Writing with Clay
Escribir con tierra
Gustavo Pérez
Translated to English by Beth Pollack
ONE DOESN’T DO WHAT ONE WANTS BUT WHAT ONE CAN. The earthenware I’ve made over the last 30 years is not what I originally wanted to make. In spite of this, after so many thousand of pieces as incredible as it might appear—and may be—ceramics is not always what I wanted to do.
I remember clearly the first profession that captivated me was writing. As a voracious reader since childhood, this was understandable and I still remember those first attempts at writing that even for my ingenuous criticism proved to be disastrous: I didn’t have anything to say. No matter how hard I tried, I couldn’t come up with anything. Many times since I have thought I needed to meet someone who could have told me that in order to write it wasn’t important to have something to say, but rather, simply, to continue doing it. The time will come when there would be something interesting to say, and perhaps meanwhile I would have developed an aptitude for, let’s say it: the craft. But in short, this didn’t happen. And, years later in its place ceramics appeared and immediately imposed itself on me as a perfect, inescapable path. Why? I suppose I will never know even though others always enjoy asking me. I have to admit that it is less important to me. The rest is the endless chance to look and find forms that only clay would allow, like no other material. One speaks generally of Plastic Arts, but I am convinced that in no other instance is it a better designation than ceramics: clay and plasticity are almost synonymous. The plastic expression of ceramics is unlimited, and in order to prove it, it is sufficient to see the abundance of offerings that currently can be found. There are new ones, never before seen, even though humankind has created ceramics for 25000 years, according to recent archeological discoveries.
After 30 years I admit that I’m glad that I didn’t dedicate myself to literature; I continue not having a lot to say. Luckily, ceramics isn’t explained with words: you see it, you touch it, you feel it. Therefore, I don’t try to say anything in relation to my work, and I suppose it has been my only chance to fulfill that childish dream of writing: writing with clay.
UNO NO HACE LO QUE QUIERE SINO LO QUE PUEDE. LA CERÁMICA que hago hace 30 años no era lo que originalmente yo quería hacer, a pesar de que tras tantas miles de piezas pueda parecer increíble que no fuera —y sea— lo único que siempre he querido hacer.
Recuerdo con nitidez que la primera actividad que me fascinó fue la escritura. Como lector voraz desde la infancia, esto resultaba comprensible y aún recuerdo esos primeros intentos de escribir que hasta para mi ingenuidad crítica resultaban desastrosos: no tenía nada que decir y, por más que lo intentaba, no llegué a nada. Muchas veces he pensado después en la falta que me hizo encontrar a alguien que me dijera que para escribir no era importante tener algo que decir sino, simplemente, seguir haciéndolo. Ya llegaría el momento en que hubiera algo interesante que decir, y mientras tanto quizá hubiera llegado a tener una capacidad para decirlo: un oficio.
Pero en fin, esto no fue. Y en su lugar, años después apareció la cerámica que se me impuso de inmediato como un camino definitivo, ineludible. ¿Por qué? Supongo que nunca lo sabré y, a pesar de que a otros les interesa siempre preguntarlo, tengo que reconocer que para mí es lo de menos. Lo demás es la inagotable posibilidad de investigar y encontrar formas que el barro permite como ningún otro material. Se habla en general de las Artes Plásticas, pero estoy convencido de que en ningún otro caso es mejor la denominación que al referirse a la cerámica: arcilla y plasticidad son casi sinónimos. El potencial plástico de la cerámica es infinito, y para comprobarlo basta con ver la riqueza de las propuestas que se dan en la actualidad. Nuevas, nunca vistas, a pesar de que la humanidad practica la cerámica desde hace más de 25000 años, según descubrimientos arqueológicos recientes.
Después de 30 años reconozco que me alegra no haberme dedicado a la literatura; sigo sin tener nada especial que decir. Afortunadamente, la cerámica no se explica con palabras: se ve, se toca, se siente. No intento por lo tanto decir nada respecto a mi trabajo, que supongo ha sido la única posibilidad que tenía y tengo para realizar ese sueño infantil de la escritura: escribir con tierra.