terrible y al mismo tiempo conmovedor. No hasta las lágrimas, sí hasta el temblor que nos produce reconocernos en nuestra fragilidad. Quizá sólo pueda expresar balbuceos, porque el dolor nos deja sin palabras. ¿De veras nos deja sin palabras? En esa encrucijada, entre el silencio y el silencio que se vuelve grito, trazo, susurro, confesión o rabia se escribe Via corporis (México, FCE, 2016). “Nadie se salva”, dice Pura López Colomé. Los escudos para salvarnos “se esfuman. No duran. No sirven. Ejércitos de glóbulos blancos nacidos para rendirse en horas pico, en situaciones límite. Toda historia clínica es cínica. La historia de la humanidad”. Es pues, nuestra historia, y al mismo tiempo un álbum de historias que se cuenta con palabras y atisbamos también en las imágenes que conversan y discuten con ellas, como un recordatorio de nuestra falibilidad.
Via corporis es un libro sobre la enfermedad. Pero es también una ruta de ascensión a través del dolor, como lo sabían los antiguos. ¿Hacia dónde? Hacia nosotros mismos, por la vía que creemos conocer mejor —nuestro cuerpo—, y que, no obstante, resulta el gran desconocido, incluso el enemigo que debemos vencer mientras dios escucha “en sordina”. ¿De veras Dios no está?, me pregunté tantas veces al leer este viaje, un viaje por la vía de nuestra propia incertidumbre y nuestro miedo: la ruta que tanto hemos querido posponer, pero ella ha estado allí, llamándonos, desde que nacemos.
Via corporis es también un libro sobre la soledad y el rostro de la culpa de quien se sabe vencido, humillado por sí mismo y por los diagnósticos, los procedimientos quirúrgicos y esos cataplasmas inútiles —placebos fantasmales de nuestra contingencia—, que disponen los médicos, a quienes “les gusta creer que algo curan, cuando esto, en todos los casos, es imposible”. ¿Qué es “esto” que no pueden curar? No hay una respuesta contundente pero todo el tiempo lo sabemos y tiene impresas las letras de nuestro nombre.
Contra lo imaginable, o no, estamos frente a un libro sobre inexploradas, o tal vez silenciadas, formas del amor. Sí, el que calladamente o a los gritos nos dicen las palabras, las historias que aquí vamos leyendo o los gestos y líneas que percibimos sin intermediación en las imágenes que Guillermo Arreola nos propone. Lo que queda en nosotros es la sensación vivísima de haber hallado, efectivamente, una vía, aun si dolorosa, para recuperar la empatía. El significado real de la palabra compasión —ésa que hemos persistentemente olvidado— significa sufrir en carne propia la pasión, el dolor de los otros. Ésa es quizá la imagen más rotunda del amor. Pura y Guillermo nos vuelven a mostrar al otro, a los otros que también somos nosotros, desnudos de tanta complacencia, solos frente a un trayecto inexorable. Nos los muestran de golpe, y algo como una asfixia toma el lugar del aire que siempre respiramos con la alegría del que no quiere sentir, de quien prefiere no ver, es decir, de quien no sabe amar.
Todo poema es una narración en tránsito hacia el resplandor de una revelación por la imagen. En Via corporis el cumplimiento de esa encomienda ocurre en tres niveles: el de la imagen que sin palabras, dice; el del verso que va asestando los golpes de lo que no podemos comprender o aceptar y se convierte en la rebelión del cuerpo y del espíritu, partido en dos, y “en pedacitos”. La prosa no es su explicación: es la historia contada con las palabras de todos los días, que son también, y aquí está su mejor ejemplo, la fuente de toda poesía.
Entre el humor e incluso el sarcasmo; en la ternura (esa palabra que creemos prohibida) de los mexicanísimos diminutivos que pueblan este libro haciendo contrapunto, no contrapeso, a las malas palabras o los dobles sentidos de nuestra lengua más corpórea, Via corporis es, asimismo, una revelación en el gozo de la lengua, en la mezcla de la alta poesía y sus voces herméticas con las palabras llanas de la poesía popular. ¿No somos eso? Un mestizaje que sólo la poesía puede decir en forma tan rotunda.
Dije que había leído este libro conmovida pero no hasta las lágrimas. Mentí por ese pudor que a veces es un muro y Via corporis es un puente. A nadie ya le gusta llorar y que se sepa. Yo lloré de espanto, también lloré de miedo, lloré de soledad, pero escuché “ese canto rico y melodioso / de ave residente” y creí que había encontrado una voz que era mía y era también de todos. Un dolor que era mío y era nuestro. Y hallé también la felicidad que nos brinda la poderosa luz de las palabras cuando ya no creemos que las palabras dicen.
¿El malestar del cuerpo no es también un reflejo del malestar del alma? Ya nadie cree en el alma. Yo sí. Como los óleos de Guillermo Arreola, Via corporis es una radiografía de nuestro padecimiento y, a la vez, una vindicación del lenguaje poético: cuerpo y alma que aquí se reconocen, se ayuntan, recuperan su sitio y su conversación.
Malva Flores es poeta y ensayista. Sus libros más recientes son La culpa es por cantar. Apuntes sobre poesía y poetas de hoy (Ensayo; Literal Publishing/ Conaculta, 2014) y Galápagos (Poesía; Era, 2016). Es columnista de Literal. Twitter: @malvafg
Posted: November 27, 2016 at 7:09 pm